A pesar de que Portugal es el país con el voto legislativo más a la izquierda de la Unión Europea (UE), el conservador Aníbal Cavaco Silva logró su reelección presidencial con un holgado triunfo en primera vuelta.
En una aparente paradoja, la mayoría absoluta de los 9,6 millones de electores que concurrieron a las urnas el domingo decidió otorgar un segundo mandato de cinco años a este economista y profesor universitario de 71 años, doctorado en la británica Universidad de York y dos veces primer ministro entre 1985 y 1995.
En ese período al frente del gobierno, Portugal comenzó su gran viraje hacia el neoliberalismo, aceptando las imposiciones de la UE para reducir drásticamente su producción agrícola, captura pesquera y el debilitamiento de los servicios públicos.
Ante la lluvia de críticas de la oposición, el entonces primer ministro Cavaco Silva pronunció una frase presuntamente tranquilizadora, hasta hoy citada por sus adversarios como muestra de arrogancia: "Yo nunca tengo dudas y raramente me equivoco".
El recuento oficial final de votos confirmó este lunes su victoria al lograr 52,94 por ciento de las preferencias, una victoria contundente si se considera que la suma de los votos de la izquierda en el parlamento alcanza a 55 por ciento.
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En segundo lugar, con 19,75 por ciento, se ubicó Manuel Alegre, ex diputado y poeta, cara visible de la llamada "ala izquierda" del Partido Socialista (PS) al que también pertenece el primer ministro José Sócrates, exponente del "ala liberal", quien ante el hecho consumado hace seis meses del lanzamiento de la candidatura no tuvo otro remedio que apoyarle.
La rebeldía de Alegre ante las decisiones en el ámbito de la política económica, fiscal y social del gobierno de su partido le significó el apoyo de los ex trotskistas del Bloque de Izquierda (BE, por su sigla en portugués, Bloco de Esquerda), el partido de esta escuela de pensamiento más fuerte de la UE, con 9,8 por ciento de votos legislativos.
La sorpresa de la noche fue la alta votación de la llamada "candidatura de la ciudadanía", que fue la del médico independiente Fernando Nobre, quien obtuvo 14,09 por ciento de los sufragios sin ningún apoyo partidario. Es presidente de la Asociación Médica Internacional (AMI), la principal organización no gubernamental portuguesa de ayuda a los países en desarrollo.
Francisco Lopes, dirigente del Partido Comunista Portugués, logró 7,14 por ciento, el doble de la adhesión que recogía en las encuestas previas.
Este resultado no es considerado sorpresivo, ya que las empresas encuestadoras, sin excepción, en todas las campañas electorales celebradas desde la instauración de la democracia en Portugal, a mediados de los años 70, siempre otorgan mucho menos intención de votos a los comunistas que los que luego recogen en las urnas.
Por eso, una segunda sorpresa fue la votación lograda por José Manuel Coelho, diputado del parlamento regional de Madeira, militante comunista hasta 1999 y actual miembro del partido de extrema derecha Nueva Democracia, que consiguió 4,5 por ciento de los votos.
La lista se cerró con el disidente del oficialismo socialista Defensor Oliveira de Moura con un modesto 1,57 por ciento.
La diputada socialista Ana María Gomes, una de las más destacadas dirigentes de la izquierda del PS, explicó a IPS que "Manuel Alegre tenía una misión imposible, al enfrentar a un candidato que ocupa el más alto cargo de la nación".
Alegre fue a la batalla electoral "con un PS dividido, a pesar de que Sócrates se haya empeñado en la campaña oficial", añadió.
Por último, la elección se produjo "en una coyuntura extremadamente adversa, con funcionarios públicos que tres días antes de las elecciones, reciben anuncios de recortes salariales resultantes de las medidas de austeridad determinadas por el gobierno del PS", concluyó la legisladora.
En efecto, el holgado triunfo del candidato conservador es explicado por los analistas por el evidente desgaste de Sócrates, que ha debido afrontar la peor crisis económica de los últimos 80 años. Medidas draconianas como la subida de impuestos y caída en la protección social con que se pretende contener el déficit fiscal en 2011 marcaron la gestión.
El presupuesto para 2011 incluye la reducción de los salarios en la administración pública, el congelamiento de las jubilaciones y los ascensos en las carreras, el incremento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de 21 a 23 por ciento y recortes en las ayudas a las familias indigentes.
A modo de protesta contra estas medidas, inéditas en el Portugal democrático, la mayoría de los electores decidió castigar a Alegre.
Muchos de los 5,6 millones de habitantes económicamente activos, del total de 10,6 millones de portugueses, registraron un notorio descenso del nivel de vida y una falta de expectativas futuras durante la gestión socialista. Los principales afectados fueron los jóvenes, las nuevas víctimas del sistema, con un índice de desempleo que duplica la tasa general.
Desde hace un año, dirigentes del "ala izquierda" del PS fustigan a al gobierno por permitir que los salarios más altos de las empresas estatales, que en 2004 superaban en 27 veces a los más bajos, desde que asumió Sócrates en 2005 esa disparidad se ensanchó a 32 veces.
En las privadas, se llega hasta 187 veces, una política jamás criticada por el primer ministro, convencido defensor de dejar todas las decisiones al mercado.
Una lectura atenta a los análisis de los últimos 15 días, conducen a la inevitable conclusión que el elector medio, mayoritariamente despolitizado pero atento a las presiones de los especuladores financieros internacionales, teme que un presidente de izquierda no sea aceptable para los omnipotentes mercados, cuyas agencias calificadoras de crédito dirigen fuego cerrado contra Portugal para multiplicar sus lucros.
A pesar de que las elecciones fueron un cartón amarillo para toda la izquierda, las opciones de voto para los portugueses no fueron elegir entre dos filosofías políticas, sino entre dos biografías: la de un estadista sólido como Cavaco Silva o la del poeta y díscolo socialista Manuel Alegre.