Un movimiento radical y alternativo crece en los barrios residenciales de Estados Unidos. De costa a costa, gente comprometida con el ambiente reemplaza su impecable césped por huertas orgánicas, jardines con flores autóctonas o simplemente piedras.
«Es un desafío que aumenta cada año», dijo Steven Saffier, coordinador del programa At Home («en casa») de la Audubon Society, que alienta a la población a dejar que sus céspedes crezcan libremente para que pájaros y otros animales puedan vivir en ellos.
Estos jardines de cuidados pastos suelen ocupar más de 1.300 metros cuadrados en los frentes de muchas casas estadounidenses. Y ahora son objeto de una transformación ecológica, a medida que sus propietarios se concientizan sobre su impacto ambiental más amplio.
Grupos tan diversos como los clubes dedicados al arreglo de jardines urbanos y las organizaciones ambientalistas difunden el mensaje de que un césped suntuoso daña a la biodiversidad y constituye un desastre ecológico.
Esos frentes «contribuyen con el cambio climático», dijo Saffier a esta periodista.
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«Los combustibles fósiles utilizados en la producción de fertilizantes y pesticidas agregan dióxido de carbono al ambiente», añadió.
En Estados Unidos, los céspedes hogareños se cultivan principalmente a partir de pastos exóticos que requieren grandes cantidades de agua, pesticidas y fertilizantes.
Muchos dueños de casa aspiran a su perfección, que se resume en la idea de un manto verde oscuro de pasto segado casi al ras, sin hierbas. Los fabricantes de fertilizantes y otros productos químicos promueven esa imagen.
Pero ahora, tanto los propietarios como las corporaciones y las escuelas empiezan a hacerse a la idea de crear un espacio silvestre donde la naturaleza pueda prosperar.
La semana pasada, Saffier ayudó a plantar una variedad nativa de un arbusto especiero en el jardín de una escuela del nororiental estado de Pennsylvania.
El grupo apenas había cubierto las raíces de la planta con tierra cuando una mariposa cola de golondrina se posó sobre una hoja para desovar.
«Ésa es la clase de cosa que buscamos, a mayor escala», dijo Saffier.
Lo que ocurre en los jardines individuales se multiplica muchas veces, porque en Estados Unidos se dedican más áreas a esos céspedes que a cualquier otro cultivo irrigado, según un análisis de la NASA, agencia espacial estadounidense.
El Lawn Institute representa a la industria del césped, que factura 35.000 millones de dólares al año, y estima que en el país se cultivan más de 10 millones de hectáreas del mismo.
Antes, en esas tierras había árboles nativos, arbustos, pasto natural y ecosistemas enteros. Ahora ya no.
«Los ciclos hidrológicos, de nutrientes y nitrógeno que tienen lugar naturalmente en ecosistemas biodiversos están completamente ausentes» de estas praderas domésticas, dijo Saffier.
Estas áreas verdes, ubicadas una junto a otra, han contribuido con una severa reducción en la población de aves de Estados Unidos, destacó, explicando que este paisaje despojado «no les ofrece nada» a esos animales.
Noventa y seis por ciento de los pájaros comen principalmente insectos, que a su vez están altamente especializados y se alimentan de apenas uno, dos o tres tipos de plantas nativas.
«Los pájaros no hallarán insectos en el césped» de las casas, dijo Saffier, por lo que no tendrán con qué alimentar a sus pichones.
De las 800 principales especies de aves existentes en Estados Unidos, 200 se han reducido peligrosamente, según Audubon.
Las poblaciones de alondras de praderas y otras especies propias de las pasturas de la zona medio-occidental del país han disminuido 60 por ciento, mientras que los pájaros de los bosques, como la tangara escarlata, han experimentado un declive similar.
Aves típicas de los arbustos, como el cuitlacoche rojizo, se redujeron 75 por ciento desde 1966, según el «North American Breeding Bird Survey» (estudio norteamericano de reproducción de aves), elaborado por el Servicio Geológico de Estados Unidos y el Ministerio de Ambiente de Canadá.
Además, de los 30 pesticidas de uso más común en los jardines, más de la mitad son tóxicos para pájaros y peces, y están vinculados al cáncer y a defectos congénitos en los seres humanos, indicó la organización ambiental Beyond Pesticides. Y 11 interfieren con las hormonas reproductivas, entre otras, tanto en humanos como en animales.
Beyond Pesticides señaló que, cada año, unos 78 millones de hogares estadounidenses emplean pesticidas en sus jardines.
Por otra parte, los céspedes tienden a repeler el agua de lluvia, así que los productos químicos se escurren en las aguas superficiales y subterráneas, aumentando la posibilidad de que seres humanos y animales se expongan a ellos, dijo para este artículo el director de proyecto de Beyond Pesticides, John Kepner.
Originalmente, los frentes con césped eran una flagrante ostentación de la riqueza europea. Actualmente continúan siendo símbolos de estatus, dijo Julian Agyeman, presidente de Políticas y Planificación Urbanas y Ambientales en la Universidad Tufts.
Food Not Lawns, una organización internacional con filiales en muchas comunidades de Estados Unidos, trabaja con personas que están listas para abandonar completamente esas praderas domésticas como símbolo de condición social.
A esto «le llamamos erradicación de céspedes», explicó a esta reportera Steve Mann, cofundador de la filial de Food Not Lawns en la ciudad de Kansas, en el central estado de Missouri).
Se alienta a la población a sembrar en esos lugares árboles frutales, incluidos nogales y almendros, así como verduras. Desde 2007, 250 personas realizaron consultas ante esta organización.
La entidad busca delimitar zonas de la ciudad para implementar estos cambios, a fin de que los vecinos puedan vender el excedente de sus productos hortícolas y contratar a otros para que los ayuden. Sin embargo, se ha encontrado con una sorprendente oposición entre los agentes inmobiliarios locales.
Según Mann, la ciudad de Kansas presenta oportunidades infinitas para crear estas huertas, dada la gran cantidad de espacio actualmente ocupado por céspedes.
Penny Lewis, directora ejecutiva de la Ecological Landscaping Association, dijo para este artículo que «en vez de que el símbolo de estatus sea un césped de ensueño, (hay que hacer que lo sea) uno amigable con el ambiente».
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).