Colombia, con 24 millones de cabezas de ganado, exhibe dos avances para reducir ese 13 por ciento de gases de efecto invernadero que se le achaca a la industria planetaria de rumiantes.
Las palabras clave: brachialactona y Lotus uliginosus.
La brachialactona, un compuesto químico descubierto en este país andino en las raíces del pasto africano Brachiaria humidicola, otorga a esta gramínea el atributo de evitar que el óxido nitroso, un poderoso gas de efecto invernadero, suba a la atmósfera.
Este compuesto es capaz de aumentar la fijación microbiana del nitrógeno atmosférico y también de inhibir la nitrificación biológica, parte del ciclo natural del nitrógeno, lo que en definitiva puede reducir la contaminación de gases que están recalentando la atmósfera del planeta.
En la sede mundial del prestigioso Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT), cerca de la ciudad de Palmira, en el sudoccidente de Colombia, se había observado hace unos 30 que la pastura brachiaria inhibía la nitrificación biológica.
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Pero no se sabía el porqué.
Hasta que, este año, los científicos encontraron y caracterizaron la brachialactona en el Programa de Forrajes Tropicales del CIAT, junto con colegas del Centro Internacional de Investigación para las Ciencias Agrícolas y del Instituto Nacional de Investigación en Alimentos, ambos de Japón.
La brachialactona es liberada en suelos donde predomina el amonio, que desencadena y mantiene su producción.
América Latina tiene unos 80 millones de hectáreas de pastos brachiaria. Por ello, el CIAT y sus asociados estudian generalizar sistemas mixtos de cultivos forrajeros y ganado, dominados por el amonio y que incluyan pasturas con capacidad moderada o alta de inhibir la nitrificación biológica.
Así, los pastos brachiaria podrían ser la clave de una ganadería sustentable y con impacto ecológico mínimo, señaló en un comunicado el nutricionista de plantas del CIAT, Idupulapati Rao.
La alimentación con brachiaria en la pequeña ganadería del sudeste asiático fue exitosa, según el CIAT, que sostiene que es un pasto nutritivo y apetecido por el ganado.
En el trópico, donde no existen estaciones, la brachiaria se cultiva en zonas cálidas y templadas (de cero a 1.800 metros sobre el nivel del mar), comentó a Tierramérica un científico relacionado con la ganadería que no quiso ser identificado.
Es un pasto muy rústico, apto para suelos de baja y mediana fertilidad y resistente a las inundaciones y a la sequía.
En Colombia existen entre 100 y 200 tipos de brachiaria.
Pero, según este experto, no son deseables porque son agresivos colonizadores. Además, dijo, no es que el ganado prefiera estas pasturas, simplemente las come si no hay nada más. Con todo, admitió que el descubrimiento de la brachialactona tendrá "mucha utilidad".
De hecho, la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan) prefiere la siembra de pastos autóctonos, que no necesitan ser resembrados y son mucho más resistentes a plagas y enfermedades.
A Fedegan no le fue bien con la especie humidicola, indica un documento de esa asociación de productores consultada por Tierramérica.
En una prueba de germinación de una semana brotaron sólo tres por ciento de las semillas de humidicola, frente a un promedio de 64 por ciento de otros cinco forrajes, cuatro de ellos brachiarias.
Si la humidicola es lenta para germinar, el Lotus uliginosus, una pequeña leguminosa usada también como forraje, es lento para expandirse o establecerse en un potrero.
La propiedad del lotus es que reduce en el intestino bovino la formación de metano, otro gas de potente efecto invernadero.
Así lo demostraron sucesivas investigaciones desarrolladas durante 13 años por 21 estudiantes de zootecnia y cuatro de maestría en producción animal, dirigidos por el profesor Edgar Cárdenas, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la estatal Universidad Nacional de Colombia.
Su trabajo de investigación climática se desarrolla en acuerdo con varias universidades, como la Massey University de Nueva Zelanda.
"Una vez establecido, el lotus es una planta perenne que no necesita volver a ser sembrada. Solo necesita unas fertilizaciones mínimas, diferentes a la fertilización con urea, que hace tanto daño al ambiente", dijo Cárdenas a Tierramérica.
Este pasto neozelandés se adapta bien a tierras altas y frías de los Andes, entre 2.000 y 3.000 metros sobre el nivel del mar.
"Uruguay y Argentina tienen un banco genético inmenso de lotus", señaló Cárdenas, especializado en ambiente y gases de efecto invernadero. Junto con Paraguay, esos países tienen grandes extensiones de la leguminosa.
Al ser ingerido por el ganado, el lotus disminuye radicalmente la eliminación de nitrógeno (generador de óxido nitroso) por la orina y reduce la liberación de metano, propia de la digestión de los rumiantes.
La proteína del lotus no se degrada sino que es absorbida por el intestino de la res. Las vacas producen cinco litros diarios más de leche, y ésta registra "14 por ciento más de proteína y 11 por ciento más de grasa", según Cárdenas.
El lotus fue presentado en sociedad en septiembre, durante un día de campo con más de 600 ganaderos en una finca privada de la sabana de Bogotá.
Los productores "estaban emocionados", recordó Cárdenas, "viendo los resultados de los hatos de producción de leche. Se fueron maravillados. La pregunta del millón es cuándo querrán adoptarla. Eso sí depende de cada ganadero".
Los ganaderos objetan que esta pastura, dependiendo de cómo se la siembre, demora entre seis y nueve meses en establecerse, en comparación con los dos o tres meses de otras especies.
Cárdenas replicó que "el inmediatismo ganadero no los hace pensar de forma sustentable sino cortoplacista. Todo lo quieren para ya", lo cual no les permite ver que con el lotus "pueden reducir la aplicación de fertilizantes nitrogenados" y ahorrar dinero a mediano plazo.
Mientras renovar las pasturas con raigrás (gramínea del género Lolium) cuesta unos 675 dólares por hectárea, con lotus sólo unos 512 dólares. El mantenimiento de una pradera mezclada con raigrás tiene un costo de 2.920 dólares por hectárea, mientras con lotus es de apenas 620 dólares, según Cárdenas.
Pero al profesor le molestan estas cuentas pues, dijo, el quid es reducir las emisiones de gases invernadero, que además afectan el potencial exportador de la ganadería.
"Hoy, para poder exportar, en los mercados internacionales imponen la restricción de la huella de carbono. A un producto con una alta tasa de emisión de gases de efecto invernadero no lo compran afuera y nunca vamos a exportar, porque nuestras ganaderías son altas emisoras", advirtió.
* Este artículo de IPS es parte de una serie apoyada por la Red de Conocimiento sobre Clima y Desarrollo http://www.cdkn.org. Publicado originalmente el 20 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.