Este viernes 4 se cumplen 20 años del primer gran levantamiento indígena del Ecuador moderno, que cambió al país. Aquel día los ecuatorianos descubrieron que los aborígenes existían, que estaban organizados y podían perturbar la vida de millones de habitantes de las ciudades.
Fue, además, un movimiento pionero en la América indígena, porque el nivel de organización de los pobladores originarios ecuatorianos sirvió de ejemplo e inspiración para otras iniciativas similares en Perú, Bolivia, Guatemala y México.
En 1990, Norma Mayo terminaba sus estudios secundarios en la central provincia de Cotopaxi. Ahora es ingeniera comercial y secretaria nacional de la Mujer y la Familia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), organizadora del levantamiento.
"No participé directamente, pero vi cómo mis padres y abuelos se conversaron con toda la comunidad y participaron en el levantamiento", dijo Mayo a IPS.
Aquella madrugada, miles de indígenas bloquearon las entradas de las capitales de siete provincias del llamado callejón interandino y de la propia Quito y cortaron la carretera Panamericana en decenas de sitios.
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Además, ocuparon varias haciendas emblemáticas. La mayoría fueron acciones pacíficas, incluso con bailes y música, lo que desconcertó hasta a la fuerza pública.
El levantamiento tomó desprevenido al gobierno del socialdemócrata Rodrigo Borja (1988-1992), que había mantenido diálogos con la dirigencia indígena, desde el comienzo de su Presidencia.
"Ni la inteligencia militar se olió lo que iba a suceder", dijo a IPS Andrés Vallejo, entonces ministro de Gobierno (interior).
Borja puso fin a la política represiva de su antecesor, el derechista León Febres Cordero (1984-1988), con la creación de una comisión presidencial de asuntos indígenas.
El diálogo había dado frutos, como el reconocimiento de la personería jurídica a la Conaie y la oficialización de la educación intercultural bilingüe. Incluso, se avanzaba en los mecanismos de selección de los directores de ese sistema educativo.
Pero la Conaie había cortado el diálogo, y organizó en secreto el levantamiento, que proclamó 16 reivindicaciones, la mayoría conflictos de tierras en la región andina, que quedaron sin resolver en las reformas agrarias de 1973 y 1984.
Después, los puntos de la llamada "plataforma de lucha" subieron a 28, incluida la autonomía de la educación bilingüe y reivindicaciones de tierras en la Amazonia.
Con la intermediación de la Iglesia Católica, el bloqueo cedió en menos de una semana. "La prudencia primó en todas las acciones", recordó Vallejo, quien dijo que hubo solo un manifestante muerto, durante un forcejeo entre un militar y un grupo indígena.
El primer levantamiento indígena despertó una ola de simpatía en las clases medias urbanas. "Amo lo que tengo de indio" fue la pintada en las paredes de Quito que mejor resume el ambiente de aquellos días.
"Fue a partir del levantamiento que nos reconocieron como personas, como seres humanos que teníamos voz y que podíamos actuar", dijo Mayo.
Pedro Saad, entonces asesor de Borja y miembro de la comisión de diálogo, dijo a IPS que "los indígenas sabían bien que no habría represión", lo que favoreció el levantamiento. "No hubo un acuerdo explícito, pero sí la conciencia mutua de que no habría acciones de fuerza", aclaró.
"La Conaie demostró su fuerza organizativa, pero además, el levantamiento le ayudó a imponerse en el corazón de los indígenas como principal movimiento étnico, desplazando a organizaciones surgidas de los partidos de izquierda", explicó.
Durante las dos décadas siguientes, la Conaie realizó una docena de levantamientos y otras movilizaciones. Además, los indígenas conquistaron, en elección tras elección, decenas de gobiernos locales, algo impensado antes de aquel alzamiento.
En cambio su participación en alianzas explícitas de algunos gobiernos con el partido que crearon, Pachakutik (cambio violento hacia una nueva era, en quichua), no fue tan exitosa.
Al ser minoría, entre seis y 14 por ciento de los 14,2 millones de habitantes, según cómo se los mida, su peso electoral ha sido inferior al simbolismo de su lucha.
El populista Lucio Gutiérrez (2003-2005) incorporó a su gabinete varios indígenas, incluida la primera mujer ministra de Relaciones Exteriores, Nina Pacari. Pero la coalición duró apenas seis meses.
Con el izquierdista Rafael Correa, en la Presidencia desde 2007, la Conaie rompió en octubre una alianza de tres años y desde entonces la pugna es creciente.
El principal punto de fricción es un proyecto de ley de aguas, que en mayo provocó marchas, manifestaciones y bloqueos viales, hasta forzar a la Asamblea Legislativa a aplazar la iniciativa.
Correa, en represalia, quitó a la Conaie el control del sistema de educación intercultural bilingüe, uno de sus logros del levantamiento de 1990, y ha acusado a los dirigentes de corrupción en el uso de sus fondos.
Para Mayo, "el actual presidente insulta a nuestros dirigentes y al pueblo indígena y busca exterminar la Conaie, pero no lo conseguirá".
El historiador y dirigente socialista Enrique Ayala, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, recuerda que la lucha de los indígenas por la tierra comenzó en los años 60 y que en la Constitución de 1978 obtuvieron el voto de los analfabetos.
Pero reconoció a IPS que el levantamiento de hace 20 años fue "el acto político de mayor trascendencia y cobertura" de los indígenas en la historia ecuatoriana.
Tras él "hubo un enamoramiento, una empatía, de los sectores medios y los movimientos sociales con el movimiento indígena", lo que duró una década, "hasta su alianza con Lucio Gutiérrez".
Pero actualmente, los nativos ya no son, según Ayala, el referente de los movimientos sociales al que todos seguían y que tuvo importante papel en la expulsión del poder de tres presidentes. "Hoy son solo un movimiento social más", afirmó.
Adjudica esto a la "política etnocentrista de la dirigencia indígena" y a su pretensión de crear sistemas paralelos, que, junto con incidentes recientes de aplicación de castigos físicos por parte de la justicia indígena, "tienen a las clases medias con los pelos de punta".
Mayo no está de acuerdo. "Vamos a continuar en nuestra lucha. Los indígenas no estamos divididos, y tenemos apoyo de los maestros, de los desempleados, de los movimientos ecologistas", aseguró.