Medellín, ciudad de promesas y peligros

Las casas del barrio Comuna 13 son estructuras improvisadas de ladrillos y hormigón que se confunden con un entorno semirrural a medida que uno se acerca al lodoso río Cauca. El paisaje se completa con las colinas de la margen occidental de esta ciudad de 2,5 millones de habitantes.

En Comuna 13 viven 135.000 personas. El distrito representa el complicado renacimiento de una ciudad famosa por haber sido la cuna del pintor Fernando Botero y porque desde allí operó el narcotraficante más conocido del mundo, Pablo Escobar (1949-1993).

Junto a esta área de miseria absoluta se encuentra el Parque Biblioteca Presbítero José Luis Arroyave, un complejo nuevo y efervescente que alberga una biblioteca, un centro de exhibiciones y una cafetería comunitaria.

Desde allí se divisa a los pasajeros de un nuevo sistema de cable aéreo de transporte (metrocable) que va a y de sus viviendas en las laderas de las colinas, reduciendo a la mitad el tiempo que insume el transporte a los residentes de la comunidad.

"En una zona muy afectada por la violencia y la pobreza, quisimos organizar este proyecto y trabajar intentando rescatar el espacio público y beneficiar a la población de aquí", dice Mauricio Mejía, quien trabaja en el Proyecto Urbano Integral, basado en iniciativas similares desarrolladas en Brasil y originalmente dirigidas por el ex alcalde de Medellín Sergio Fajardo (2004-2007).
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Junto con el ex director de Proyectos Urbanos de la ciudad, Alejandro Echeverri, en 2009 Fajardo —actualmente compañero de fórmula de Antanas Mockus, el candidato opositor a la presidencia colombiana— fue galardonado con el Curry Stone Design Prize por su "osado y ambicioso plan de obras públicas" para Medellín, que "ayudó a revitalizar sus barrios más pobres".

Sin embargo, Medellín constituye toda una paradoja: por un lado es una exuberante ciudad verde, vibrante, con una arquitectura moderna, y por el otro es un lugar donde viven personas asustadas que hablan en susurros sobre delincuentes a los que ni siquiera se atreven a nombrar. Y también se ha vuelto una urbe mortal para muchos de sus habitantes.

Durante los primeros tres meses de 2010, los asesinatos aumentaron 54,8 por ciento en Medellín, en relación al año anterior.

A apenas unos pasos del Parque Biblioteca y en otros barrios de la ciudad, las pandillas de narcotraficantes continúan dominando, debido a un incompleto o inefectivo proceso de desmovilización de los grupos paramilitares de derecha que acometió el gobierno del presidente saliente Álvaro Uribe.

"Ésta es una guerra donde reina la impunidad", dijo un voluntario de una iglesia que durante muchos años estuvo activo en los barrios más pobres de Medellín y que pidió no ser nombrado.

"Hay silencio, temor, y la gente no puede hablar sobre lo que está ocurriendo", agregó.

En 1997, Carlos Castaño creó las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), de ultraderecha. Desde entonces, esas fuerzas actuaron como implacable contrapunto a la guerra del Estado contra las organizaciones insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Durante los años más violentos de la guerra civil de Colombia, fueron las AUC y no el Ejército colombiano las que lograron sacar a las FARC y al ELN de las comunas que rodean a Medellín.

Vinculadas a decenas de masacres en todo el país, las AUC iniciaron en 2002 un proceso de desmovilización por el que se les ofreció sentencias reducidas a cambio de que los paramilitares confesaran sus crímenes, pidieran perdón a sus víctimas y cesaran las actividades delictivas. El propio Castaño fue asesinado en abril de 2004, presuntamente en una disputa interna que giraba en torno a la participación cada vez mayor de las AUC en el narcotráfico. Su cadáver se recuperó dos años después.

En Medellín, esta desmovilización adquirió ribetes particularmente caóticos y violentos.

Uno de los líderes más poderosos de las AUC, Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, fue (como Fidel, el hermano de Carlos Castaño) un asociado cercano al cartel de Medellín. Y también fue uno de los principales responsables de una facción dirigida por la familia Galeano, que terminó siendo dominada por sectores leales al difunto Escobar, cerebro del narcotráfico.

Luego de liderar los bloques de las AUC conocidos como Cacique Nutibara y Héroes de Granada, en medio de la desmovilización, la facción de Murillo Bejarano libró una guerra de desgaste, breve pero despiadada, en los barrio marginales de Medellín, con el Bloque Metro, comandado por Carlos Mauricio García, alias Doble Cero.

García era leal a Castaño, y fue hallado muerto en mayo de 2004.

Habitantes y autoridades de Medellín sostienen que el proceso de desmovilización fue una farsa, y que luego el mismo Murillo Bejarano se convirtió en la figura delictiva dominante en la ciudad. Antes había estado en la cárcel en el marco de la Ley de Justicia y Paz del país.

Su omnipotencia tuvo consecuencias mortales para quienes la cuestionaron. Varios líderes comunitarios de Medellín, como Haider Ramírez, de Comuna 13, y Alexander Pulgarín, del barrio La Sierra, fueron asesinados en los últimos años.

Un informe del gobierno señaló que la muerte de Pulgarín fue "un acto premeditado" diseñado para silenciar una voz que se oponía al sistema delictivo implementado los barrio pobres.

Cuando en mayo de 2008 Murillo Bejarano fue deportado a Estados Unidos junto con otros líderes de las AUC se produjeron serias divisiones entre los narcotraficantes.

En septiembre de 2009 fue asesinado uno de los jefes, Fabio León Vélez Correa, conocido como Nito. Entonces se formaron dos facciones a partir de las armas que dejó uno de dos líderes conocidos por sus alias como Valenciano y Sebastián.

El gobierno colombiano estima que los grupos cuentan con unos 400 miembros.

La población considera que es el caos generado por esta lucha de poderes lo que hizo que se disparara la violencia, con grupos reorganizados de traficantes disputándose el control de la ciudad y el acceso al río Cauca, un conducto clave para el contrabando de cocaína y de armas, así como para el tráfico de seres humanos.

Pese a que en estos días se respira esperanza en ciudades colombianas como Medellín, la incompleta desmovilización de los paramilitares, junto con la continua amenaza de los grupos rebeldes todavía sin derrotar, seguirán planteando un serio desafío para quien sea que gane la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 20 de este mes.

"Estos grupos básicamente aceptaron la generosa oferta de desmovilización (que les hizo) Uribe. Pero ‘desmovilizar’ es un término relativo", dijo Bruce M. Bagley, presidente del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami.

* Michael Deibert es profesor invitado del Centro para la Paz y Estudios de Reconciliación en la Universidad de Coventry. Es autor del libro "Notes from the Last Testament: The Struggle for Haiti" ("Notas del Último Testamento: La lucha por Haití"). Su blog puede leerse en: www.michaeldeibert.blogspot.com

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