«No vamos a Cancún en mejores condiciones que las que tuvimos en Copenhague», dijo Thuli Makama, directora de Amigos de la Tierra-Swazilandia, mientras se preparaba para viajar a la conferencia mundial sobre el clima que se desarrolla en México.
Makama está preocupada por una propuesta particular para reducir las emisiones de gases invernadero: el uso de biocombustibles.
La activista señaló que las naciones industrializadas promovían la producción y la utilización de ese tipo de combustibles para satisfacer sus necesidades energéticas, pero alertó que eso podría dejar sin alimentos a pobladores del Sur en desarrollo.
"Corremos el riesgo de cultivar alimentos para las máquinas en vez de hacerlo para los estómagos", dijo Makama a IPS. Swazilandia afronta una seria escasez de alimentos: 170.000 de su millón de habitantes necesitarán asistencia alimentaria este año.
Makama y Amigos de la Tierra realizaron una fuerte campaña contra un proyecto para producir biocombustibles en base a los árboles de jatrofa en Swazilandia.
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La compañía británica D1 Oils firmó contratos con agricultores para que cultivaran ese tipo de árbol. Un acuerdo inicial con el gobierno preveía destinar 20.000 hectáreas al proyecto, con posibilidad de extenderlas a 50.000.
El sitio web de la empresa señala que existen millones de hectáreas de tierras marginales en los países del Sur en desarrollo que no pueden ser usadas en forma efectiva para el cultivo de alimentos, y podrían en cambio ser reservadas para la producción de biocombustibles.
"Gran parte de esta tierra es ideal para cultivos destinados a la energía, como la jatrofa", señala la firma.
Amigos de la Tierra habló con varios agricultores involucrados en el proyecto. Uno de ellos, Sam Dube, dijo a los activistas que había dedicado tres de sus campos a cultivar insumos para biocombustibles, donde antes producía alimentos y algodón.
Tuvo que esperar tres años para que madurara la jatrofa y poder empezar a recibir ganancias.
Pero ahora podría verse en problemas. D1 Oils se retiró del proyecto antes de que comenzara propiamente, según el representante de la firma en Swazilandia, Gaetan Ning, porque el gobierno nacional no lo había apoyado con la legislación necesaria.
"Querían que hiciéramos una estrategia nacional sobre biocombustibles, pero ése no es nuestro trabajo, sino de los gobiernos", dijo Ning. Después de gastar más de ocho millones de dólares durante cinco años para plantar en tierras privadas, la compañía decidió retirarse.
"Habíamos contratado a 500 personas para que trabajaran en esas tierras, y tuvimos que reducir ese número", añadió.
Gcina Dladla, portavoz de la Autoridad Ambiental de Swazilandia, lamentó que la compañía británica haya abandonado el proyecto después de que se le exigiera una evaluación estratégica ambiental.
"Queríamos determinar efectivamente el impacto de la jatrofa en la seguridad alimentaria y la calidad del suelo, en respuesta al malestar de organizaciones de la sociedad civil", explicó Dladla.
El consejero ambiental Rex Brown, quien trabajaba con D1 Oils en el proyecto, sostuvo que los biocombustibles no pueden ser causa de inseguridad alimentaria. Las inadecuadas políticas alimenticias, la carencia de alimentos, las fuerzas del mercado y el cambio climático son algunas de las razones por las cuales muchos habitantes de Swazilandia y otros países pasan hambre, señaló.
"Lo fundamental es que una persona pueda pagar su comida", dijo Brown. Cultivar jatrofa en tierras marginales áridas de Swazilandia, sostuvo, podría darle un ingreso firme a los campesinos.
Además, Brown destacó que el proyecto de D1 Oils tenía el beneficio añadido de capturar y almacenar dióxido de carbono, uno de los llamados gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario.
"El papel de la agricultura, y del cultivo de árboles en particular, en la mitigación del cambio climático se basa en la capacidad de la planta (como la jatrofa) para almacenar dióxido de carbono por largos periodos de tiempo", explicó.
Además, criticó las afirmaciones de que un propagado cultivo de insumos para biocombustibles desplazaría a los cultivos para alimentos.
"El caucho, el algodón, el cacao y el sisal, por ejemplo, son cultivados en extensas plantaciones en todo el mundo", dijo Brown. "Usando el argumento de los oponentes a los biocombustibles, deberíamos cuestionar también la seguridad alimentaria de estos cultivos", afirmó.
Pero con él discrepa Elfrieda Pschorn-Strauss, de la organización no gubernamental GRAIN, dedicada a apoyar sistemas de producción de alimentos biodiversos y comunitarios.
Pschorn-Strauss aseguró que la producción de biocombustibles a los que GRAIN prefiere llamar "agrocombustibles"ya ha desplazado a campesinos de sus tierras, afectado el cultivo de alimentos y causado la destrucción de bosques.
"Las muchas promesas de los agrocombustibles como la jatrofa no se han materializado", afirmó.
Pschorn-Strauss dijo temer que los biocombustibles ganen una amplia aceptación como parte de una estrategia de mitigación negociada en Cancún.
La industria "se las ha arreglado para promover mecanismos y acuerdos que le permitan legítimamente explotar el ambiente y a las personas por ganancias económicas", afirmó.
La respuesta al debate podría estar en la línea intermedia entre ambas posiciones. El investigador David Tilman, de la estadounidense Universidad de Minnesota, es el principal autor de un documento que subraya el potencial de una producción sostenible y responsable de biocombustibles.
Para lograr la máxima reducción de emisiones mientras se conservan los bosques y la biodiversidad, se podrían obtener biocombustibles de desechos municipales e industriales, de restos de cosechas y de madera producida en forma sostenible, así como de plantas perennes cultivadas en tierra degradada y ya no usada para la agricultura tradicional.