En el tránsito entre la cordillera de los Andes y la Amazonia en Perú sobreviven variadas especies endémicas, acorraladas por la pérdida constante de bosques y las actividades ilegales. Uno de esos refugios amenazados es el nororiental departamento de San Martín, donde habita el búho más pequeño del mundo.
Le dicen la lechucita bigotona (Xenoglaux loweryi) y es una de las 200 especies de aves únicas existente en Perú. Su plumaje es pardusco y sólo unas 40 personas han podido ver algún ejemplar de los que están refugiados en los bosques de neblina del Área de Conservación Privada Abra Patricia, en el límite de las regiones nororientales de San Martín y Amazonas.
Esta área de conservación forma parte de la zona de amortiguamiento del Bosque de Protección Alto Mayo, el área natural protegida que constituye la principal fuente de agua para 250.000 personas y que se ubica en la provincia Rioja, en el departamento de San Martín.
Antes de junio de 2009, sólo dos visitantes de esta zona de conservación habían logrado ver a la lechucita bigotona y muchos observadores de aves tuvieron que regresar a sus países sin comprobar la existencia de esta especie.
"Algunos se preguntaban: ¿existirá la lechucita?", contó a IPS José Altamarino, administrador de los guardaparques del área de conservación Abra Patricia.
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Perú es el segundo país con mayor cantidad de aves del mundo, después de Colombia. En su territorio existen más de 1.800 especies únicas y comunes, que viven en diversos espacios, debajo de los bosques, en medio de los árboles o principalmente en las alturas.
Más de 400 variedades se concentran en el área de conservación Abra Patricia, una amplia zona ubicada entre 1.800 y 2.500 metros sobre el nivel del mar, entre ellas hay seis especies endémicas, como la lechucita bigotona.
Lamentablemente, este hábitat y los animales que alberga se encuentran en peligro por actividades ilegales como la tala de árboles.
Altamirano informó que 300 hectáreas de Abra Patricia fueron destruidas, un terreno que se ha ido recuperando en forma natural y paulatina desde que en 2005 la no gubernamental Asociación Ecosistemas Andinos (Echan) se hiciera cargo de su administración.
"Hay problema con extracciones de madera de los pueblos vecinos (como Oso Perdido y el Progreso) y muchas veces es difícil proteger toda el área", señaló el administrador, quien realiza su labor con el apoyo de cuatro guardaparques.
Las amenazas vienen desde diversos flancos. Hay municipalidades aledañas como la de Naranjo que tiran su basura en la cuenca del río Alto Nieve, que es fuente de agua para poblaciones de las contiguas regiones de San Martín y Amazonas, entre los que se encuentran indígenas awajún.
"Como hacemos monitoreo (seguimiento) con los guardabosques, encontramos entre la basura papeles que comprometían a la municipalidad (de Naranjo), como una citación del alcalde a las madres de familia, narró Altamirano. "Con esa prueba hemos denunciado a las autoridades ante la fiscalía porque eso es un delito ambiental", apuntó.
En respuesta a esta demanda, las autoridades de Naranjo no tuvieron otra opción que recoger su basura.
La extracción de madera y el daño a la biodiversidad no sólo se concentra en Abra Patricia sino en todo el bosque de protección Alto Mayo, que tiene una extensión de 182.000 hectáreas repartidos en cuatro sectores, de las cuales han sido destruidas unas 10.000, según uno de sus guardaparques, Ramiro Galo Pineda.
El bosque se encuentra amenazado por la deforestación para el establecimiento de cultivos de café y pastura para crianza de ganado, la ocupación ilegal de inmigrantes, tráfico ilegal de tierras, la destrucción de flora y fauna silvestre, además de la tala y venta ilegal de madera.
"Es peligroso luchar contra la madera, hasta te pueden matar", dijo a IPS Galo Pineda, quien aseguró que los que terminan pagando las culpas de los que dirigen esta actividad ilegal son los peones. "Al dueño de la madera nunca lo atrapan", afirmó.
Desde hace más de un año los guardabosques tienen la posibilidad de destruir la madera si quien la transporta no tiene documentos para acreditar su lugar de procedencia. Antes, el producto incautado se quedaba en manos de la administración técnica forestal que terminaba subastándolo y muchas veces vendiéndolo al mismo talador.
Hay árboles, como el higuerón, que son talados, lo cual representa una grave amenaza debido a que el monto choro de cola amarilla, animal endémico de Perú, se alimenta de los frutos de ese árbol.
En el bosque de Protección Alto Mayo existen 18 guardabosques que deben supervisar a pie las 182.000 hectáreas. No cuentan con motocicletas, aseguró Galo Pinedo, a pesar que hay zonas a las que sólo se llega luego de 18 horas de caminata.
Pero la jefa del parque, Marina Gaslac, afirmó que las dificultades operativas no pueden ser un pretexto para que realicen su labor. Aseguró que por ello desde 2007 hasta marzo de 2010 su organización ha presentado 37 denuncias por daños ecológicos contra diversas personas, entre ellas, autoridades.
"Hay tenientes gobernadores y alcaldes que aceptan a los infractores. No contribuyan a la lucha de la tala ilegal. A veces construyen caminos en áreas naturales protegidas que termina sirviendo para que los taladores saquen la madera", explicó Gaslac.
Para la funcionaria, "no hay municipalidad que quiera trabajar en armonía con la naturaleza", por lo que se están iniciando coordinaciones con los alcaldes y la Policía para revertir esta situación. De las 37 demandas, hay dos casos resueltos por orden del Ministerio Público referidos a la construcción de un puente en pleno corazón del bosque Alto Mayo y un camino de herradura.
Las autoridades fiscales ordenaron la paralización de ambas obras. Gaslac señaló que existe el reto de recuperar el respeto a las autoridades que vigilan el bosque.
"Cuando llegué a trabajar en el cargo, los ronderos me sacaban de sus asambleas, me decían por qué no va a cuidar su gallina, a lavar su ropa", recordó Gaslac, quien tiene el desafío adicional de poner orden desde su condición de mujer.
Para fortalecer su trabajo, Gaslac ha buscado aliados. Entre ellos, la no gubernamental Conservación Internacional, con la que impulsan proyectos para preservar la biodiversidad en este enclave de San Martín. "El trabajo es enorme pero no desmayamos", apuntó.