Se prevé que 130.000 refugiados afganos en Pakistán regresarán este año a su tierra natal, duplicando la cifra de 2009. Pero no es solamente la nostalgia lo que explica este fenómeno. También está la discriminación.
Muchos de los refugiados dicen que los pakistaníes —tanto los funcionarios como los ciudadanos comunes— han dejado en claro que no son bienvenidos, y cada vez les hacen la vida más difícil.
"El gobierno hace todo para acosar a los refugiados afganos", dijo Dost Mohammad, un reconocido líder de afganos que vivía en el campamento de refugiados de Shamshalo, en Peshawar, cerca de la frontera pakistaní con Afganistán.
"Somos personas pobres y la comunidad internacional no debería" abandonarnos, agregó.
Jamila Bibi, de 44 años, teme que sus hijos mueran de inanición. Según ella, pronto tendrá que ganarse la vida mendigando.
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Antes "trabajé como empleada doméstica. Pero ahora las comunidades locales son reticentes a ofrecer trabajo a mujeres afganas", destacó.
En 1979, la invasión soviética a Afganistán desató una emigración de más de cinco millones de afganos hacia Pakistán, que se resistía a recibirlos. Hasta hace tres años, había 24 campamentos que alojaban a esos refugiados, pero el gobierno pakistaní los clausuró cuando la comunidad internacional le retiró su apoyo.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) revelan que desde 2002 más de 3,5 millones de refugiados afganos en Pakistán han vuelto a su país. Se espera que este año otros 130.000 sigan sus pasos, bajo el programa de repatriación voluntaria impulsado por el foro mundial. Esa cifra duplicaría a la registrada el año pasado.
No es ningún secreto que a Pakistán, que no firmó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, de 1951, no le entusiasma ser el anfitrión de los refugiados durante demasiado tiempo.
Sin embargo, el país tiene un acuerdo tripartito con Afganistán y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) para permitir que refugiados afganos registrados como tales permanezcan en el país hasta diciembre de 2012.
La Autoridad Nacional de Bases de Datos y Registros de Pakistán, que cuenta con asistencia financiera y técnica de Acnur, pudo registrar a unos dos millones de refugiados afganos en 2007.
Según la ONU, Pakistán todavía tiene 1,3 millones de refugiados afganos registrados. La mayoría de ellos viven en Khyber Pakhtunkhwa, que antes se llamaba Provincia de la Frontera Noroccidental, pero también los hay en centros urbanos del país.
Un portavoz de Acnur en Peshawar dijo que los refugiados ya fueron informados sobre la extensión de su permanencia legal en Pakistán, siempre y cuando posean tarjetas de registro.
"No vamos a obligarlos" a volver a su país, declaró a IPS Najamuddin Khan, ministro federal para las regiones fronterizas.
El ministro de Información de Khyber Pakhtunkhwa, Mian Iftikhar Hussain, señaló que no es verdad que los afganos estén siendo maltratados. "Hemos estado sufriendo debido a la presencia de afganos, pero no tomaríamos ninguna medida contra quienes poseen documentos válidos para permanecer aquí", dijo.
Con la palabra "sufriendo", Hussein se refería aparente y parcialmente a la percepción popular de que los refugiados afganos han ocupado muchos puestos de trabajo que correspondían a los ciudadanos del lugar, porque aceptan salarios más bajos.
Sin embargo, Hussain también dijo: "No permitiremos que los delincuentes se queden aquí".
"Tenemos estadísticas que muestran que 45 por ciento de los delitos son cometidos por afganos", enfatizó el oficial de policía Mohammad Rafiq.
"Ellos comenten delitos y se escapan a Afganistán, donde no pueden ser rastreados", agregó.
Los delitos presuntamente cometidos por refugiados afganos en Pakistán van desde robos hasta asesinatos.
Sin embargo, muchos refugiados sienten que son castigados aunque no hayan incurrido en ninguna falta.
Dicen que desde que se cerraron los campamentos de refugiados en 2007, la policía los acosa constantemente en relación a sus documentos. La mayoría de los refugiados se han visto obligados a vivir en chozas improvisadas y a aceptar cualquier trabajo para poder comer.
Rehmat Shat, por ejemplo, dijo que los 55 dólares que cobra mensualmente como guardia nocturno en la casa de una familia no le alcanzan para mantener a la suya.
"Mis dos hijos venden verduras para complementar mis ingresos", explicó.
Las tres hijas de Mirza Mohammad —Samia, de 10 años, Rabia, de ocho, y Jaweria, de seis— la acompañan cada vez que recorre el vecindario, al amanecer, para recoger la basura.
"Algunas personas nos dan dinero en efectivo y el pan y el hielo que les quedaron. Pero otras no", dijo la descalza Rabia.
Pero, pese a las dificultades de la vida de los refugiados en Pakistán, muchos afganos dicen que, si pueden, prefieren quedarse en este país.
"No podemos irnos debido al caos, la falta de empleo, la mala calidad de la educación y de los centros de salud en nuestro país", dijo Shah.
El taxista Jalawan Khan, de 35 años, agregó: "El gobierno debería compadecerse de nosotros. Vinimos aquí escapando de sucesivos años de guerra, hambruna y sequía".
Sin embargo, algunos miembros de la familia de Khan han vuelto a Afganistán. De hecho, él envía parte de sus ingresos a su madre, que ahora vive en su natal provincia afgana de Khost.
No obstante, para Khan es cada vez más difícil brindar por lo menos dos comidas diarias a su esposa e hijos. "Mi padre tenía un muy buen negocio (de alfombras) en el campamento de Kacha Garhi. Pero ahora la situación es extremadamente mala", dijo Khan.
"De todos modos yo me quedo, porque quiero educar a mi hijo aquí, en Peshawar", explicó.