Hace un año, Ramona Pereira vivía la rutina de las labores domésticas en una población rural de Paraguay. Ahora, lidera un comité de productoras de leche en su comunidad y a sus 38 años se siente otra.
"Este es mi trabajo", dijo Pereira a IPS con una sonrisa donde se mezclan la timidez y el orgullo, mientras abre el acceso al pequeño establecimiento, ubicado en Aveiro, una comunidad a 40 kilómetros al sureste de la capital y vecina de la ciudad de Itá.
El tambo, como se denomina en el cono sur americano al pequeño establecimiento de vacas de ordeño cuya leche se suele vender en forma directa y a granel, es administrado por una docena de socias que trabajan en tres turnos.
Las productoras se ocupan de cosechar el pasto, molerlo y mezclarlo con un producto balanceado para el consumo de animales. También realizan el ordeño dos veces al día, alimentan a las vacas y mantienen en orden el tambo comunitario, junto con comercializar entre los vecinos el excedente que no consumen sus familias.
Además, batallan cada día para fortalecer su comité, con un nombre definitorio: "Jaikove Porlâ Rekávo" ("En busca del bienestar", en guaraní). Fue creado en agosto de 2009 por 30 mujeres de Aveiro, aunque finalmente quedaron 12 socias, todas madres de familia.
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"La deserción se da por diferentes motivos, pero principalmente por la presión que tienen las mujeres en sus hogares", explicó Blanca Toledo, técnica de la Dirección de Extensión Agraria (Deag) del Ministerio de Agricultura y Ganadería.
Toledo, responsable de acompañar al comité, se refiere a los reclamos de los maridos, que se resisten a que sus mujeres se desenvuelvan fuera del hogar y, más aún, que tengan una actividad económica propia.
"No es fácil, pero confiamos en nuestro trabajo", expresó Pereira al recordar casos de vecinas que dejaron el grupo.
Dice con satisfacción que ella tiene suerte porque su marido, con el que tiene dos niños de 10 y 12 años, no solo aplaude su trabajo, sino que echa gustoso una mano cuando alguna de las socias tiene problemas para cumplir con su turno.
"No me cuesta nada ayudar a preparar el compuesto para las vacas", comentó Domingo Gavilán, que vive a pocos metros del tambo, y que también colabora con trabajos de mejora de la instalación, como la consolidación de las paredes y el techo del establo.
"Todavía hay hombres a los que no les gusta que sus esposas se dediquen a otra cosa que atender a la familia; yo no estoy de acuerdo con eso", dijo Gavilán, apostado a un costado del establecimiento y renuente a adquirir protagonismo, porque "esto es cosa de ellas".
"Mi mujer está más contenta, distinta, y estamos mejor que antes, hablamos más, es que ahora la vida no es como antes y las mujeres tampoco", confió antes de contar que hace un tiempo cambió las faenas agrícolas por la venta ambulante en Itá.
Las mujeres asumieron el desafío de convertirse en productoras de leche, a propuesta de la Deag, dentro del Programa Nacional de Agricultura Familiar.
Los ejes del programa son la diversificación de rubros de producción, la auto organización, los agro negocios y la seguridad alimentaria. Éste último aspecto lo trabaja exclusivamente con campesinas madres de familia.
El objetivo es que ellas destinen una pequeña parcela de sus fincas a la huerta familiar o a un tambo, en un emprendimiento dirigido al consumo de sus familias y a la generación de excedentes para la venta directa en la zona o para empresas del sector.
Dentro del proyecto de seguridad alimentaria, también se capacita a las beneficiarias en rubros como la preparación de alimentos, el adiestramiento en productos biodegradables y el reciclado.
Jaikove Porâ Rekávo es el primer comité femenino dedicado al ganado de ordeño en el distrito de Itá, en el suroccidental departamento de Central, el más pequeño de los 17 de Paraguay, pero que concentra 35 por ciento de sus 6,2 millones de habitantes.
Más de la mitad de los paraguayos vive del campo, en un país cuya economía depende de la agricultura y la ganadería, los servicios y el turismo, y donde 36 por ciento de la población vive en pobreza y 20 por ciento sobrevive con menos de un dólar diario.
Según la Deag, en el departamento de Central hay unos 3.000 productores y 1.000 productoras, en su mayoría organizados en comités. En el distrito de Itá, donde es cabecera la ciudad del mismo nombre, existen 97, de ellos 25 conformados por mujeres.
Los comités tienen que cumplir una serie de requisitos y el reconocimiento municipal, departamental y de la Deag, a fin de asegurar que cada emprendimiento tenga viabilidad.
Las productoras de Aveiro esperaron varios meses desde la creación del comité hasta la llegada de los animales. Uno de sus mayores inconvenientes fue encontrar un terreno adecuado, lo que subsanaron cuando un vecino les cedió en préstamo una amplia parcela.
Gracias a ello, en marzo recibieron cinco vacas y otras tantas terneras. El creciente excedente del autoconsumo de leche se vende a granel a los vecinos y los ingresos obtenidos se reinvierten en el tambo.
Los 10 bovinos integran un paquete de asistencia de unos 6.500 dólares, que suma infraestructura básica y servicios, además de la capacitación.
Toledo anotó que las 12 familias ya comenzaron a mejorar su dieta básica, ya que hasta ahora bebían leche ocasionalmente. Está previsto que la rentabilidad comience en noviembre y un mes después se iniciará la diversificación productiva, con la elaboración y venta de derivados lácteos.
Aurora Ramos, otra de las socias, casada y con cinco hijos, confía en la llegada de las ganancias, pero subraya que "ahora lo importante es que el tambo se sustente".
El compromiso de Ramos con el proyecto es doble, porque ella destinó tres hectáreas de la pequeña chacra (finca) familiar al cultivo del pasto para alimentar a las vacas.
Las cuatro socias que comparten turno durante la visita de IPS comentan que todo es nuevo para ellas: convertirse en emprendedoras y ganaderas, la autogestión colectiva y la comercialización.
"A veces nos preguntamos dónde nos metimos", reconoció Ramos, pero "nos animamos entre todas cuando hay dificultades".
Pereira refrenda convencida: "queremos crecer, es nuestro desafío y juntas lo estamos logrando", mientras llena los pesebres de pasto y compuestos.
Una de las vacas ya les dio la primera ternera nacida en el tambo. "Desde entonces, presentimos la bonanza, aunque sea una tontera nuestra", dijo, ruborizándose y riendo a la vez.