LIBERIA: Crisis humanitaria marfileña desborda la frontera

Miles de marfileños escapan a Liberia a raíz de la violencia desatada en su país tras las elecciones de noviembre que lo dejaron al borde de una guerra civil.

El cuestionado presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, no cede a las presiones internacionales para que renuncie al cargo tras el triunfo electoral, avalado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de su tradicional rival Alassane Ouattara.

La disputa de poder que siguió a los comicios marfileños dejó cientos de personas muertas, casi un millón de desplazados y una economía deteriorada.

El conflicto tiene consecuencias sobre los países vecinos, que se recuperan de sus propios problemas.

Los pobladores de Butuo, a un par de kilómetros de la frontera con Costa de Marfil, reciben a decenas de marfileños en sus pequeñas viviendas y, en algunos casos, les dan, literalmente, la comida de sus platos y la ropa que llevan puesta.
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Ellos recuerdan lo que es haber perdido todo y tener que escapar al monte de los disparos de armas automáticas. No se olvidan de quienes los ayudaron cuando estuvieron en problemas.

Varios miles de liberianos se refugiaron en Costa de Marfil durante los 14 años de la guerra civil que terminó en 2003.

Desde que refugiados de la aldea marfileña de Bin Houye, al otro lado de la frontera, comenzaron a llegar a Butuo, Titos Peters albergó a unas 60 personas, además de la decena de familiares con quienes convive.

Muchas de las personas que recibió son parientes, pero también hay extraños que necesitan ayudan, indicó Peter, quien vive desde hace años en este pueblo.

"Estamos todos relacionados", explicó Peters, quien vivió durante años en Bin Houye, cuando la guerra de Liberia. "Si algo pasa de este lado, vamos para allá. Cuando algo pasa allá, vienen para acá", indicó.

Pero hace meses que están llegando marfileños a este poblado y se agotan los escasos recursos de agua y de alimentos. Las tensiones comienzan a surgir con la propagación de enfermedades y el hambre que afecta a cada vez más personas.

Los refugiados llenan las casas de la población local y se comen su comida, sin importar sin son invitados o no, y se propagan enfermedades porque la gente defeca en espacios públicos por falta de instalaciones adecuadas, se lamentó la representante de distrito Annie W. Kwaleh, a quien se le agota la paciencia.

"Lo poco que tienen lo comparten con los extranjeros", explicó Kwaleh. "No quieren irse a los campamentos y no los podemos echar. Se comieron todo, no nos queda nada. No sabemos qué hacer", añadió.

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) desplaza lentamente a la gente al campamento de Bahn, a 60 kilómetros de un camino en mal estado. El lugar tiene una capacidad para 15.000 personas, pero sólo hay 2.500.

Hay otro campamento en construcción y varios más provisorios en todo el condado de Nimba, donde se concentra la crisis humanitaria en este momento.

El trabajo de la organización se complicó a partir del 24 de febrero, cuando estalló un fuerte enfrentamiento en la frontera occidental de Costa de Marfil entre fuerzas de Gbagbo y ex integrantes del ejército rebelde, leales a Ouattara.

"Ese día comenzó con una llamada que nos informó que había 2.000 personas en la frontera", relató Dina Sinigallia, responsable de relaciones externas de la dependencia de Acnur en Saclepea, cerca de Bahn.

Acnur debe hacer frente a una creciente cantidad de personas en la frontera y al deterioro de la seguridad. Ahora su objetivo es sacar a la gente de la zona. La agencia recomienda a los refugiados que se desplacen hasta Bahn o a una de las 15 comunidades con zonas para alojarlos, explicó Sinigallia.

"No habrá más asistencia en la frontera y es poco probable que se siga distribuyendo alimentos", indicó.

Pero muchos refugiados se niegan a ir a Bahn porque no quieren alejarse de sus familiares que quedaron en Costa de Marfil. Además dicen que el bulgur (alimento a base de trigo) que les entrega Acnur les hace mal.

"No podemos obligar a la gente a desplazarse", explicó Sinigallia. "Tiene que ser voluntario", remarcó.

El poco alimento distribuido era inadecuado, el mismo bulgur que hace que los refugiados no vayan a los campamentos, y las condiciones de higiene se deterioran, señaló P. Zoyeagbander D. Gbeardeu, asistente del superintendente de Butuo.

Desde que comenzó la afluencia de refugiados, a fines de febrero, murieron por lo menos siete personas de diarrea, indicó.

"Les dijimos que es mejor que se vayan a los campamentos porque se nos agotó la comida", indicó Gbeardeu. "Si se quedan tendremos que irnos todos o nos moriremos de hambre", añadió.

La seguridad también es un motivo de preocupación. El distrito de 47.000 habitantes tiene tres policías, 13 funcionarios en la frontera y ocho de migraciones. Los combates se desarrollaron tan cerca que la población pudo escuchar disparos y artillería pesada, apuntó.

"No queremos que pase nada malo, pero si llega a ocurrir estamos en una situación de extrema vulnerabilidad", remarcó.

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