Acre, el pequeño estado de Brasil que simboliza la lucha por preservar la Amazonia, enfrenta ahora el desafío de hacer sustentable el desarrollo impuesto por dos carreteras que surcan su territorio y conducen tanto al Atlántico como al Pacífico.
En 2011 concluirá la pavimentación de los últimos tramos de la carretera BR-364, que cruza el norte del estado, incluye cinco grandes puentes en construcción y abre paso a una futura conexión con la región central de Perú.
Obras similares en el país vecino asegurarán acceso rápido a puertos en el sur peruano, por las carreteras que se conectan con la BR-317, la vía ya asfaltada del este de Acre, terminando en la frontera brasileña con Bolivia y Perú.
A este pequeño estado noroccidental, el más alejado del océano Atlántico que baña las costas de Brasil, se lo mira ahora como su puerta amazónica al Pacífico, lo que reorienta su desarrollo.
Todas las exportaciones a Asia desde centro-occidental estado de Mato Grosso, el mayor productor brasileño de soja, y del norteño y agrícola Rondonia saldrán vía terrestre hacia el Pacífico, vaticinó Carlos Bantel, ingeniero forestal y especialista en recursos naturales de la Amazonia.
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Ahorrará entre 2.000 y 4.000 kilómetros por tierra y media vuelta a Sudamérica para llegar al Pacífico, a través del canal de Panamá o el Estrecho de Magallanes.
La salida al Pacífico es un largo sueño brasileño, que solo ahora tiene razones determinantes, al transformarse China en la mayor importadora de productos nacionales, avanzar la integración sudamericana y consolidarse el oeste del país como potencia agrícola.
Ya no se justifica una economía brasileña exclusivamente volcada al Atlántico, coinciden todos.
Con 700.000 habitantes y escasa producción, Acre tendrá un papel protagónico en esta transformación, pero sí sufrirá el mayor impacto.
Será el centro de la circulación de riquezas desproporcionadas con su pequeña economía, que no logra la autosuficiencia alimentaria y cuyas exportaciones alcanzaron solo 21 millones de dólares en 2008.
Acre conserva 88 por ciento de su cobertura vegetal original, según dados del gobierno, porque es "final de la línea" de la expansión económica brasileña dijo Missias Lopes, funcionario del Instituto Brasileño de Medio Ambiente, especializado en historia económica.
La mayoría de su población desciende de la región del Nordeste, desde donde migró para extraer látex de las "seringueiras" (hevea brasiliensis, un árbol amazónico), principalmente a comienzos del siglo XX y durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Entonces, el gobierno movilizó a jóvenes para proveer caucho a las tropas aliadas, ante el bloqueo de las fuentes asiáticas por Japón, enemigo en la contienda.
Se les prohibía producir cualquier otra cosa que no fuese caucho, provocando "la pérdida de la cultura" agrícola, como "pasó con mi padre, uno de los soldados del caucho venidos del Nordeste", explicó Lopes.
Acre se desvió a la actividad pecuaria en las décadas de los 70 y 80, que junto con la construcción de carreteras deforestó vastas extensiones. Pero la resistencia de los "seringueiros" y ambientalistas contuvo ese proceso y recuperó la economía extractiva del caucho, acotó.
Como resultado de ese movimiento, surgieron "reservas extractivas ", unas áreas públicas de conservación y uso sustentable de recursos naturales, bajo el liderazgo de Chico Mendes, asesinado en 1988 y héroe de los "pueblos forestales" y ambientalistas.
En esa lucha destacó también Marina Silva, la candidata presidencial del Partido Verde que alcanzó 19,3 por ciento de los votos en las elecciones del día 3, lo que forzó una segunda vuelta, el día 31, para dirimir la Presidencia.
Los gobernadores saliente y entrante de Acre anunciaron que el estado no será mera ruta de exportación de terceros, sino que aspira a la industrialización de sus propias materias primas, como madera y carne, incluso para venta al exterior.
Una Zona de Procesamiento de Exportación, que se construye en Senador Guiomard, un municipio cercano a Río Branco, la capital del estado, acogerá desde enero empresas que tendrán rebajas impositivas si exportan 80 por ciento o más de su producción.
Pero la esperada avalancha de inversiones agrava la preocupación de los ambientalistas. Las carreteras son "el peor depredador ambiental", dijo Bantel, profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de Acre.
Además, la actividad maderera tiene el vicio de la ilegalidad, porque los bajos precios del mercado no compensan los costos adicionales de los cuidados ambientales, acotó. La Secretaría Forestal de Acre asegura que 95 por ciento de la madera del estado proviene del manejo sustentable, sin la deforestación del pasado.
La exportación estimulará la ganadería, en un estado donde en 2006 había censados 2,45 millones de vacunos, el triple de 10 años antes y equivalente a cuatro cabezas por habitante. Eso se refleja en el monótono paisaje de pastizales a lo largo de las BR-314 y 317, donde se constata al ganado como el mayor factor de deforestación amazónico.
La red de carreteras será importante para la integración de Acre con Perú y para su integración interna. La BR-364, una vez asfaltada, generará un transporte perenne entre municipios hasta ahora aislados unos ocho meses al año, por las lluvias que hacen intransitable la carretera arcillosa.
Zenildo de Freitas no depende de la carretera pero navega tres horas por los ríos Purús e Iaco para vender sus calabazas y frutas en Sena Madureira, a 150 kilómetros de Río Branco. Por eso no vende vegetales perecederos. Calcula que "80 por ciento viene por el rio", de lo que se comercia en el mercado local.
La precariedad del abastecimiento, especialmente en la estación de las lluvias, es un argumento a favor de las carreteras asfaltadas y la integración con Perú, excelente mercado para la carne acreana.
Desde el otro lado de la frontera, se cree que la integración vial "solo beneficiará a Brasil, que ambiciona llegar al Pacífico sin pasar por Panamá" y que como potencia industrial "quiere acaparar todo", según evaluó Grimaldo Taboada, derrotado candidato a la alcaldía de la pequeña ciudad de Iñapari.
Ahí comienza la parte peruana de la Carretera Interoceánica Sur y empresas brasileñas construyen varios de los tramos del vecino país, lo que parece corroborar la opinión del dirigente del opositor Partido Nacionalista.
"Brasil es muy proteccionista", acotó su hija, Maritza Taboada, que criticó las barreras arancelarias, fitosanitarias y normas técnicas que impiden la entrada de productos típicos peruanos desde la fronteriza región Madre de Dios, como los que ella elabora.
En turismo, padre e hija reconocen que Perú sladrá favorecido, porque la carretera aumentará el flujo de brasileños a Cusco y Machu Pichu.
La carretera dinamizará el comercio en Iñapari y "quizás haga al gobierno brindarnos más atención", manifestó la peruana Baldina Coila. "Muchos niños de Iñapari estudian en escuelas brasileñas", de la vecina ciudad de Assis Brasil, porque son gratis y "acá se paga por iniciar, por mes e incluso por reunión no asistida", destacó.