Después de transformarse en un ejemplo negativo de deforestación de la Amazonia brasileña, al acumular un rebaño de 12 millones de reses, el estado de Rondônia aprovecha la construcción de dos grandes hidroeléctricas y corredores interoceánicos para pasar de frontera agrícola a industrial.
La Industria Metalúrgica y Mecánica de la Amazonia, inaugurada en marzo por el grupo francés Alstom, en sociedad con la empresa brasileña Bardella, marca esa transición.
Producirá en Porto Velho, capital de Rondônia, equipos para las centrales hidroeléctricas previstas en ríos amazónicos del estado y del resto de Brasil, de Bolivia y de Perú, pese a protestas de ambientalistas, indígenas y pobladores ribereños.
El conglomerado industrial brasileño Votorantim ya había inaugurado en 2009 una planta de cemento en Porto Velho para atender a la demanda de Santo Antonio y Jirau, las hidroeléctricas que se construyen en el tramo en el estado del Rio Madeira, uno de los mayores afluentes del Amazonas.
Solo Santo Antonio requerirá una cantidad de hormigón correspondiente a 36 Maracaná, el estadio de fútbol de Rio de Janeiro considerado el más grande del mundo, y el acero de 16 torres Eiffel, según Eduardo Bezerra, funcionario de Odebrecht, principal socia y constructora de la hidroeléctrica.
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Abundancia de electricidad y materias primas, además de facilidades logísticas al estar en el centro del corredor entre puertos peruanos del Pacífico y brasileños del Atlántico, atraerán inversiones productivas al noroccidental estado, confía Gilberto Baptista, superintendente de la Federación de las Industrias de Rondônia.
Las dos hidroeléctricas incrementarán en seis por ciento la capacidad de generación del país, con un aporte inicial de 6.450 megavatios, que aumentarán si se aprueba ampliaciones de los proyectos originales.
Más importante, según Baptista, será una mejor conexión al Sistema Integrado Nacional de electricidad, lo que asegurará el suministro estable a la industria.
Santo Antonio y Jirau, combatidas por los ambientalistas como elementos de un desarrollo tradicional depredador de la Amazonia, exigirán inversiones equivalentes a unos 15.000 millones de dólares, casi el doble del anual producto interno bruto (PIB) de Rondônia.
El empleo de 30.000 trabajadores y la fuerte demanda de bienes y servicios elevaron los ingresos locales, impulsaron la construcción y el comercio y atrajeron inmigrantes, con su consecuente explosión de precios de la vivienda y alquileres.
Pero ese crecimiento es anterior al inicio de la construcción de las centrales en 2008. El PIB de Rondônia creció cuatro veces más que el promedio nacional entre 2003 y 2007, según el economista Valdemar Camata, gerente de Relaciones Institucionales de Odebrecht. En 2009, generó dos tercios de todos los empleos del Norte brasileño.
La exención o reducción de impuestos, tanto para el mercado interno como para la exportación, así como un crédito barato favorecen esa industrialización, acotó.
El Rondônia actual es producto de la expansión agrícola hacia el interior de la Amazonia, empujada por el régimen militar que imperó en Brasil entre 1964 y 1985. Tierras regaladas y una migración principalmente del sur, atraída por engañosas promesas de hallar "El Dorado", decuplicaron su población entre 1970 y 1991.
Tres décadas después del auge de la "colonización", solo 53,8 por ciento de sus 1,52 millones de habitantes son naturales del estado, destacó el economista.
La siembra inicial de arroz, cacao, café, maíz y otros productos cedió la primacía a la ganadería, que a partir de los años 80 creció vertiginosamente, hasta llegar a las 12 millones de cabezas de vacuno actual, lo que da la espantosa proporción de ocho reses por cada habitante humano de Rondônia.
La carne se convirtió en la principal producción del estado. La industria de lácteos y frigoríficos siguió a la economía anterior, extractiva forestal y minera, golpeada por la deforestación y las crecientes exigencias ambientales. De 2.500 empresas madereras "hoy quedan no más de 200", estimó Camata.
Las vías de transporte, hasta ahora escasas y precarias serán otro factor del empuje económico en Rondônia.
Están en marcha la pavimentación de carreteras que cruzan todo el estado y el vecino Acre, con ramificaciones hasta la frontera con Bolivia y Perú, junto con la construcción de puentes e hidrovías que harán de Rondônia un centro logístico de las regiones amazónica y andina.
El sector empresario de Rondônia, con escasa cultura exportadora, "solo miraba São Paulo" y otros grandes mercados orientales brasileños, pero ahora se vuelca también al Pacífico, abriendo "una nueva frontera del progreso", resumió Baptista.
Eso significa un mercado de 140 millones de habitantes en los vecinos países andinos que, por ser "poco industrializados, se abastecen en el oeste de Estados Unidos y Asia", acotó Camata.
Rondônia, más cerca, puede disputar consumidores en esas naciones que suman un PIB de 1,3 billones (millones de millones) de dólares.
La potencialidad se refleja en el comercio de Brasil y Perú. En 2003, el intercambio apenas sumaba 727 millones de dólares y en 2008 alcanzó los 3.255 millones, con gran superávit para Brasil, ejemplificó Camata, quien precisó que tras una caída en 2009 por la crisis económica mundial, las exportaciones se recuperaron este año.
Los planes empresariales y gubernamentales, que hacen de Porto Velho un punto de confluencia de varias rutas, comprenden la carretera a Manaos, capital del estado de Amazonas, un ferrocarril hacia el Sureste, la región más rica de Brasil, y una hidrovía para unir Rondônia con el norte de Bolivia y el sureste de Perú.
La carretera BR-319, construida en los años 70 y actualmente intransitable en la mayor parte de sus 870 kilómetros, exige una reconstrucción entrabada por exigencias ambientales.
Se teme que extienda la deforestación al centro aún preservado y muy biodiverso de la Amazonia.
Es una alternativa más rápida que la paralela hidrovía del Rio Madeira, facilitando el transporte de productos perecederos, como los hortícolas, al gran mercado de Manaos, un polo industrial de 1,7 millones de habitantes, con salida al Caribe por una carretera que cruza Venezuela, y al norte del Atlántico por el Amazonas.
Además de generar electricidad, Santo Antonio y Jirau tienen el "objetivo estratégico" de promover la integración entre Brasil, Bolivia y Perú, "para la expansión del agronegocio" y la exportación de madera, según Guilherme Carvalho, un coordinador de la organización no gubernamental Fase en Amazonia.
Para eso prevén esclusas para más adelante construir una extensión de la hidrovía del Madeira a la parte alta y accidentada de la cuenca.
Pero solo será viable, opinó Camata, si se construyen otras dos hidroeléctricas en ríos formadores del Madeira: una binacional en el Mamoré, fronterizo entre Brasil y Bolivia, y otra en el vecino país, en el Rio Beni. Eso alargaría la hidrovía en 4.225 kilómetros, para alcanzar el área central boliviana y a la región peruana de Madre de Dios.
Ambientalistas y activistas sociales rechazan tales proyectos, por considerarlos parte de un modelo de desarrollo que destruye los bosques, la biodiversidad y las condiciones de vida de los pueblos tradicionales de la Amazonia, lo que agrava el cambio climático.
Está en juego "la última frontera amazónica", según Alfredo Wagner de Almeida, antropólogo que organizó el libro "Conflictos Sociales en el Complejo Madeira", con estudios de 21 investigadores, y coordina el proyecto Nueva Cartografía Social de la Amazonia.