Un enemigo radiactivo planea sobre comunidades mexicanas

La mexicana Brenda Mancilla, de 23 años, padece desde los cinco meses de nacida esclerosis tuberosa, un trastorno neurocutáneo progresivo consistente en la aparición de tumores benignos en los órganos del cuerpo.

"Es algo desesperante, muy triste. La enfermedad va acabando con la persona. Sé que algún día la matará", dijo a IPS Georgina López, hermana de Brenda y quien la cuida en la comunidad de Emilio Carranza.

Su caso es uno de los 98 expedientes sanitarios recopilados por la alcaldía de Vega de Alatorre, un municipio de 18.507 habitantes perteneciente al estado de Veracruz, ubicado 290 kilómetros al sudeste de la ciudad de México y cercano a la planta nuclear de Laguna Verde.

Ese censo, ordenado por la presidenta municipal Leticia Rodríguez, incluye diversos tipos de cáncer, cuadriplejías, paraplejías, síndrome de Down y otros padecimientos. La funcionaria, las víctimas y activistas apuntan sus acusaciones hacia la central, propiedad de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) y que empezó a operar en 1990.

"Sí, nos preocupa, es algo crítico. Nos dicen que la planta funciona bien, pero la gente tiene sus dudas. Nadie nos ha escuchado, nos hace falta más información de la autoridad", declaró a IPS Rodríguez, quien asumió el 1 de enero y gobierna por el conservador Partido Acción Nacional, del cual es uno de los líderes el presidente de México, Felipe Calderón.
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Afectados por alguna variedad de cáncer, ya han muerto 33 personas desde 2008 en la zona, tres de ellas este año. Aproximadamente 60.000 personas fallecen en esta nación latinoamericana a causa de esa dolencia, lo cual la convierte en la tercera causa de fallecimientos en el país.

Laguna Verde, que posee dos reactores con una capacidad instalada de casi 1.400 megavatios y se moviliza por el consumo de uranio enriquecido, produce electricidad mediante el esquema de agua en ebullición.

El funcionamiento de la instalación no ha estado exento de polémica. En una auditoría realizada en 1999, la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO, por sus siglas inglesas) encontró proliferación de apagados seguros del reactor, que debilitan los sistemas operativos, falta de preparación del personal y de gestión y organización del trabajo, además de equipo obsoleto.

En 2009, la WANO, basada en Londres y fundada en 1989 por los operadores nucleares del mundo, practicó otra evaluación, cuyos resultados no han sido revelados por la CFE.

"Queremos una evaluación independiente. Saben que sí hay un impacto en la salud, pero se niegan a hacer el monitoreo", reclamó ante IPS Claudia Gutiérrez de Vivanco, una de las fundadoras de la no gubernamental Grupo Antinuclear de Madres Veracruzanas, surgido en 1987.

Las autoridades estatales y la CFE han descartado que la aparición de enfermedades en la región guarde nexo con la central Laguna Verde y han asegurado que ésta trabaja bien, aunque sin aportar datos duros como la cantidad de incidentes registrados en 2010 o de días en los que se detuvieron los reactores y las razones de ello.

Pero mujeres como Georgina López y Guadalupe Hernández, un ama de casa cuyo padre sufre de cáncer cerebral desde 2003, se sentirían más tranquilas si no existiera un riesgo atómico a su alrededor.

"Dicen que afecta, pero vaya usted a saber. Nos da miedo que opere la planta. Las autoridades nunca han informado que esté trabajando bien y que no nos afecta la salud. Sólo los que trabajan ahí saben", expresó ante IPS Hernández.

Sin antecedentes familiares cancerígenos, Melesio Hernández, de 68 años de edad, empezó a sentir dolores de cabeza, luego de su diagnóstico fue intervenido quirúrgicamente y en 2009 padeció una embolia.

Al menos dos decesos aparecen vinculados con la central atómica. Félix Rafael Ortega Domínguez, quien trabajó durante 10 años en el laboratorio químico de la generadora, falleció en agosto de 1996 de cáncer renal, según su expediente clínico.

Historia similar es la de José Luís López Islas, fallecido en 1997 por fibrosis pulmonar y cuyo puesto fue "ayudante de operador de desechos radiactivos" de la planta. La CFE no ha querido reconocer que la dolencia de esta persona pudo provenir de su trabajo en el complejo.

"Es necesario un estudio independiente para determinar si la radiación afecta la salud. Cabe suponer que sí perjudica", indicó a IPS Bernardo Salas, director del Laboratorio de Análisis Radiológicos de Muestras Ambientales de la Facultad de Ciencias de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre 2007 y 2009, Salas, quien fue despedido de CFE por denunciar anomalías en Laguna Verde, encontró rastros de los elementos radiactivos cesio-137 y cobalto-60, sinónimo de eventual polución, en tres puntos contiguos a la central, en el marco de un proyecto de análisis radiológico desde el Golfo de México hasta el sudoriental estado de Quintana Roo, en el sudeste mexicano.

El reactor 2 de Laguna Verde estuvo fuera de control el 8 de febrero de 2006 debido a una falla eléctrica, por lo cual estuvo en riesgo de fundirse, según Salas.

Un accidente nuclear podría golpear a 80 por ciento del territorio mexicano, según un reporte de simulacro de 2008 del Comité Inter-Agencia sobre Respuesta a Accidentes Nucleares, adscrito a la Agencia Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena.

"¿Qué seguridad se puede tener cuando uno ve lo de Japón? No sabemos qué puede pasar mañana", sostuvo Rodríguez, en cuyo municipio las principales actividades son la siembra de maíz, fríjol, ají y sandía y la producción ganadera.

El Senado ya pidió al gobierno información sobre la operación de la instalación y los planes de contingencia en caso de accidente. Además, un grupo de senadores organiza una visita a la planta para el próximo 6 de abril, gira que los activistas no quieren que se convierta en "un tour nuclear".

"La decisión del gobierno no nos va a dar tranquilidad. Una visita no sirve para garantizar que la planta funciona bien. Se tiene que hacer un estudio serio y profundo", resaltó Gutiérrez de Vivanco.

"Es una planta vieja. No tenemos información ni estamos preparados para un desastre", se lamentó Georgina López, cuya hermana ingiere tres medicamentos cada ocho horas para poder llevar su enfermedad.

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