«Los peces están desapareciendo», dice el zimbabwense Tjilo Tjilo, de 67 años, quien vive en el pueblo de Bingam, a orillas del río Zambezi. Pasó su vida pescando especies como pargos y sardinas de agua dulce, conocidas localmente como peces kapenta, que ahora escasean.
Secos o ahumados, los kapentas constituyen una fuente importante —y barata— de proteínas en la región.
Al ponerse el sol, Tjilo se une a un grupo de hombres que conoció hace décadas cerca de las costas para realizar un trabajo nocturno: pescar kapentas con la ayuda de un farol, que atrae a los cardúmenes cerca de la superficie, donde se los captura con una gran red.
"Los peces están desapareciendo", repite, manipulando el papel de periódico para armar un cigarrillo. Lo hace en parte por placer y en parte para protegerse de los mosquitos.
"Aunque a lo largo de los años nos hemos embarcado en la cría de peces como parte de nuestros esfuerzos para asegurarnos de sobrevivir pese a la pesca excesiva, los extranjeros se internan en nuestras aguas y estamos preocupados por nuestro futuro", dice.
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El Zambezi fluye a través de seis países en su ruta desde aguas zambianas hasta donde ingresa al océano Índico, en Mozambique. Binga está en la costa sudoriental del inmenso lago Kariba, que es artificial y se creó en 1959, cuando se instaló una represa en el río. La aldea se construyó para reubicar a los tongas, cuya tierra quedó sumergida por la reserva del Kariba.
Los extranjeros de los que hablan Tjilo Tjilo y sus colegas son pescadores del lado zambiano del lago. Los hombres de Binga dicen que estos buscan kapentas en particular en las aguas zimbabwenses, y que lo hacen en potentes embarcaciones.
Ya existe un mercado para esta variedad en los pueblos que rodean el lago y en ciudades tan distantes como la sudoccidental Bulawayo. La pesquería de kapentas constituye una importante fuente de empleo a ambos lados de la frontera.
La regulación de la flota pesquera es un problema. Johann Jordan, director de la empresa zambiana de pesca comercial Maaze Holdings, fue uno de quienes dieron la voz de alarma en 2010.
Jordan dijo al periódico Lusaka Times que las autoridades de Zambia habían emitido más de 700 licencias, pero que creía que por lo menos 1.000 embarcaciones estaban pescando en el lago.
"En la industria de los kapentas no hay controles, la gente pesca en las áreas de reproducción y no hay nada que frene los robos", agregó.
En Binga, los pescadores dicen que crían kapentas, pargos y peces tigre desde hace muchos años para estimular las existencias de estas variedades. Sus esfuerzos recibirán un impulso este año, luego de que el Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) declare reserva al lado zimbabwense del valle del Zambezi. Este programa busca apoyar el manejo sustentable de los recursos terrestres, costeros, marinos y de agua dulce, con la activa participación de las comunidades locales.
"Siempre hemos intentado hacer algo para asegurarnos de no destruir nuestros propios medios de sustento, pero es importante hacer que otras personas se den cuenta de que necesitamos trabajar juntos para salvar a los peces, porque nos ayudará gente que sabe de qué está hablando", dice el pescador Justin Modhlari, quien trabaja junto con Tjilo en su cooperativa de seis integrantes.
"El manejo de las pesquerías debería complementarse con el desarrollo de una industria pesquera sustentable y moderna pero basada en la comunidad, lo que incluiría la captura, la cría, la recolección, el procesamiento, la preservación, el almacenamiento y la comercialización de productos pesqueros", señala el investigador Sobona Mtisi, del Programa de Políticas Hídricas del británico Instituto de Desarrollo de Ultramar.
En vez de depender únicamente de la pesca, los pescadores locales pueden participar en varios aspectos del turismo relacionado con el agua en la cuenca del Zambezi.
Esa cuenca constituye una reserva de biodiversidad. Además de mejorar su manejo de las existencias de kapentas, comunidades como la de Binga intentarán desarrollar la pesca recreativa y los recorridos por el entorno natural.
También hay potencial —en caso de que se pueda construir infraestructura para la irrigación— de promover la agricultura como parte de un medio de sustento combinado para personas como Tjilo, que ahora dependen exclusivamente de la pesca para vivir.