La campaña mundial para eliminar las municiones de racimo no logra convencer a Estados Unidos, uno de los mayores fabricantes de esos explosivos, en vísperas de una importante conferencia en Laos.
La paradójica postura de Washington sobre el tema sin duda incidirá en la reunión, que se celebrará entre el 9 y el 12 de este mes en ese país del sudeste asiático que aún sufre el legado las bombas lanzadas por aviones de guerra estadounidenses hace cuatro décadas.
Hasta ahora parece improbable que Estados Unidos envíe una representación para participar como observador.
"Esperamos que envíen una delegación aunque sea a último momento", dijo Thomas Nash, coordinador de la Coalición contra las Municiones de Racimo (CMC, por sus siglas en inglés), una red mundial de grupos de la sociedad civil.
La CMC promueve la adhesión universal y la completa implementación de la Convención sobre Municiones de Racimo, que entró en vigor el 1 de agosto pasado.
[related_articles]
"El gobierno de Estados Unidos está bien al tanto del problema en Laos", dijo Nash a IPS en vísperas de la primera conferencia que hace un seguimiento del pacto.
Las bombas de racimo están formadas por un contenedor con cientos de pequeñas municiones, que tienen una imprecisión inaceptable y son poco fiables, según sus críticos.
Una vez lanzadas desde aviones, vehículos terrestres o marítimos, estallan y las municiones se dispersan antes de llegar al suelo sobre grandes superficies, incluso de cientos de hectáreas. Entre cinco y treinta por ciento no explotan de inmediato, y quedan dispersas en el suelo o enterradas.
Hasta 2007, unas 5.500 personas murieron y 7.300 sufrieron heridas a causa de los fragmentos que han quedado activos, según cifras oficiales. Pero se estima que la cantidad real de víctimas es mucho mayor. Casi todas las víctimas confirmadas fueron civiles.
Se espera que la reunión inaugural de los estados parte en Vientián, la capital laosiana, cuente con la presencia de delegados de más de 100 países y activistas de casi 400 organizaciones no gubernamentales (ONG).
La ausencia de Washington no sorprende a la luz de la distancia que ha marcado respecto del tema.
"Estados Unidos no participó directamente, ni siquiera como observador, en el Proceso de Oslo en 2007 y 2008 que dio origen a la Convención", reveló el "Monitor sobre Municiones de Racimo 2010", informe divulgado en Bangkok en vísperas de la próxima conferencia.
Washington "no participó del trabajo de la Convención en 2009 y 2010 ni de la Conferencia de Berlín sobre la Destrucción de Municiones de Racimo en junio de 2009", añadió el trabajo, de 286 páginas, que procura seguir de cerca la prohibición a la fabricación, comercio, almacenaje y uso de los artefactos, así como su impacto.
Si bien no es signatario de este tratado de desarme, Estados Unidos apoya una serie de programas humanitarios para eliminar el legado de las bombas de racimo, en acuerdo con varias ONG.
Washington ha destinado dos millones de dólares anuales a iniciativas para eliminar las bombas de racimo, y el propio Laos ha recibido esa ayuda desde mediados de los 90.
"Estados Unidos ha sido el mayor contribuyente para eliminar las municiones de racimo en Laos", reconoció el director ejecutivo de la división de armas de la organización Human Rights Watch, Stephen Goose.
El gobierno de Barack Obama "insiste en usar las armas, pero también gasta dinero en limpiar el lío que causan".
Esta paradoja le crea problemas, reveló Goose, quien es también editor del "Monitor sobre Municiones de Racimo 2010".
"La mayoría de los aliados de Washington en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) son parte de la Convención, y tienen prohibido ayudar a Estados Unidos" a mantener o transportar esas armas, explicó.
Esto significa que los aliados militares europeos de Washington "no pueden ayudar a cargar con combustible camiones o aviones que lleven esas bombas", añadió. Pero Estados Unidos no es el único de los productores y poseedores de municiones de racimo que no ha firmado la Convención, hasta ahora suscrita por 108 naciones.
China, India, Pakistán, Israel y Rusia están entre los mayores fabricantes que todavía no respaldan el pacto.
Laos se ubica a la vanguardia de esta campaña y ha sido el primero en Asia en ratificar la Convención.
Funcionarios de gobierno de Laos esperan que la conferencia ayude a atraer más ratificaciones de Asia sudoriental, una de las regiones más afectadas por las bombas de racimo debido a las décadas de intervenciones estadounidenses.
Durante la Guerra de Vietnam (1965-1975), Estados Unidos arrojó más de dos millones de toneladas de bombas sobre Laos. Esto, según datos de la Organización de las Naciones Unidas, supera los explosivos lanzados sobre Europa durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).