Lejos de su devastado país, el presidente electo de Haití, Michel Martelly, intercambió cálidos saludos y promesas con la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, justo antes del anuncio formal de la victoria de esta estrella musical en los polémicos comicios del 20 de marzo.
Al recibir al ex cantante de carnaval conocido como "Dulce Micky" que obtuvo 67 por ciento de los votos en una elección que registró un récord de abstención de casi 25 por ciento— Clinton insistió en la sólida alianza entre los dos países.
La canciller mencionó a los 750.000 desplazados por el terremoto de enero de 2010, ciudades que siguen siendo enormes ruinas, la infraestructura institucional quebrada y la inminencia de una nueva temporada de huracanes como los desafíos más graves. Y reiteró su confianza en la capacidad de Martelly para reconstruir el país caribeño.
Durante meses, organizaciones de derechos humanos, legales y académicas dentro y fuera del país pusieron en duda la legitimidad, mandato y profesionalismo del Consejo Electoral Provisional (CEP), que prohibió de forma arbitraria la participación del partido Fanmi Lavalas en los comicios, causando que decenas de miles de trabajadores urbanos boicotearan el proceso.
Pero Clinton aceptó los resultados con entusiasmo y aseguró a Martelly que Estados Unidos estará apoyándolo "todo el tiempo".
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El periodista Roger Annis, del semanario local Haiti Liberté, escribió esta semana que los seis millones de dólares que costó la campaña de Martelly fueron financiados por "mis amigos en Estados Unidos", en palabras del propio presidente electo. Por lo que la cercanía es el lógico siguiente paso en la vieja práctica estadounidense de beneficiarse de la "ayuda y asistencia al desarrollo" para el país más pobre de América, indicó.
En su libro "La doctrina del shock", la periodista y activista Naomi Klein afirma que "llamo capitalismo del desastre a esos asaltos orquestados en la esfera pública luego de acontecimientos catastróficos, combinados con el tratamiento de las calamidades como excitantes oportunidades de mercado".
En un encuentro celebrado el miércoles 21 en el Instituto de Estados Unidos para la Paz, François Pierre-Louis, profesor asociado de ciencia política en la City University of New York, lamentó el futuro negro que constituye para el pueblo haitiano la elección de Martelly.
"Cada cinco años me siento en este mismo salón y manifiesto el deseo de que la próxima vez que Haití aparezca en las noticias sea por una buena razón", dijo Pierre-Louis.
"Pero es un sueño. El Dulce Micky no está preparado y no tiene experiencia. Se postuló sin un partido establecido, todavía debe presentar un programa realista para la reconstrucción y el desempleo, y buena parte de su equipo representa a algunas de las fuerzas antidemocráticas más notorias del país", agregó.
El secretario general adjunto de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Albert Ramdin, en cambio, describió el programa para la reconstrucción, incluyendo un ambiente de unidad política, desarrollo del sector agrícola y la "construcción de instituciones fuertes".
El optimismo del embajador Ramdin sobre un clima postelectoral que generará una esperanzada marcha hacia delante no es compartido por la mayoría de analistas e historiadores.
"El embajador olvida de qué país está hablando. Usted no puede entregar a Martelly la lista de la lavandería y esperar que el trabajo se haga", dijo Pierre-Louis.
"Haití no ha invertido en agricultura desde la década de 1990, y seguir con las mismas políticas comerciales puede crear una crisis alimentaria muy pronto. Si las prometidas reformas agrícolas no se realizan, habrá protestas, y el mandato de Martelly ya no será para desarrollar el país, sino para mantener al pueblo sujeto", agregó.
Si el comportamiento de la ayuda internacional tras el terremoto es un indicativo de lo que puede esperarse, las cifras muestran un futuro desolador.
Luego del primer aniversario del sismo, el profesor de sociología Alex Dupuy, de la Wesleyan University, escribió que el costo de los daños, estimado en casi 14.000 millones de dólares en febrero de este año, estaba generando una suma considerable para empresas estadounidenses.
"En los más de 1.500 contratos repartidos por valor de 267 millones de dólares, solamente 20, por unos 4,3 millones, fueron para empresas haitianas", indicó Dupuy. "El resto fue a compañías estadounidenses que usan casi exclusivamente insumos estadounidenses".
"Aunque esos contratistas extranjeros empleen personal haitiano, la mayoría bajo el sistema de dinero por trabajo, el grueso del dinero y las ganancias es reinvertido en Estados Unidos", añadió.
La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) "nos hizo saber muy claramente que no tiene capacidad para llevar a cabo todo lo que prometió para la reconstrucción", dijo a IPS la directora interina para América Latina y el Caribe del TransAfrica Forum, Nora Rasman.
"La mayor parte del dinero destinado a Haití va a las organizaciones gubernamentales de Estados Unidos que tienen los recursos necesarios para implementar programas locales, así que no sorprende que la financiación de la Usaid termine en cuentas bancarias estadounidenses", añadió Rasman, que trabajó en Haití antes de la segunda vuelta electoral de marzo.
La reunión de Martelly y Clinton no sólo reconoce ese patrón de explotación, sino que promete sellarlo durante el mandato del nuevo presidente electo.
Quizás la admisión más franca del futuro que espera al pueblo haitiano vino con el saludo de Clinton al esfuerzo de su país y del Banco Interamericano de Desarrollo para construir un nuevo parque industrial cerca de Cap Haïten, en el norte del país.
El parque "ya tiene su primer arrendatario", anunció Clinton el miércoles, "la empresa textil mundial Sae-A, que proyecta crear 20.000 empleos permanentes orientados a la exportación".
La fuerza laboral haitiana sufrió un importante deterioro cuando la economía agraria del país fue forzada por Estados Unidos a convertirse al sistema de maquilas, industrias de ensamblajes de productos destinados a la exportación.
"Incluso en su momento de auge a mediados de la década de 1980, la industria de ensamblaje nunca llegó a emplear más de siete por ciento de la mano de obra haitiana y no contribuyó a reducir el desempleo urbano, estimado en 38 por ciento", sostuvo Dupuy en su ensayo "Disaster Capitalism to the Rescue: The International Community and Haiti After the Earthquake" (Capitalismo del desastre al rescate: la comunidad internacional y Haití después del terremoto).
"La doble estrategia de maquilas urbanas y liberalismo agrícola que subordinó a Haití en los años 80, es ahora su plan de reconstrucción", afirmó Dupuy un año atrás.