No fue casualidad el momento ni el lugar elegidos por intelectuales israelíes de izquierda para realizar una manifestación que reinstaló el debate sobre la moralidad y la sostenibilidad de una ocupación de los territorios palestinos que lleva 43 años.
La iniciativa de la sociedad civil se realizó en la Pascua, fecha en que se conmemora el pasaje bíblico del pueblo de Israel de la esclavitud a la libertad en la Tierra Prometida.
Los activistas firmaron una declaración de independencia palestina fuera del recinto donde el 14 de mayo de 1948 el dirigente sionista David Ben-Gurion proclamó el Estado de Israel.
Ben-Gurion, uno de los mentores del Estado judío, fue primer ministro de Israel de 1948 a 1954 y de 1955 a 1963.
"Llamamos a las naciones y a todos los amantes de la paz y la libertad a impulsar a los ciudadanos de ambos estados a mantener la paz según las fronteras de 1967. El fin de la ocupación es condición fundamental para la libertad de ambos pueblos", reza la declaración.
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La invitación hecha a los transeúntes de firmar el documento enojó a manifestantes de derecha que perturbaron la movilización. "En vez de ser el primer país a favor de la independencia palestina, Israel la amenaza. Es un desastre moral. Quedaremos aislados como Sudáfrica durante el régimen del apartheid", alertó Sefi Rachlevsky, uno de los organizadores.
Los israelíes están cada vez más perturbados por estas profecías dignas de Casandra, personaje de la mitología griega con el don de la adivinación y la desgracia de que sus vaticinios no eran escuchados.
Mientras se propagan las predicciones de un "tsunami palestino" lanzadas por el ministro de Defensa, Ehud Barak, el gobierno pierde control sobre la cadena de acontecimientos pronosticados.
El "tsunami" ocurrirá en la próxima sesión ordinaria de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se realizará en septiembre.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, buscará que el foro mundial apruebe la creación del nuevo Estado. Ya cuenta con el reconocimiento de más de 110 países y se prevé que otros 30 les sigan en esa oportunidad.
El ingreso a la ONU requiere una recomendación del Consejo de Seguridad y la aprobación de dos tercios de la Asamblea General, o 128 países.
Si esto ocurriera, el abrazo a Palestina sería proporcional al aislamiento diplomático de Israel.
¿Podría presagiar la revisión del rito del pasaje bíblico, el último tramo de una marcha de más de 40 años hacia la liberación de Israel, el fin de la colonización? ¿Qué consecuencias tendría?
Cuando comenzaron las negociaciones promovidas por Estados Unidos en septiembre, las dos partes aceptaron el objetivo fijado por Barack Obama de alcanzar un acuerdo de paz para el mismo mes de este año.
Pero las conversaciones fracasaron a las pocas semanas porque Israel se negó a sostener la suspensión de la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén oriental.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu insistió en que las conversaciones debían avanzar sin condiciones. La cuestión de los asentamientos no impidió negociaciones anteriores, arguyó.
Con el reconocimiento del Estado palestino, la ocupación ya no de un "territorio en disputa" sino de un "miembro de la ONU", se denunciaría con un consenso sin precedentes.
Palestina gozará de un status que le permitirá reclamar acciones y sanciones internacionales contra la política israelí en los asentamientos, y ya no serán denuncias simbólicas.
Las futuras negociaciones ya no involucrarán al poderoso Israel y a una entidad difusa con atributos jurídicos sobre ciertos territorios, sino a dos estados con la misma base, uno con una creciente aura de legalidad y el otro con una legitimidad en decadencia.
El reconocimiento de Palestina por Israel hubiera significado el fin del conflicto, pero con el de la comunidad internacional sería el fin de la ocupación el que le liquide tal conflicto.
La categoría de Estado puede ser una mera sutileza semántica. Después de todo, no se traducirá en una soberanía total. Pero será virtualmente imposible para Israel seguir imponiendo asentamientos en un territorio que pertenece a su vecino. El mundo dará su apoyo a Palestina de forma unilateral y sin lugar a dudas.
Además se sortearía la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 242. Aprobada tras la guerra árabe-israelí de 1967, consagró el principio de "territorios por paz" y desde entonces ha constituido la base de todas las negociaciones.
Pero la falta de un artículo en la versión inglesa del texto hizo que fuera inútil. Ante la palabra "territorios", queda en duda si Israel debe retirarse de "los" territorios ocupados, como sostienen los palestinos, o de "algunos", como alega el Estado judío.
Los "documentos palestinos", sobre el proceso de paz palestino-israelí divulgados por Al Jazeera y The Guardian, expusieron la renuencia de Israel a aceptar como referencia las fronteras previas al cese del fuego de 1967.
"Nuestra referencia no es la frontera de 1967. Nuestros principios rectores son los de la resolución 242, la necesidad de límites que garanticen la seguridad de Israel. Hablamos de lo que ocurre en el terreno, de acuerdo con la carta del Presidente" de Estados Unidos, George W. Bush (2001-2009), afirma una cita atribuida a un jefe negociador israelí.
La carta de Bush garantizó a Israel que cualquiera fuera el acuerdo final iba a reconocer las "nuevas realidades en el terreno, incluidos los grandes centros poblados existentes; no es realista esperar que el resultado (…) sea el regreso total y completo a las fronteras de 1967".
Pero Obama no reiteró el compromiso. Con el reconocimiento de la ONU, las fronteras del naciente Estado sólo se definirían sobre la base de aquellos límites.
El columnista Ari Shavit urgió a Netanyahu a declarar que "Israel no controlará a los palestinos y terminará por retirarse a las fronteras de 1967. No se trata de alcanzar la paz y terminar el conflicto, sino de evitar la derrota y establecer el derecho a existir del Estado judío".
Si Estados Unidos recurre a su poder de veto en el Consejo de Seguridad, los palestinos igual presentarán su caso ante la Asamblea General, donde no hay veto, pero las resoluciones no son vinculantes. Es una opción conocida por los israelíes.
Hace 63 años, la Asamblea General aprobó la resolución 181, un plan de partición que instaba a crear dos estados sobre el Mandato Británico de Palestina, uno judío y otro árabe.
La disposición fue aceptada por Ben-Gurion, rechazada por los países árabes, que declararon la guerra al entonces estado naciente, perdieron y contribuyeron a crear el "problema" palestino.
"Quizá Ben-Gurion hubiera firmado por Palestina al ver que su proyecto se ahoga en el mar por la negativa de sus sucesores a reconocer la partición", señaló Yossi Sarid, exministro de izquierda.
El columnista Zvi Barel alertó sobre no copiar actitudes adoptadas por los árabes en el pasado. "En vez de temerle, Israel debería reconocer a Palestina", escribió en el periódico Haaretz. La Asamblea General "no debe ser un cuadrilátero en el que permanezca vivo un solo contrincante", apuntó.
Sin una iniciativa de paz convincente, Netanyahu sería el único gladiador en entrar al recinto en septiembre, en tanto los palestinos y la comunidad internacional se quedarán en las gradas, alentando a Palestina.