Cuando el terremoto de nueve grados y el posterior tsunami golpearon el 11 de marzo la aldea de la costa japonesa donde vivían, la filipina Mariline Shoji y su esposo perdieron todo lo que poseían.
"Pude oír el rugido del enorme tsunami a la distancia cuando escapaba hacia un terreno más elevado", dijo Shoji, quien vive desde hace más de 30 años en Gamo, un área hasta ahora pintoresca ubicada en la nororiental prefectura de Miyagi.
"Cuando mi esposo y yo volvimos al día siguiente, el agua había arruinado nuestra casa y todas nuestras pertenencias", recordó.
Shoji, que trabaja en la oficina del gobierno local asesorando a residentes extranjeros, dijo a IPS que ella y su marido buscaron refugio en casas de amigos. Su hijo está casado y vive por separado.
"No tengo intenciones de volver a Filipinas. Pronto reconstruiremos nuestro hogar en otro lugar, definitivamente lejos del océano", señaló Shoji, que compraba cortinas cuando ocurrió la tragedia.
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La historia de esta mujer filipina es similar a la de otros extranjeros que decidieron no abandonar las áreas devastadas. Uno de ellos es Akter Hossain, un bangladesí que abrió su hotel, el Asian Garden, a más de 400 residentes que huían de la radiactividad emitida tras el impacto del tsunami por la central nuclear de Fukushima.
"Actualmente hay 30 evacuados que pueden residir en mi hotel gratuitamente. Esto es lo mínimo que puedo hacer para devolver la enorme ayuda japonesa que recibimos en Bangladesh cuando un desastre natural nos afectó", dijo Hossain.
Historias como la suya se han convertido en símbolos de solidaridad en Japón, donde los extranjeros siempre han estado marginados.
Los medios japoneses elogiaron el trabajo de la enfermera indonesia Rita Retnaningtyas, que siguió cuidando a sus pacientes en el dañado hospital local donde se desempeñaba como practicante.
"Admiro su fortaleza para continuar trabajando con otros japoneses en un momento en que había tanto caos. Como extranjera que nunca experimentó terremotos y tsunamis, y exhibió un compromiso extraordinario", dijo Wataru Fujiwara, portavoz del Hospital Nacional Miyagi.
La prefectura de Miyagi es una de las áreas más dañadas, con más de 15.000 desaparecidos o muertos, según los últimos datos oficiales.
Estadísticas del gobierno local señalan que los extranjeros que viven en Tohoku, donde tuvo lugar el peor desastre natural de la posguerra en Japón, son principalmente estudiantes, trabajadores inmigrantes o sus esposas.
No hay disponibles números oficiales, pero la mayoría son chinos, seguidos por sudcoreanos, filipinos y tailandeses. Muchos están empleados en empresas pequeñas y medianas esparcidas por la región, y trabajan en los sectores manufacturero, pesquero o agrícola.
El éxodo de extranjeros que se produjo poco después del desastre se convirtió en tema urticante. Yuko Tanaka, director del Centro Multilingüe de Llamadas de Auxilio, dijo que la situación de los extranjeros no era fácil luego del terremoto, cuando tuvieron que decidir si irse o quedarse.
"La radiación emitida por la dañada planta nuclear llevó a que los gobiernos extranjeros urgieran a sus ciudadanos a irse de Japón", dijo Tanaka.
"Eso significaba abandonar empleos e incluso familias, si estaban casados con japoneses", agregó.
Musatoshi Tateno, del Centro, dijo que el terremoto planteó problemas importantes en materia de políticas laborales para la población inmigrante.
"Cuando los trabajadores extranjeros volvieron a sus países, las empresas japonesas y ellos mismos sintieron la pérdida. Los trabajadores necesitan los salarios para enviar dinero a sus hogares, pero tuvieron que irse porque las estrictas reglas locales no les permiten cambiarse de empleo hacia áreas más seguras", explicó.
La Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas que representa al sector pesquero y manufacturero de Tohoku y depende de la mano de obra extranjera, también reportó pérdida de trabajadores que volvieron a sus países de origen.
Sin embargo, un mes después de la tragedia hay señales de que muchos trabajadores extranjeros están regresando.
El Centro Multilingüe de Llamadas de Auxilio, un servicio para residentes extranjeros creado por gobiernos locales, los ayuda a hacer la difícil transición para readaptarse.
"Ofrecemos servicios de apoyo a extranjeros conmocionados por el terremoto, y también a quienes quieren volver. Los temas más acuciantes para ellos son cómo hallar nuevos empleos y viviendas que alquilar", dijo Tanaka.
El sacerdote Charles Bolduc, quien está al frente de la iglesia católica Motodera, en la ciudad de Sendai, capital de Miyagi, orienta y apoya a extranjeros afectados por el desastre.
"La terrible catástrofe mostró en realidad cómo japoneses y extranjeros se ayudan entre sí", dijo.
"Las noticias sobre extranjeros que se van no han ensombrecido la enorme solidaridad existente más allá de las nacionalidades. Ésta es la lección real de esperanza", opinó.