La revolución digital transforma a la gente en productora a la vez que consumidora de contenidos. Una realidad aún en digestión que coloca a los profesionales de la información ante algunas incógnitas y más perplejidades sobre su papel social, sus deberes y, también, sus derechos.
Para el catedrático brasileño Rosental Calmon Alves, el mundo atraviesa "una revolución con muy pocos precedentes históricos, comparable con la que produjo (Johannes) Gutenberg", el inventor de la imprenta moderna, a mediados del siglo XV.
Alves es uno de los mayores evangelizadores del periodismo en red y promotor de lo que llama un "ecosistema de medios", muy diferente al dominante en el siglo XX, cuya mayor potencia la tendrá la plataforma digital multimedia y el sector impreso será secundario.
Un elemento de esa biodiversidad es el cambio de un sistema "media-céntrico" a otro "yo-céntrico", argumenta el ciberentusiasta brasileño, donde cada persona es potencialmente un microorganismo. Se ingresó en la sociedad del "prosumer", del productor-consumidor de contenidos, aseguró al diario español El País.
Los soportes de expresión de esa sociedad son múltiples y resulta aventurado pronosticar cuales sobrevivirán antes que se sequen los cimientos de la nueva era. Entre ellos destacan las redes sociales y en particular Twitter, un medio de comunicación basado en la participación ciudadana en la ciberinformación.
[related_articles]
¿Cuáles son los derechos y responsabilidades de los profesionales de la comunicación en esos medios sociales? ¿Su profesión limita su derecho ciudadano a expresarse en redes como Twitter? ¿Los empresarios mediáticos pueden limitar lo que digan en las redes como personas?
Expertos latinoamericanos reflexionaron para IPS sobre éstas y otras interrogantes en que navegan los periodistas estos días.
El colombiano Javier Darío Restrepo, uno de los mayores y más cercanos referentes regionales de ética periodística, fijó una premisa: "La ética no cambia con las tecnologías".
"La que fue válida para Gutenberg, sigue siéndolo para el cibernauta. Es más rigurosa para éste porque el instrumento que maneja es más poderoso. A más poder técnico, mayor exigencia en la responsabilidad", dijo. "Tengo un compromiso ético con la verdad como redactor de un periódico y como twittero", acotó.
En cuanto a sus responsabilidades, para el periodista que twittea sí hay diferencias entre lo que publica en el medio para el que trabaja y lo que postea en la red de microcontenidos, planteó Restrepo, director del Consultorio Ético de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
"En el periódico habla en nombre de un medio que tiene una credibilidad real y conferida por los lectores. En Twitter habla a título personal, esto disminuye su responsabilidad, pero no mengua su compromiso con la verdad", afirmó.
Para Restrepo, siempre que comunica, el periodista debe tener en cuenta que "no es libre para decir lo que le dé la gana sino lo que debe decir" y que "ni la libertad (de expresión) ni los derechos son absolutos. Siempre tienen limitaciones en su ejercicio, que resultan de los derechos y libertades ajenas".
Margarita Torres, profesora en la facultad de Comunicación de la mexicana Universidad Iberoamericana, consideró que el periodista tiene los mismos derechos que el resto de la ciudadanía a usar las redes sociales, pero "el cuidado y el respeto de la propia profesión marcará los limites" en su uso.
A Torres le cuesta deslindar los derechos humanos de los comunicadores de su profesión. "No puedo hacer a un lado la idea de la integridad", dijo quien también integra la Red de Periodistas de A Pie, muy activa en el ciberespacio.
"Los derechos humanos de los periodistas no se pueden limitar, deben ser iguales a los de cualquier ciudadano, pero al mismo tiempo es uno de los guardianes del ultra-aclamado derecho a la información, y todo lo que éste implica", afirmó la académica mexicana.
Cuando actúa en redes como Twitter, el periodista no puede olvidar que sus seguidores, el público en este caso, quieren "información confiable", contada de manera diferente, "en ocasiones más aguerrida, pero confiable", dijo la especialista en responsabilidad social de los comunicadores.
Torres citó casos observados con periodistas a los que los seguidores precisan y exigen rectificación de información incorrecta que han dado en Twitter en cuentas personales, o de responsables de medios convencionales que son requeridos en las redes por decisiones editoriales de su publicación.
Sobre los límites o confrontaciones que ya han surgido entre el medio empleador y el periodista por su participación personal en Twitter y otras redes, al mantra ético de Restrepo, Torres sumó la autorregulación como herramienta, en particular de transparencia.
Los códigos deontológicos y los reglamentos internos de los medios ayudan como hojas de ruta. Pero cuando su punto de vista colide con el del medio donde el periodista trabaja o colabora, eso no impedirá los despidos o sanciones por lo que digan en espacios personales como cibernautas, o en columnas y análisis en su propia publicación.
El problema, apuntó Torres, "es que no se les ha exigido a los medios que sean claros con sus políticas laborales y éticas, y ahora vienen las relacionadas con las redes sociales".
Raisa Uribarri, profesora e investigadora de la venezolana Universidad de Los Andes, sumó otro problema que enfrentan los periodistas al expresar sus opiniones personales en las redes o la blogosfera: el uso que de ellos puede hacer el poder político o económico para denigrar al periodista.
"El rastro que dejas de tu vida privada en las redes genera opiniones que pueden operar a favor o en contra cuando te ves en el ojo del huracán", dijo Uribarri, que citó como ejemplo el caso de una periodista que hizo una pregunta incómoda al presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Medios oficiales y funcionarios utilizaron las opiniones registradas por la comunicadora en Twitter, desfavorables al gobierno, para descalificarla, aseguró Uribarri, especialista en comunicación y nuevas tecnologías, además de periodista.
"Las redes sociales, por su fácil uso, han contribuido a la exposición pública de los periodistas, no ya como trabajadores de un medio en particular, sino como ciudadanos con opiniones propias que, obviamente, no tienen por qué coincidir con las posturas editoriales de los medios en que trabajan", afirmó.
En una situación ideal Uribarri consideró que esa dicotomía no debería acarrear más problemas para los periodistas que los de sus compromisos éticos, pero hay documentadas represalias de medios contra empleados "cuando manifiestan, de manera personal y fuera de éstos, opiniones divergentes".
Frente al qué hacer, Uribarri encontró preguntas: "¿Autocensurarnos? ¿Mantenernos como una suerte de seres angélicos sin opiniones? ¿Dejar de usar las redes? ¿Limitarnos a tratar temas ajenos a nuestras fuentes profesionales? ¿Llevar una vida paralela en las redes? ¿Sería eso tolerable para los medios? ¿Valerse del anonimato? ¿Es eso ético?"
También contó una anécdota de un reciente "webinario" internacional sobre la gestión de la identidad periodística en la red. Una joven latinoamericana recién graduada de comunicadora social, pero con años de actividad digital y una identidad establecida, preguntó al hilo del debate: "¿Es decir que cuando entre a trabajar en un medio no voy a poder ser yo?".
La especialista ofreció su propia receta: "Cuido cada tuit, cada actualización en Facebook, cada línea en mi blog. Porque soy ciudadana, sí, pero una ciudadana con responsabilidades muy especiales derivadas de su profesión".