En el oeste de los filmes de Hollywood, el comisario se enfrenta a balazos con los malos y siempre gana. Esa fue la historia de Wyatt Earp, el estereotipo encarnado por John Wayne, alto, apuesto y anglosajón. A menudo los malos eran «indios» como Gerónimo, el apache que supuestamente aterrorizaba a inocentes colonos.
En esa tradición ingresó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cuando el 1 de mayo por la noche relató la historia de una batalla de 40 minutos que personalmente monitoreó desde la Casa Blanca, completada con la foto de su equipo nacional de seguridad en acción.
El malo se escondía en una mansión fortificada de un millón de dólares en Abbottabad, norte de Pakistán, en la que los "buenos muchachos" no tuvieron más opción que matarlo.
"Se hizo justicia", dijo Obama en su discurso de medianoche. Y su gabinete salió a respaldar la historia de los nuevos héroes estadounidenses.
Osama bin Laden, líder y fundador de la red extremista islámica Al Qaeda, "se trabó en un tiroteo con quienes ingresaron al perímetro de la vivienda donde estaba", dijo el consejero de seguridad de la Casa Blanca, John Brennan. "Hubo un tiroteo y él murió en ese intercambio de disparos".
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Los historiadores todavía discuten si Wyatt Earp fue un heroico hombre de la ley o alguien dedicado a crear su feudo personal en el poblado de Tombstone, Arizona, sudoeste de Estados Unidos.
Muchos de los "vaqueros" a los que se enfrentó eran negros pobres o mexicanos, no guerreros malignos. Y el cacique Gerónimo fue producto de una larga historia de defensa de su pueblo contra los colonos españoles y mexicanos y los soldados estadounidenses que se robaron las tierras de los apaches chiricahuas.
Como la historia de Wyatt Earp, John Wayne y Gerónimo, los hechos sobre el tiroteo de Abbottabad son dudosos, y lo que los hace más problemáticos son las muchas leyes y normas de derechos humanos que infringieron.
Jay Carney, portavoz presidencial, dijo a la prensa el martes 2 que "les suministramos mucha información con demasiada premura y obviamente algunos de los datos llegaron paulatinamente y son ahora revisados, actualizados y explicados".
La casa en la que vivía Bin Laden pasó de ser una mansión de un millón de dólares a una de 250.000 dólares luego de que los periodistas interrogaran a empresas locales de bienes raíces. El último registro sobre la propiedad, revelado por la agencia AP, muestra que el terreno fue adquirido en 48.000 dólares.
La Casa Blanca se retractó entones sobre el tiroteo, afirmando que sólo uno de los hombres de Bin Laden disparó desde una construcción adyacente. La "esposa" que fue usada como "escudo humano" por Bin Laden resultó que no era su esposa, que no fue un escudo humano y tampoco murió.
La fotografía en la que Obama aparece observando la operación en vivo en la Casa Blanca despierta sospechas también, pues al parecer la transmisión de video falló. El director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Leon Panetta, dijo a la televisora PBS "una vez que los equipos ingresaron al recinto, hubo un período de 20 o 25 minutos en los que realmente no sabíamos lo que estaba pasando".
Mientras la historia se revela, se plantean graves cuestiones sobre la legalidad del operativo, sin mencionar el continuo desacato al derecho internacional en el que incurre la Casa Blanca cuando ordena operaciones militares dentro de Pakistán, un país al que no le ha declarado la guerra.
"Puesto que Bin Laden estaba desarmado, no está claro cómo se resistió al arresto ni si hubo un intento de capturarlo en lugar de matarlo", dijo el directivo de Amnistía Internacional, Claudio Cordone.
La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, pidió que se "revelen completamente los hechos precisos" de la operación. "Las Naciones Unidas condenan el terrorismo, pero tienen también normas elementales sobre cómo debe procederse en acciones antiterroristas. Se debe respetar el derecho internacional".
Hasta líderes religiosos han intervenido en el debate. Rowan Williams, obispo primado de la Iglesia de Inglaterra, dijo al diario británico Telegraph que "el matar a un hombre desarmado siempre deja un sentimiento desagradable porque no se ve como debe verse un acto de justicia".
Algunos condenaron abiertamente a Obama. El abogado británico en derechos humanos Geoffrey Robertson dijo a la cadena noticiosa BBC que la afirmación del mandatario estadounidense sobre que se hizo justicia "constituye un uso completamente incorrecto del lenguaje".
"Ésta es la justicia de la Reina Roja: primero la sentencia y después el juicio", dijo en referencia a "Alicia en el país de las maravillas".
Una de las preguntas más graves es por qué demoró 10 años la inteligencia estadounidense en rastrear a su presa, cuando ésta vivió aparentemente frente a sus narices al menos la mitad de ese tiempo, en un complejo habitacional vecino a la principal academia militar pakistaní y sin más seguridad que un par de armas.
O los pakistaníes engañaron a los militares estadounidenses o ni la CIA ni el servicio secreto de Pakistán, ISI, tenían idea de lo que pasaba, lo que podría indicar que un hombre de 54 años sometido a tratamiento de diálisis se burló de todos ellos por un buen rato.
Las respuestas yacen en el fondo del mar de Arabia, donde los estadounidenses arrojaron el cuerpo de Bin Laden y, con él, lo que pudo haber sido su más importante fuente de información en una década.
Hay algunos sobrevivientes que podrían arrojar alguna luz sobre los acontecimientos. Pero ninguno de ellos está bajo custodia de Estados Unidos. Amal Ahmed Abdulfattah, la más joven de las tres esposas de Bin Laden, ya dio a los interrogadores pakistaníes detalles sobre los últimos años de su marido.
No importa. Los altos cargos de la CIA ya están dando nuevas historias a los medios estadounidenses, basados en documentos que aseguran haber confiscado.
Osama "no era sólo un mascarón de proa", dijo un oficial estadounidense que pidió no revelar su nombre al diario The New York Times. "Él seguía complotando y planificando, concibiendo ideas sobre blancos y comunicando esas ideas a otros altos dirigentes de Al Qaeda", agregó.
Como la historia del pez que se escapó, no hay pruebas sobre ninguna de las nuevas imputaciones. Pero, como pasó con Wyatt Earp, la historia del operativo en Abbottabad estará próximamente en su cine.
Pratap Chatterjee es profesor visitante del Center for American Progress en Washington, especializado en temas de fraude, dispendio y abuso en licitaciones públicas.