Mi participación en el Foro Económico Mundial (WEF) que concluyó el 30 de enero en la ciudad suiza de Davos, como un activista de larga data y director ejecutivo de Greenpeace Internacional ha hecho arquear las cejas a más de uno y ha sido el tópico de un acalorado dialogo interno. Yo mismo me pregunté, cuando oía noticias de las manifestaciones anticapitalistas, si estaba del lado correcto de las vallas de seguridad y de la fortaleza en que han convertido a Davos para celebrar esta reunión.
Pero hay ocasiones en las que tiene sentido asistir a encuentros de este tipo, por ejemplo para poder comunicarse con los capitanes de la industria y mantener con ellos una conversación franca. En Davos me reuní con no menos de 15 directivos de importantes corporaciones, cuyas decisiones repercuten sobre nuestro ambiente, afectan los derechos de los trabajadores y finalmente determinan que clase de mundo le dejaremos a nuestros hijos y nietos.
Davos es, para quienes lo rechazan, un elitista encuentro de contactos rápidos entre ejecutivos de poderosas empresas y puede ser que así sea- que fue fundado según su propia definición, para mejorar el estado del mundo a través del compromiso de dirigentes de empresas y de la política, así como académicos y otros líderes de la sociedad, de establecer agendas globales, regionales e industriales.
Sólo pocos más de 200 de los más de 2.000 participantes en la reunión de Davos proviene de la sociedad civil, de sindicatos o de grupos religiosos, o sea alrededor del 10% del total. Eso ubica a la sociedad civil aún por debajo de la representación de las mujeres, que es un débil 16%. Por lo tanto, el WEF está lejos de ser una reunión representativa, pero sin duda la riqueza y el poder están allí presentes y la posibilidad de decir la verdad directamente a los poderosos hace que el viaje valga la pena.
Citaré dos ejemplos entre muchos: el primero fue un desayuno informativo con Unilever y algunos de sus 150 clientes. Esta fue una oportunidad única para suscitar la conciencia del impacto de las políticas de abastecimiento de las compañías, para hablar sobre el efecto negativo de las plantaciones de palma aceitera sobre los bosques tropicales en Indonesia. en la fauna silvestre y en los pequeños agricultores y los pueblos indígenas que son a menudo desplazados al mismo tiempo que se desmontan las selvas.
En esa ocasión el director general de Unilever al presentarme habló sobre la curiosa relación que su compañía mantiene con Greenpeace. Mencionó nuestro debate con respecto a la necesidad de proteger las selvas y de la vez en que, el año pasado, activistas de Greenpeace se presentaron sorpresivamente en la reunión anual de Nestle para denunciar a los participantes el problema del aceite de palma y la destrucción de la selva pluvial.
El segundo ejemplo fue cuando fui entrevistada por Randi Zuckerberg, hermana de Mark, el fundador de Facebook, y mis declaraciones fueron trasmitidas en vivo por Facebook desde el sitio de los medios sociales de comunicación en Davos. Ésta fue una gran oportunidad para ilustrar nuestra actual campaña para convencer a Facebook sobre la necesidad de no recurrir al carbón, tan hostil para el ambiente. Durante meses habíamos estado llamando a Facebook para que usara productos ecológicos y dejara de usar energía de centrales eléctricas a carbón para hacer funcionar sus masivos centros de datos.
Davos no es exactamente una reunión para la reanimación de la conciencia social o ecológica, pero muchos asistentes comienzan a comprender que los fundamentos sociales y ecológicos están directamente vinculados a los intereses de sus propias compañías. Ellos saben que cada vez más y más consumidores de sus productos votan con sus bolsillos para exigir una producción limpia y respeto por los derechos de los trabajadores y de la población local.
Aunque la presión externa ha ayudado a llevar cuestiones ambientales a las agendas de los industriales resulta claro después de varios días en Davos que son demasiado pocos los que verdaderamente comparten la urgencia de hacer frente a la amenaza climática.
Greenpeace no tiene enemigos ni amigos permanentes. Lo que buscamos es trabajar en concierto con todos aquellos que comparten nuestro deseo de un futuro verde y pacífico. En verdad, yo tenía la esperanza de encontrar más de ellos en Davos. Aunque nosotros protegemos fieramente nuestra independencia al no aceptar fondos de las corporaciones, eso no significa que no podamos trabajar con ellas para el logro de un propósito común.
Para mí Davos es una oportunidad clave para hablar y decir nuestra verdad directamente a los que tienen el poder. Es también una oportunidad para exhortar a los capitanes de la industria como padres, abuelos y conciudadanos a proteger este finito y frágil mundo nuestro. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Kumi Naidoo es el Director Ejecutivo de Greenpeace Internacional.