Fue en esta localidad canadiense de Yellowknife, en una ensenada del Great Slave Lake, donde se creó en 1996 una organización para decidir qué áreas del bosque proteger y cuáles podrían desarrollarse.
El fundador fue Stephen Kakfwi, entonces ministro de Naturaleza y Desarrollo Económico y luego primer ministro del Territorio Noroccidental.
El disparador fue la explotación de minas de diamantes, algunas en zonas de caza de la tribu local, los dene.
El proceso devino en la Estrategia de Áreas Protegidas. Las tribus locales designaron áreas para la reproducción de animales o para la caza, así como sitios de significado espiritual, con el apoyo de científicos.
Tras negociaciones con los mineros, los gobiernos provincial y federal declararon esas zonas como parques.
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«La Estrategia de Áreas Protegidas fue la primera herramienta para hacer que todos trabajaran juntos», dijo Kakfwi, ahora retirado de la política, durante un recorrido por el santuario de bisontes de Mackenzie.
Allí, el bisonte de bosque, el mamífero terrestre más grande de América del Norte, pasó de menos de 200 ejemplares a más de 2.000. Muchos de ellos pastan al costado de la carretera.
Bajo la Estrategia de Áreas Protegidas, el Territorio Noroccidental está en proceso de más que duplicar sus parques, de 10 a 23 por ciento.
«La Estrategia abrió el camino», dijo David De Launay, viceministro adjunto de Ambiente en la meridional provincia de Ontario, en una entrevista realizada en Toronto.
El acuerdo de mayo entre tres ambientalistas y tres taladores fue un nuevo capítulo en el proceso iniciado por Kakfwi hace 16 años, y en el que ambientalistas, gobiernos autóctonos, líderes políticos y empresas taladoras canadienses trabajan para destinar tierras a la conservación en una escala inédita en el mundo.
Los compromisos totalizan 1,6 millones de kilómetros cuadrados, lo que casi equivale a la superficie de Irán.
«Estos compromisos quintuplican el sistema de parques nacionales de Estados Unidos», dijo Steve Kallick, director de la Campaña Internacional de Conservación Boreal, del Pew Environment Group, que ha jugado un rol crucial en estos procesos.
Buena parte de esta tierra se encuentra en la poco poblada zona borestal boreal de Canadá, que se extiende entre la tundra y la quinta parte sureña del país, donde vive la mayoría de su población.
«Las amenazas a los bosques boreales más norteños no parecen significativas en este momento. Después de todo, apenas estamos desarrollando una fracción diminuta de los recursos que hay allí», dijo Nigel Roulet, de la McGill University.
«Pero estoy convencido de que la presión aumentará a medida que el norte de Canadá se vuelva más cálido y sea más fácil operar allí. También espero que nuestros recursos sean más valiosos a medida que otras fuentes se agoten», agregó.
Cuando comenzó el proceso de crear una red de áreas protegidas en el mundo, hace una década, el principal objetivo fue salvar al caribú de bosque y a otras especies. En los últimos años esto cobró bríos y legitimidad, cuando nuevos estudios sobre la región mostraron que el bosque jugará un rol clave en los futuros escenarios del cambio climático.
En julio de 2008, el primer ministro de Ontario, Dalton McGuinty, anunció que la provincia convertiría la mitad de su región boreal en reservas naturales.
También en este sentido, los científicos y los pueblos originarios canadienses —conocidos como las Primeras Naciones— jugarían un rol fundamental en determinar qué partes deben protegerse de la minería, la tala y la construcción de represas.
En la otra mitad de la región boreal de Ontario, se alentaría el desarrollo en algunas áreas y se lo restringiría en otros, tomando en cuenta las implicaciones de cualquier proyecto en materia de carbono, dijo Roulet, quien asesora al gobierno de esa provincia.
En 2009, el primer ministro de la sudoriental provincia de Quebec, Jean Charest, asumió un compromiso similar para un área casi tres veces más grande, prometiendo proteger también por lo menos la mitad, designando nuevos parques, refugios y reservas naturales, y garantizando que las nuevas construcciones en la otra mitad solamente se inicien si es en el marco de un plan aprobado para el uso de la tierra.
Otra provincia, la sureña Manitoba, aprobó una ley que dispone consultas con las Primeras Naciones para proteger otros 85.000 kilómetros cuadrados.
Mientras, en el plano federal, cuando asumieron los conservadores hace cuatro años se comprometieron a duplicar el área destinada a parques nacionales a 183.000 kilómetros cuadrados para 2012.
«Éste es nuestro obsequio para las generaciones futuras. Nosotros somos la última generación que puede hacer eso», dijo Alan Latourelle, presidente de Parks Canada.
También se mostró entusiasta Avrim Lazar, presidente de la Asociación de Productos Forestales de Canadá, que reúne a taladores, fábricas de papel y otras empresas de productos derivados de la madera.
«El bosque boreal es un enorme tesoro natural y el plan de Ontario es un paso enorme en la dirección correcta», dijo en esa ocasión.
«Creemos fuertemente que cada mejora en la calidad ambiental puede traducirse en valor de mercado para nuestros productos», agregó.
En mayo, tras dos años de negociaciones, los 21 miembros de la Asociación que Lazar lidera firmaron un acuerdo con nueve organizaciones ambientalistas.
Los miembros accedieron a proteger unos 300.000 kilómetros cuadrados de tierras públicas cuyo usufructo les corresponde y aprovechar el resto según estándares amigables con la naturaleza definidos por el Forest Stewardship Council.
A cambio, los ambientalistas acordaron suspender sus campañas dirigidas a los compradores de productos derivados de la madera. En apenas cinco años, la proporción de la tala efectuada bajo las normas del Forest Stewardship Council se multiplicó por ocho, ascendiendo a 350.000 kilómetros cuadrados.
Entre esas reglas figuran reducir el daño ambiental y garantizar que se respeten los derechos de indígenas y empleados.
«Espero que 80 por ciento de la tala se realice de esta manera dentro de 10 años», dijo Antony Marcil, presidente del Forest Stewardship Council, observando que no todas las empresas de tala integran la Asociación de Productos Forestales.
Justina Ray, bióloga experta en caribúes y directora de la Wildlife Conservation Society Canada, cree que todavía es prematuro determinar si las tierras que se protegerán serán las que más necesitan esos animales, cuya población va en declive.
«Pero por lo menos ahora tenemos un modelo diferente para el norte que el que usábamos en el sur», sostuvo.
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).