Los ambientalistas están alarmados: los incendios del verano boreal quemaron en Portugal cerca de 100.000 hectáreas, liberaron a la atmósfera un millón de toneladas de gases de efecto invernadero y, lo que es más grave, los bosques perdieron capacidad de absorber carbono.
Para los expertos, la cifra de emisiones de dióxido de carbono (CO2) no es preocupante, comparada con la de 2008 el último año con estadísticas oficiales totales—, pero sí lo es que la superficie boscosa del país haya perdido tres por ciento de su capacidad de fijación de carbono.
Hasta el 15 de este mes, la superficie portuguesa quemada por los fuegos estivales este año era de 75.000 hectáreas, pero desde entonces estimaciones extraoficiales indican que cerca de otras 25.000 hectáreas quedaron arrasadas por las llamas.
La no gubernamental Asociación Nacional de Conservación de la Naturaleza Quercus puntualizó que cálculos académicos situaron el impacto de los incendios en 1,1 millones de toneladas de CO2, una cifra equivalente a 29 millones de automóviles recorriendo los 310 kilómetros de autopista que separan Lisboa de la norteña ciudad de Oporto.
Quercus admitió que no es una gran cantidad, pero subrayó que es un CO2 que no debería haber sido emitido y que contribuye a restar aún más la capacidad de las áreas forestales para la absorción de carbono, "manchando" el comportamiento de Portugal en el ámbito del Protocolo de Kyoto.
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En efecto, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático reconoce que las áreas forestales funcionan como freno a las emisiones, por lo que su preservación contribuye a reducir el proceso de calentamiento global.
En 2008, las áreas forestales portuguesas lograron absorber 4,42 millones de toneladas de CO2.
No hay todavía datos oficiales finales sobre 2009, pero los cálculos de la privada empresa nacional Off7, que se ocupa de certificar las emisiones, indican una pérdida de tres por ciento, equivalente a las 100.000 toneladas que los bosques no pudieron impedir que se liberasen a la atmósfera.
Reponer esta capacidad de captación de carbono puede demorar décadas, inclusive si se lleva a cabo una reforestación inmediata, ya que los árboles necesitan varios años hasta lograr una capacidad plena de absorción, estiman los técnicos de Off7.
Al mismo tiempo, los expertos de Quercus y de Off7 coinciden en que Portugal podrá llegar al vencimiento del Protocolo de Kyoto, en 2012, con una cuota de emisiones de CO2 superior en 10 millones de toneladas a lo permitido para el país.
Unido a este efecto preocupante sobre la emisión de gases con efecto invernadero, este agosto registró una verdadera tragedia para vastas áreas protegidas del centro y norte del país, que hacen parte de la lista de los más atractivos y frondosos parques naturales de Europa.
Uno de los más afectados fue el Parque Nacional de Peneda-Gerês, en el extremo norte del país, donde se perdieron unas 10.000 hectáreas, 12 por ciento del total de esa área protegida bajo el cuidado del Instituto de Conservación de la Naturaleza y de la Biodiversidad.
En las designadas "zonas de protección total" de Peneda-Gerês, la cifra fue aún más dramática, ya que ardió 26 por ciento de esa área de extrema conservación ambiental.
Asimismo, en los primeros 20 días del mes, las llamas consumieron 5,53 por ciento del septentrional Parque Natural de la Serra da Estrela, de 101.000 hectáreas. Dentro del parque, el Vale de Azares quedó carbonizado en 85 por ciento.
¿Culpables? Los sospechosos habituales: las empresas madereras y de celulosa, los propietarios de tierras que no limpian de matorrales sus terrenos, y los pirómanos. Hasta ahora, la policía detuvo a 38 presuntos incendiarios.
El Estado, principal propietario de zonas forestales y de matas del país, "hasta ahora nunca ha asumido su responsabilidad y nos amenaza a nosotros, los pequeños, con intervenir nuestras tierras si éstas denotan abandono", dijo a IPS José Ferreira Serrão, un habitante de la zona de Peneda-Gerês.
"El éxodo de los jóvenes a las ciudades en las últimas décadas, la falta de limpieza de áreas forestales, públicas o privadas, así como la casi desaparición del viejo oficio del pastor y del vaquero, reemplazado ahora por grandes y modernos criaderos de vacas, cabras y ovejas, permite la acumulación de matorrales secos", añadió Serrão.
En la estación más calida, con temperaturas que en agosto alcanzaron 41 grados, esta maleza se transforma en un excelente combustible, atizado por los fuertes vientos de las sierras septentrionales portuguesas.
En los primeros 12 días de agosto, el país registró un promedio de temperatura máxima del aire de 33,9 grados centígrados, 5,1 grados por encima del valor normal en el periodo 1971-2000. Julio fue el mes más seco los últimos 24 años, mientras que la temperatura promedio del aire fue de 31,7 grados, la mayor desde 1931.
Los ecologistas e ingenieros agrónomos reconocen que este cuadro climático favorece los incendios. Pero subrayan que la falta de ordenamiento forestal es el gran culpable de que cada verano los incendios arrasen grandes extensiones del país.
Serrão coincidió con este juicio unánime de los expertos, porque según su óptica, "en Portugal solo se discute y se analizan los problemas forestales cuando arden miles de hectáreas de bosques".
Otro lugareño, Rui da Gama, aseveró que "los grandes incendios comenzaron en Portugal con los intereses de las empresas productoras de celulosa", el principal componente del papel.
"Indíqueme un incendio, uno solo, que haya comenzado en terrenos de las (plantas de) celulosas. Ellos llegaron, incendiaron y compraron los terrenos vacíos por cuatro centavos, convirtiéndose en los mayores propietarios del país. Sólo no ve quien no tiene ojos", afirmó a modo de argumentación.
Más comedido, el también campesino José Viseu deploró que el gobierno (del primer ministro socialista José Sócrates) se limite a proporcionar grandes medios, tales como aviones recién adquiridos y helicópteros para combatir los incendios, "lo que ofrece excelente material mediático a las televisiones nacionales y extranjeras".
No obstante, Viseu afirmó que "el combate no resulta, porque lo que se requiere es una política forestal consecuente, que pasa por el ordenamiento y la manutención. Sin eso, el valor patrimonial de las zonas verdes, va a empobrecerse cada vez más". Este año, Portugal registró más incendios que España, Francia e Italia, países del sur de Europa con clima similar, pero con superficies entre cuatro y seis veces mayor.
El promedio de incendios de bosques en 2010, ya superó el de los últimos tres años, pero todavía está lejos de acercarse a los récords trágicos de 2003 y 2005, en que en conjunto ardieron 764.000 hectáreas, equivalentes a 14 por ciento de la superficie forestal total de Portugal.