En Santiago del Estero, una de las provincias argentinas más afectadas por la deforestación y la desertificación, se creó un oasis de especies nativas para recuperar el suelo y atraer de nuevo a productores que habían emigrado.
"No es fácil, resulta muy costoso y lleva tiempo, pero es posible recuperar tierras degradadas", aseguró a IPS Sonia Ramírez, coordinadora del proyecto de forestación que se desarrolla en la localidad Colonia El Simbolar.
En esa localidad, ubicada 1.150 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, se erigió un vivero de la especial nativa algarrobo blanco (Prosopis alba) y se plantaron casi 1.900 hectáreas de árboles que tienen ya alrededor de dos metros.
El objetivo era llegar a 3.000, pero los promotores del programa redujeron sus expectativas a 2.000 hectáreas. O sea que están cerca ya de la nueva meta y la cubierta del suelo muestra avanzados signos de recuperación.
En este programa participa un centenar de productores que habían abandonado los lotes donde alguna vez cultivaron algodón, soja, frutas y hortalizas. "El 80 por ciento son pequeños productores con problemas de subsistencia", explicó Ramírez.
La coordinadora precisó que además de producir los plantines, hay que preparar el suelo, plantar y mantener los cultivos. Hasta ahora, lo que observan es "una excelente recuperación" en la materia orgánica de la mayor parte de los suelos trabajados.
Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indican que Argentina, con 75 por ciento de su superficie árida, semiárida o sub-húmeda seca, está entre los países más afectado en la región, junto a Brasil y México, por la degradación debida principalmente al avance de la frontera agropecuaria sobre el bosque.
Las pérdidas en 11 países de la región por esta causa llegaban en 2003 a 27.525 millones de dólares, según un estudio presentado por Cepal en 2007 y tomado como base para el informe GeoLac 3, que será presentado oficialmente el 14 de julio en Panamá.
En Santiago del Estero, el corazón de la región norte argentina, la expansión del monocultivo fue en desmedro de la cubierta vegetal. Actualmente quedan 5,6 millones de hectáreas de bosques de las 6,6 millones que había en 1992, según informes oficiales.
Así, una de las provincias más boscosas del país dejó al desnudo un suelo vulnerable, desertificado, que obligó a miles de campesinos y pequeños productores a emigrar, aún a costa de abandonar tierras que les pertenecían.
En la Colonia El Simbolar comenzó a gestarse a comienzos 2006 el proyecto "Forestación para combatir la desertificación, mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad – Grupos ambientales Juveniles".
La meta es combatir la desertificación, mitigar el cambio climático mediante el secuestro de dióxido de carbono en el suelo y la masa forestal y proteger la biodiversidad biológica, utilizando especies nativas para reforestar.
También se propone mejorar las condiciones de vida de las comunidades locales y mostrar sinergia entre las principales convenciones de Naciones Unidas sobre ambiente: la de cambio climático, la de desertificación y la de biodiversidad.
Un miembro de la secretaría de la Convención de la Lucha contra la Desertificación, de la Organización de las Naciones Unidas, confió a IPS que el plan es único en la región en intentar la recuperación de tierras degradadas y podría servir como prototipo para otros casos de severa desertificación en América latina y el mundo.
La iniciativa cuenta con el respaldo financiero y técnico del gobierno de Italia, la secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina, autoridades provinciales, la italiana Universidad La Tuscia y la Universidad Católica de Santiago del Estero.
Los ejecutores son el Grupo Ambiental para el Desarrollo, una organización no gubernamental con sede en Santiago del Estero en la que trabaja Ramírez, y la Fundación del Sur en Buenos Aires.
Y los que llevan adelante los trabajos del vivero, que toman cursos de capacitación sobre mejores prácticas de manejo de estos suelos frágiles, y los que plantan, son pobladores locales, algunos de ellos dueños de pequeñas parcelas yermas.
Juan Luis Mérega, director de la Fundación del Sur, explicó a IPS que se eligió Santiago del Estero "porque es una zona muy castigada por la deforestación, que se acentuó dramáticamente en los últimos años por la expansión de la soja".
Esa leguminosa es el principal cultivo de exportación. Debido al desarrollo de una semilla modificada genéticamente, que la hace más apta para resistir herbicidas, más de la mitad de la superficie sembrada del país es soja.
En tierras fértiles y húmedas, como las de la Pampa húmeda, en el centro-este del país, el cultivo resulta apto. Pero en zonas áridas protegidas por el bosque nativo, si bien logra desarrollarse, el deterioro que provoca en el suelo es casi irreversible.
"Los medianos y grandes productores que participan de este proyecto cedieron lotes marginales y siguen con sus explotaciones agropecuarias, y los pequeños viven de subsidios del Estado", explicó.
Para Mérega, el deterioro del suelo "no es fácil de revertir". "La degradación se detecta a simple vista porque la tierra está blanca por la sal (del agua de riego), que le resta fertilidad. Y al mismo tiempo es notable cómo se prenden los árboles", rescató.
El proyecto es candidato a ingresar en el Mecanismo de Desarrollo Limpio, una herramienta prevista en el Protocolo de Kyoto para mitigar el cambio climático mediante la venta de créditos de carbono, según adelantó Mérega.
Los promotores del programa confían en que su proyecto permitirá el secuestro de 324.000 toneladas de carbono a lo largo de 20 años de desarrollo de la plantación. No obstante, los productores podrían beneficiarse antes con la venta de madera.
"A los siete años (que se cumplen en 2013) ya hay que ralear y ahí tienen posibilidad de vender lo que se quita", añadió.