La muerte del comandante guerrillero Luis Suárez, conocido como «Jorge Briceño» y «Mono Jojoy», es un «golpe devastador» para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), advirtió a IPS el analista en temas militares Ariel Ávila.
Briceño, muerto el miércoles 22 en una operación militar y policial, era miembro del Secretariado del Estado Mayor de las FARC, fundadas en 1964.
Además, comandaba el Bloque Oriental, con jurisdicción en casi 40 por ciento del territorio de este país —de 1,1 millones de kilómetros cuadrados—, en la región suroriental, que comprende la Orinoquia y parte de la Amazonia.
El deceso del insurgente se habría confirmado la víspera entre la hora local 16:00 y las 17:00, aunque fue dado a conocer poco antes de la ocho de la mañana de este jueves.
Briceño cayó en un bombardeo masivo de dos días, durante una operación que comenzó el domingo y en la que actúan entre 700 y 800 efectivos de la fuerza pública. Los combates se mantenían este jueves.
En el ataque se emplearon «bombas inteligentes» de fabricación estadounidense, lanzadas desde aviones Super Tucano adquiridos a Brasil.
El mecanismo de estas bombas permite dar en el blanco con gran precisión, con ayuda de un microprocesador (chip), que envía señales desde tierra, en o cerca del punto a ser bombardeado.
[related_articles]Este chip pudo ser ingresado al campamento del jefe guerrillero mediante una operación de inteligencia de alto calibre que posiblemente contó con delatores o infiltrados.
El operativo tuvo lugar en un valle entre los poblados de La Macarena, La Uribe y Vista Hermosa, en pleno Parque Nacional de la Serranía de La Macarena, en el centro del país y una de las cunas de las FARC.
Fuentes en el terreno relataron que el bombardeo «fue brutal, devastador, quemaron todo». Supuestamente cayeron unas 50 bombas.
[pullquote]1[/pullquote]»Si usted suma la muerte de (Manuel) Marulanda, de Raúl Reyes e Iván Ríos, los tres no son un golpe tan fuerte como este», indicó Ávila, coordinador del Observatorio del Conflicto Armado de la no gubernamental Corporación Nuevo Arco Iris, en referencia a la seguidilla de pérdidas en la cúpula de las FARC en marzo de 2008.
Ese mes falleció de viejo el jefe histórico y comandante de las FARC, Manuel Marulanda; el negociador internacional Reyes pereció en un bombardeo similar al de esta semana, pero en territorio de Ecuador; y Ríos fue asesinado por un traidor de su guardia.
La muerte de Briceño es «un golpe devastador», reiteró Ávila, «en primer lugar porque era muy querido al interior de las FARC, era el mito que reemplazó a Manuel Marulanda» en el imaginario de la tropa de campesinos y colonos de esta guerrilla izquierdista.
Marulanda fue sucedido en la comandancia por «Alfonso Cano», antropólogo bogotano de la estatal Universidad Nacional quien, según Ávila, «es visto como un hombre de ciudad» por la base insurgente.
Briceño nació en 1953 en Boavita, municipio del noreste del país, en el departamento de Boyacá, escenario de una fuerte violencia desatada por el gobierno conservador en la guerra que comenzó en 1946. Y se crió en las FARC, pues su madre, guerrillera, habría sido cocinera del sub-jefe insurgente «Jacobo Arenas», ya fallecido.
Nunca habría ido a una escuela formal, aprendió a leer en la guerrilla y en ella estudió la historia de Colombia y textos marxistas.
De aguda inteligencia, atento conversador, con conocimientos de medicina práctica que aplicaba a sus propias dolencias, se mantenía informado por igual sobre qué ocurría en el mundo o sobre el detalle del funcionamiento de la guerrilla bajo su mando.
«Se convirtió en un mito militar y cultural en las FARC», señaló Ávila sobre el hombre que habría llegado a comandar, en el mejor momento del Bloque Oriental en 1998-1999, a unos 9.000 combatientes.
Tras aguantar el Plan Colombia y el Plan Patriota (operaciones militares de largo aliento financiadas por Estados Unidos), y el Plan Consolidación, una campaña cívico-militar que cuenta además con apoyo de varios países europeos, ese bloque podría tener hoy unos 4.000 guerrilleros repartidos en 32 frentes de guerra, según Ávila.
Mientras el gobierno y algunos analistas aseveraban que este golpe acerca la negociación de paz porque debilita a la guerrilla, Ávila consideró que las FARC no funcionan con ese criterio.
«Habrá que esperar. Unos tres o cuatro meses», dijo el analista, «esto va a traer en poco tiempo algunas desmovilizaciones y puede haber algunas fracturas, puede haber desestructuración», estimó. Pero advirtió: «Las FARC se van a recuperar».