Con una gorra de algodón para protegerse del sol abrasador, Sarawut Kunrapang llegó exhausto a una mezquita de esta meridional provincia tailandesa. Es la última parada de este budista de 27 años que a mediados de julio comenzó una marcha por la paz de Bangkok hacia el sur.
De aspecto desgarbado, Sarawut ingresó a Yaman Yamaeh, después de haber entrado a otra mezquita 25 kilómetros antes.
El viaje desde la capital tailandesa, a unos 984 kilómetros al norte de la provincia de Songkhila, obedece a una búsqueda personal. Es un llamado a la comprensión por el bien de su padre y su hermano, integrantes del ejército tailandés, que desde hace seis años enfrenta a un grupo armado en esta zona del país.
"No quiero que mueran. Quiero verlos todos los días", señaló Sarawat recostándose sobre un muro celeste de la mezquita. "Es una caminata con buenas intenciones", añadió.
Sarawut, propietario de un café Internet en Bangkok, es una de las varias personas que emprendieron el mismo recorrido hacia el sur.
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Kharusak Sukchuay, quien integra un grupo que pretende conocer a la minoritaria población malaya musulmana del sur, entrevistó a varias personas para el programa en vivo que tiene en una radio comunitaria.
"Conversar con personas a lo largo del recorrido y compartir detalles sobre cómo avanza nuestra misión de abogar por la no violencia generó mucho interés", relató Kharusak, de 36 años. "Es un mensaje social más poderoso que hablar sobre la paz en un estudio de radio".
Gotham Arya, de 67 años, impulsor de la caminata de 1.100 kilómetros, que comenzó el 11 de julio y terminará el 1 de septiembre en la mezquita central de la provincia de Pattani, está lejos de rendirse.
Es la primera experiencia de ese tipo para Arya. Es una tradición de los monjes budistas y, en los últimos tiempos, fue adoptada por activistas.
"La nuestra es una caminata social. La novedad es que nadie realizó nunca una marcha por la paz de Bangkok al sur", señaló Gotham, director del Centro de Investigación para la Paz, de la capitalina Universidad de Mahidol. "El fin es derribar barreras y mostrar cierto grado de relación genuina", añadió.
La iniciativa coincide con la decisión del gobierno del primer ministro Abhisit Vejjajiva de tomar medidas para terminar con la violencia.
El ejército tailandés se enfrenta a una red de enigmáticos insurgentes malayos musulmanes en las provincias de Narathiwat, Yala, Pattani y partes de Songkhla. Murieron más de 4.300 personas desde que estalló el conflicto en enero de 2004.
"La población de la zona no confía en el Estado. Hay mucha desconfianza", señaló Sriscomphob Jitpiromsri, fundador de Deep South Watch, una organización independiente de investigación en Pattani.
"La violencia tuvo grandes consecuencias sobre la población local", remarcó Jitpiromsri en un seminario organizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizado en Pattani.
La provincia, ubicada cerca de la frontera con Malasia, alberga a unos dos millones de personas, la mayoría malayos musulmanes.
Los 10.000 incidentes documentados por la organización de Jitpiromsri, "que incluyen disparos, bombas e incendios", hacen que "alrededor de 30 por ciento de la población de la zona tenga amigos o familiares afectados por la violencia, ya sea heridos o muertos", explicó.
"La sociedad se acostumbra a la muerte frecuente de personas", señaló el periodista Mohammad Ayub Pata, de Pattani, en el seminario del PNUD. "Los informes sobre episodios violentos y asesinatos se toman como noticias comunes, un fenómeno normal", añadió, al alertar sobre una tendencia inquietante.
El actual ciclo de violencia, que dejó 11.000 víctimas, forma parte de un conflicto de décadas, desde que Siam, como se llamaba antes Tailandia, anexó en 1902, a las tres provincias del sur, que hasta entonces formaban parte del reino malayo musulmán de Pattani.
Desde la anexión, la población local denuncia discriminación cultural, lingüística y económica, lo que llevó al surgimiento de un movimiento separatista en los años 70, dominado a mediados de los 80.
La extenuante marcha por la paz, encabezada por Gotham, cayó como bálsamo para aliviar la tensa atmósfera.
"Es una forma innovadora de recuperar ideas de paz y reconciliación, al menos para la gente que encontraron en el camino", señaló Saki Pitakkumphol, director de Estudios de Paz, de la Universidad Príncipe de Songkhla, con sede en Pattani.
"Las fuerzas del orden, en el sur, no están cómodas con las iniciativas de la sociedad civil, porque, según ellas, socavan la seguridad estatal", dijo Pitakkumphol a IPS.