Especialistas de Camboya, uno de los países más contaminados con armas sin explotar, están dispuestos a compartir con otras naciones sus conocimientos y la experiencia acumulada tras casi dos décadas de limpiar su territorio.
Ngoun Thy arrastrsa los pies por un cuarto oscuro. A su derecha, hay proyectiles de mortero acomodados en fila. A la izquierda, un carrete de cable viejo y un montón de artefactos metálicos.
"Mira estas", señaló Ngoun, instructor del Centro Nacional de Entrenamiento para Operaciones de Desminad,o en la central provincia de Kampong Chnang. "Bombitas", dijo agachándose en una esquina.
Recogió dos dispositivos del tamaño de pelotas de tenis. Los proyectiles de metal tintinearon inofensivos en su mano.
En las afueras de la capital provincial, la habitación parece una exposición del legado de la guerra. El lugar está lleno de restos de las casi tres décadas de conflicto que vivió este país de Asia sudoriental. Hay minas oxidadas y bombas de racimo lanzadas por Estados Unidos a principios de los años 70.
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Pero para los funcionarios del Centro Camboyano de Acción contra las Minas (CCAM), el lugar simboliza la esperanza. Cada una de las armas fue desenterrada, desarmada y expuesta como recordatorio.
Con casi dos décadas de experiencia limpiando lentamente arrozales y zonas selváticas de todo el país, las autoridades camboyanas se volvieron especialistas. Ahora esperan ayudar a otros países en desarrollo con problemas similares.
Especialistas camboyanos participaron en operaciones de mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas en países como Sudán. Camboya también ofrece asesoramiento en materia estratégica. De hecho, está prevista la llegada de una delegación de Colombia en los próximos meses.
La situación de Colombia es similar a la de Camboya hace unos 10 años, señaló Roath Kanith, director de entrenamiento, investigación y desarrollo del CCAM.
"Una parte del territorio camboyano era segura antes de 1998 y otra no", recordó Roath. "Lo mismo ocurre con Colombia, hay zonas que no están controladas por el gobierno", añadió.
La colaboración Sur-Sur es una forma de disminuir la dependencia en la asistencia otorgada por las naciones ricas, según activistas.
"Camboya recibió ayuda de la comunidad internacional durante casi 20 años. Creo que es hora de devolver el favor", señaló. "Aun si no tenemos dinero para pagar las operaciones, podemos exportar nuestro conocimiento y nuestra experiencia", añadió.
El propio CCAM creció. Pasó de ser un pequeño proyecto a principio de los años 90, mientras se negociaba la paz, a una organización nacional con más de 2.300 especialistas en retirar minas.
El Centro se hizo menos dependiente del asesoramiento extranjero. Tuvimos más de 100 expertos hace 12 años cuando comenzamos a trabajar. Ahora hay unos dos o tres en toda la organización, señaló Roath.
"Es importante que los países con municiones sin explotar compartan sus experiencias", señaló Heng Ratana, director genera del CCMA y asesor del primer ministro.
Hay encuestas que estiman que la mitad de las aldeas de Camboya estaban contaminadas con minas antipersonal. La simple posibilidad de que hubiera campos minados los dejó inutilizados para la agricultura.
De hecho, las minas antipersonal se consideran un obstáculo para el desarrollo del país. Camboya incluyó la erradicación de municiones entre sus propios Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio.
"Una gran cantidad de la población es pobre y vive en zonas rurales", señaló Heng. "Necesitan tierras seguras. Es nuestra obligación descontaminar el país para las próximas generaciones", apuntó.
Las autoridades camboyanas trabajan para erradicar las minas antipersonal, pero todavía dependen de los donantes para financiar las operaciones.
Funcionarios y organizaciones se lamentan de lo que llaman "cansancio de los donantes", fluctuaciones en la contribución de un año a otro, lo que pone en riesgo los futuros planes y objetivos de limpiar las zonas más comprometidas en los próximos 10 años.
"La financiación es variable en este momento", señaló Heng. "Los proyectos van y vienen. Hay vacíos de meses, lo que hace muy difícil el trabajo", añadió.