LIBIA: UNA GUERRA CON NOMBRE Y APELLIDO

Yo quedé hondamente impresionado cuando era un niño de 11 años al ver que mi padre, que era médico, operaba día y noche para salvar las vidas de soldados alemanes que habían ido a ocupar mi país, Noruega, gravemente heridos por un torpedo que alcanzó su nave cuando intentaban desembarcar. Mi padre decía que el deber supremo de un médico es el de salvar vidas sin distinción alguna.

Un médico que cura sólo a amigos y no a enemigos, es un participante en la guerra o un cómplice. Una organización que protege a los civiles sólo de nuestro lado y no a los del otro no es humanitaria sino beligerante. De modo que no hay nada de histórico en la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. Histórica hubiera sido una resolución para proteger a los civiles en todas las guerras, incluyendo una zona de restricción de vuelos sobre Gaza, Bahrein, Pakistán y Afganistán. Pero el mismo día en el que se aprobó la Resolución 1973, el 17 de marzo de 2011, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) dio lugar a titulares de primera plana al matar a civiles en Afganistán, que por lo visto es una rutina diaria.

Lo que está sucediendo ahora en Libia es una intervención en la que se apoya a una parte contra la otra. Esto tiene un sólo nombre: guerra.

Es verdad, el presidente Barack Obama es más multilateral que George W. Bush. Pero el problema no es cuántos son los que deciden sino qué deciden. También es verdad que la resolución del Consejo de Seguridad excluyó la predicción hecha por Fidel Castro el 21 de febrero de que la OTAN iba a ocupar a Libia.

La mayoría y la no aplicación del veto fueron claras. Pero el trío anglo-estadounidense-francés representa a menos de 500 millones de personas, mientras los cinco países que se abstuvieron –Brasil, Rusia, China, India y Alemania- constituyen casi la mitad de la humanidad.

Quien gane el apoyo de los países islámicos dirigirá el mundo y la OTAN ahora está en guerra con cuatro de ellos.

Que Estados Unidos quiera colocarse en un segundo plano se explica fácilmente. Está en bancarrota y quiere compartir los costos y riesgos económicos, militares y, sobre todo, políticos. Hay objeciones en el Congreso estadounidense sobre el tema y algunos temen que pueda convertirse en un atolladero peor que el de Afganistán.

Por supuesto que nadie debería simplemente mirar como un régimen reprime a su propio pueblo, como hizo Gadafi. Todo otro tipo de medidas deberían haber sido usadas, incluyendo el derribo de sus aviones por medio de misiles transportados por naves de guerra. Pero como alguien dijo irónicamente en la Radio Nacional Pública de Estados Unidos “el Presidente Obama ha lanzado más misiles crucero que todos los otros ganadores del Premio Nobel de la Paz juntos” y esos proyectiles han golpeado todo tipo de blancos existentes ya estuvieran volando, circulando en vehículos terrestres o caminando.

Un precedente es la acción de la OTAN contra Serbia, en la que usó “todos los medios necesarios”, pero sin un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. Como en Libia, en Serbia-Kosovo el Occidente hizo su propaganda habitual. El enemigo es reducido a una persona a odiar, o sea la receta usada por Orwell en su libro “1984”. Milosevic, Hussein, Osama bin Laden y ahora Gadafi. Ese trabajo preparatorio ha sido también hecho en cuanto a Fidel Castro y Hugo Chávez, hasta ahora sin acciones ulteriores. Es una paradoja que el Occidente , que ha producido la idea de un contrato social que el pueblo puede reconsiderar –Rousseau contra Hobbes- se concentre en sólo una persona y tan poco en la gente.

Pero las metas en Serbia eran claras: bombardear empresas estatales, no las privatizadas, abrir el camino a las corporaciones transnacionales para el control de los recursos naturales, conseguir instalar esa enorme base militar llamada Camp Bondsteel y apoyar a un llamado ejército de liberación (UCK) que ostenta antecedentes récord en materia de horrores. Las armas usadas contra Serbia incluyeron bombas de racimo y uranio empobrecido, que es radiactivo y causa cáncer en esta generación y en las que vendrán.

No sabemos si esto es aplicable en la guerra contra Libia. No resulta claro quienes son los rebeldes, aunque no hay dudas de que están fuertemente y con razón opuestos a la dictadura de Gadafi. Pero ¿qué es lo que quieren? Presumiblemente permitirán las inversiones extranjeras directas en el petróleo y la instalación de una o dos bases militares, tanto por gratitud como para solidificar la victoria. Y Estados Unidos tendrá entonces lo que ha buscado durante largo tiempo: una base de la OTAN en África.

En Libia, quizás haya millones a quienes no les gusta Gadafi, pero a los que en cambio les gustan mucho algunas de sus realizaciones. El Occidente bien puede convertirse en víctima de su propia doctrina de “un país-una persona” y cometer un más duradero y trágico crimen contra la humanidad. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Johan Galtung, profesor de Estudios sobre la Paz, y Rector de TRANSCEND, una organización que promueve la paz, el desarrollo y el medio ambiente.

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