Con biblias y folletos con himnos en las manos, feligreses de una iglesia protestante colman un edificio bajo situado en una de las calles más transitadas de este municipio de Java Occidental, en Indonesia, país predominantemente musulmán.
El ánimo entre los integrantes de la Iglesia Cristiana Protestante Batak es más bien austero, carente de las charlas y risas típicas del pueblo batak a la hora de saludarse entre sí. Hacinados en un silencio absoluto en la pequeña sala, cientos de cristianos se ubican frente a una pequeña cruz marrón que pende de la pared.
"Puede cubrir el servicio (dominical), pero por favor no entreviste a miembros de la congregación, porque la situación todavía es peligrosa", dice a IPS un líder de la iglesia, solicitando no ser identificado.
Afuera, decenas de policías armados, tanto uniformados como vestidos de civil, vigilan a los transeúntes que pasan cerca del edificio.
"Cada domingo se despliegan por lo menos 30 policías desde que los miembros de la Iglesia Cristiana Protestante Batak comenzaron a ofrecer su servicio aquí", explica uno de los oficiales.
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Los integrantes de la Iglesia Cristiana Protestante Batak se trasladaron a este local asignado por el gobierno el 26 de septiembre, luego que el 12 del mismo mes un grupo de musulmanes golpearon a su pastor, el reverendo Luspida Simanjutak, y apuñalaron en el estómago a su asistente, Hasian Lumbantoruan Sihombing, cuando ambos se dirigían al servicio dominical.
Ese incidente, ampliamente informado en los medios de comunicación locales, fue el último de una serie de ataques relacionados con la religión en Indonesia, generando preocupación por el espacio destinado a la libertad de culto en el país musulmán más grande del mundo.
El presidente indonesio Susilo Bambang Yudhoyono ha exigido reiteradamente una mayor tolerancia entre los seguidores de diferentes grupos religiosos de la nación.
Es improbable que los ataques contra minorías tengan una motivación religiosa, dice Said Aqil Siraj, presidente de Nahdlatul Ulama, que con unos 40 millones de miembros es la organización musulmana más grande de Indonesia.
En cambio, reflejan más las tensiones sociales y económicas que existen en la sociedad, opina, dado que los perpetradores eran "pobres y marginados" económicamente.
"Lo que les ocurrió (a los protestantes batak) en Bekasi fue pura injusticia", considera Siraj.
"El constructor retiró una mezquita del complejo habitacional y los musulmanes aceptaron eso porque la nueva mezquita era grande y linda. Pero cuando supieron que una casa dentro del (antiguo) complejo se había convertido en una iglesia, se enojaron mucho", explica.
Desde entonces, las autoridades locales han acordonado la residencia por violar una regulación que prohibe usar una edificación para un fin diferente del original.
Ahora los protestantes batak sólo pueden ofrecer su servicio los domingos en la nueva sede, fuertemente custodiada, pero otras actividades, como la escuela dominical, todavía se realizan en la casa acordonada.
"La cantidad de feligreses y de estudiantes de la escuela dominical se ha reducido significativamente", dice Simanjutak, agregando que al iglesia contaba con unos 1.500 fieles, entre ellos 300 estudiantes de la escuela, solamente en Bekasi.
"Desde su nacimiento, Indonesia siempre fue un país pluralista, y quienes desean convertirlo en un estado islámico simplemente son nostálgicos" de la civilización islámica de otrora, sostiene Siraj.
Según el Instituto Setara para la Democracia y la Paz, solamente entre enero y julio de este año se produjeron por lo menos 28 casos de violencia contra cristianos, que representan 10 por ciento de los 240 millones de habitantes de Indonesia. En 2009 hubo 18 casos y, en 2008, 17.
Pero otras religiones minoritarias también han tenido problemas.
Un grupo de musulmanes de Parung, en Java Occidental, incendiaron en octubre una mezquita de la secta islámica Ahmadiyah. Por lo menos otras 17 casas fueron destruidas y saqueadas, obligando a miembros de la secta minoritaria a evacuarla.
Las autoridades locales también ordenaron a los líderes budistas de Tanjung Balai, en la norteña provincia de Sumatra, que retiraran una estatua de seis metros de altura del Tri Ratna, único templo budista de la localidad, con unos 2.000 feligreses.
Esto ocurrió luego de recibir quejas en cuanto a que el monumento no reflejaba los valores islámicos y podía dañar la armonía social.
"El hecho de que la policía no aplique adecuadamente la ley contra quienes participan en la destrucción de templos sólo ha alentado una mayor violencia religiosa en el país", lamenta Setara Hendardi, presidente del Instituto Setara.
Algunos expertos sostienen que a menudo los sospechosos son dejados en libertad o reciben sentencias breves.
Aunque la policía halló 10 sospechosos en el caso de Bekasi, todavía no se ha fijado ninguna fecha para el juicio.
Entre estos sospechosos hay un líder del radical Frente de Defensores Islámicos, que también fue culpado por ataques contra numerosos centros de entretenimiento en Yakarta y localidades adyacentes.
Según Hendardi, los radicales también explotan un decreto emitido conjuntamente en 2006 por los ministerios del Interior y de Asuntos Religiosos, que estipula que todo grupo religioso que proponga un nuevo lugar para sus rezos debe obtener un consentimiento escrito firmado por los residentes antes de postularse a un permiso de construcción del gobierno.
Varios activistas por los derechos humanos quieren que esta regulación se revoque, por considerar que discrimina a las comunidades religiosas minoritarias.