Quienes asuman como arquitectos del nuevo Egipto, país en transición a la democracia luego de tres décadas de gobierno de Hosni Mubarak, podrían tomar lecciones de Indonesia para impedir el retorno a un régimen autoritario.
Un levantamiento popular puso fin al gobierno de Alí Suharto en 1998, y desde entonces ese país de Asia sudoriental lanzó una serie de reformas legales para respetar los derechos humanos, promover la participación política, crear una democracia multi-partidaria y consolidar la pluralidad cultural.
Todo esto, opinó Rafendi Djamin, representante indonesio en la Comisión Intergubernamental de la ASEAN sobre Derechos Humanos, ha estado en el corazón de la exitosa historia indonesia.
La ASEAN es la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, bloque regional de 10 países miembros, incluyendo a Indonesia.
"Sería muy, muy difícil el regreso de un régimen al estilo de Suharto", dijo a IPS. "Pero necesitamos estar vigilantes ante posibles contratiempos en nuestra democracia con reformas aún inconclusas en cuanto a la seguridad, la administración de la justicia y la corrupción", añadió.
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Otra luz que guió a Indonesia a salir de los años oscuros bajo Suharto —fuerte aliado de Estados Unidos hasta el fin, al igual que Mubarakfue la recuperación de la libertad de prensa y opinión, lo que le ganó elogios de organizaciones de derechos humanos.
Las últimas elecciones generales, en abril de 2009, fueron una clara evidencia del florecimiento político en la Indonesia post-Suharto. Treinta y ocho partidos presentaron a un total de 12.000 candidatos para 560 asientos parlamentarios.
Esto fue un drástico incremento respecto de los apenas tres partidos políticos que tenían permiso para participar bajo los dictados de Suharto en elecciones por lo general fraguadas a favor del régimen y sus aliados.
El cambio fue logrado gracias a los lentos pero persistentes esfuerzos para desmantelar el sistema diseñado por Suharto con el fin de mantener el control sobre el país. En ese esquema, las Fuerzas Armadas, con 400.000 efectivos, jugaban un papel político fundamental.
Cuando un nuevo y expandido parlamento comenzó sus sesiones a fines de 2004, tras las elecciones generales de ese año, los notables ausentes fueron los militares, a los que el régimen de Suharto les garantizaba 20 por ciento de las bancas.
Suharto, quien llegó al poder en un golpe de Estado en 1965, militarizó Indonesia designando legisladores del sector castrense a partir de los años 70, asegurándoles 100 asientos.
Los uniformados "fueron identificados con Suharto y perdieron credibilidad", explicó Dewi Fortuna Anwar, directora de investigación en el Centro Habibie, respetado instituto de Indonesia. "Se convirtieron en objetos de reforma", agregó.
"Este fue un requisito fundamental para el cambio en Indonesia", señaló en conversación telefónica desde Yakarta. "Hubo una aceptación pública de que los militares no tenían lugar en el proceso se reformas políticas".
Pero eliminar la presencia militar de la política y alcanzar un nivel de estabilidad que asegurara un mayor control civil fue "un camino largo, ventoso y rocoso", ilustró. "Sólo comenzamos a estabilizarnos en 2003, y tuvimos nuestras primeras elecciones presidenciales en 2004".
Otro país con una aun más antigua historia de transición política es Filipinas.
Los filipinos derrocaron a otro hombre fuerte en el poder, Ferdinand Marcos, quien también fue aliado de Washington durante su régimen de dos décadas. Marcos fue derrocado por una protesta popular y terminó exiliado en Hawai.
Más de dos millones de filipinos se reunieron durante días en la Avenida Epifanio de los Santos (conocida como EDSA) en Manila, y obligaron así la salida de Marcos.
Sin embargo, ahora que los filipinos se preparan para celebrar el 25 aniversario de la Revolución EDSA, entre el 22 y el 25 de este mes, analistas señalan que todavía no se han cumplido varias promesas de erradicar la cultura de abuso político y corrupción de la era Marcos.
Aunque actualmente ese país goza de una democracia más vibrante, de elecciones regulares y de la "improbabilidad de otro régimen al estilo Marcos gracias a muchos controles y equilibrios políticos", todavía hay "una tendencia hacia las dinastías políticas", opinó Joy Chavez, jefa de la oficina sobre Filipinas del centro de estudios regional Enfoque en el Sur Global.
"Las reformas políticas en la Constitución garantizan más participación popular en la vida política, y el derecho a libertad de información sirve para controlar a los que están en el poder, pero las leyes que posibilitan todo esto no han sido implementadas aún", dijo a IPS.
Un tercio de la población filipina actualmente vive por debajo de la línea de pobreza, y las políticas económicas a su favor todavía no han sido aplicadas 25 años después de la Revolución EDSA, dijo el activista Walden Bello.
"La transformación política no ha sido seguida por una transformación económica y social para redistribuir los ingresos y el poder económico", explicó.
Pero las decisiones de los indonesios y los filipinos tras haber derrocado a sus respectivos dictadores fueron hechas en un clima diferente al que prevalece hoy en Egipto, donde los militares han asumido el control del proceso de reformas.
"El ejército egipcio tiene grandes decisiones por delante, y pondrán a prueba su compromiso con la democracia que dijeron promover y proteger", señaló en un editorial esta semana el diario Philippine Daily Inquirer.
"Cuando el las protestas populares deriven en una decidida caza por las riquezas de Mubarak, o en una fuerte llamado a dar cuentas a las represivas fuerzas de seguridad, o en un imparable apoyo a un candidato que no puede tolerar, ¿dará el ejército modesta y dócilmente un paso al costado?", preguntó el periódico.