Un millonario acuerdo de intercambio con la República Democrática del Congo (RDC), ensalzado por China como ejemplo de su estrategia de mutuo beneficio con África, se ve socavado ahora por denuncias de corrupción, un fallo judicial y críticas de Occidente.
Estos sorpresivos golpes están llevando a Beijing a sospechar que existe un complot para frenar su avance en el continente africano, rico en recursos.
"Ahora está claro que los países occidentales no quieren ver el aumento de la influencia de China en África", sostuvo el analista chino Duan Hongwu, quien ha seguido de cerca las inversiones de Beijing en la RDC.
"El acuerdo de intercambio es obviamente de beneficio mutuo. Ayuda a la RDC a convertir sus recursos minerales en capital económico real, y al mismo tiempo beneficia a las abundantes reservas extranjeras de China encontrando un conveniente mercado donde invertir", destacó.
El acuerdo por 9.000 millones de dólares firmado entre Beijing y Kinshasha en 2008 eleva las apuestas chinas, consolidando al país asiático como un influyente actor en África y como el mayor inversor en una de las naciones más grandes y populosas de ese continente.
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Bajo los términos originales del tratado, China prometió un préstamo por 9.000 millones de dólares y aceptó construir gigantescas minas de cobre y cobalto, trazar 4.000 kilómetros de carreteras y vías férreas, renovar al deteriorado sector minero congoleño y edificar escuelas, hospitales y clínicas.
A cambio, Beijing se asegura minerales para su industria manufacturera por 25 años. Recibirá 6,8 millones de toneladas de cobre y 620.000 de cobalto.
El acuerdo es elogiado por Kinshasha como "el Plan Marshal para el Congo".
Sin embargo, el proyecto minero de Sicomines (empresa de riesgo compartido entre firmas chinas y la estatal minera congoleña Gécamines) ha sufrido una serie de problemas desde su firma.
Fue mal visto por las potencias occidentales, y por lo tanto, antes de que se secara la tinta del papel, el Fondo Monetario Internacional comenzó a ejercer presión sobre los líderes congoleños para que renegociaran sus términos, como condición a un nuevo paquete de ayuda de los donantes.
La RDC finalmente aceptó, y a fines del año pasado el acuerdo fue reducido a 6.000 millones de dólares.
"¿Temía Estados Unidos que, al hacer grandes inversiones en África, China pudiera reducir gradualmente su parte de los bonos del tesoro?", preguntó Duan.
En febrero, China redujo su tenencia de bonos del Tesoro estadounidenses al nivel más bajo en por lo menos nueve meses, en medio de especulaciones de que Beijing consideraba diversificar su portafolio.
Pero la disminución del monto del acuerdo con la RDC no puso fin a los problemas para Beijing. China Railways, la mayor empresa constructora de ese país asiático, se vio afectada por la decisión de una corte de Hong Kong que obstaculizó su entrada al mercado congoleño a causa de deudas que el régimen de Mobuto Sesi Seko contrajo con la antigua Yugoslavia relacionadas con un proyecto hidroeléctrico de 1980.
Mobuto Sese Seko fue presidente de la RDC, ex Zaire, entre 1965 y 1997.
FG Hemisphere, un fondo de alto riesgo que compró la deuda del régimen de Seko, obtuvo en febrero un fallo favorable de un tribunal de apelaciones de Hong Kong en su reclamo de que parte de los fondos chinos para la RDC fueran destinados a cancelar esos compromisos.
China Railways tiene una subsidiaria en Hong Kong, región administrativa que mantiene tribunales independientes bajo su acuerdo con Beijing de "un país, dos sistemas", de 1997.
El millonario acuerdo entre Beijing y Kinshasha también es estudiado por una comisión de la Asamblea Nacional (cámara baja) de la RDC.
Los legisladores están preocupados en particular por la desaparición de 23 millones de dólares en primas por contrato que firmas chinas debieron haber pagado a la estatal minera congoleña Gécamines. La publicidad adversa que recibió Beijing por esta investigación despertó dudas sobre la transparencia de sus proyectos en África.
Críticos occidentales afirman que China está sólo interesada en extraer recursos naturales africanos para alimentar su creciente economía, y se preocupa poco por el desarrollo de los países de ese continente, actuando en realidad como una nueva potencia colonial.
Pero expertos chinos ven en estas acusaciones la sombra de una "mentalidad de Guerra Fría".
"¿Está China comprando barato y vendiendo caro para calificar como potencia colonial?", preguntó Shen Jiru, experto en relaciones internacionales de la Academia China de Ciencias Sociales. "Exactamente lo opuesto. Estamos proveyendo préstamos sin intereses y ayuda, y somos un respaldo confiable para el desarrollo económico de África", añadió.
China prometió el año pasado darle a África 10.000 millones de dólares en préstamos blandos, y prevé volcar vastas sumas de dinero en el desarrollo de infraestructura en varios países. Líderes africanos han elogiado la nueva ola de inversiones chinas en el continente.
Al hablar en el Foro Económico Mundial sobre África, realizado la semana pasada en Tanzania, el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, afirmó que los intereses chinos se complementaban con la necesidad de los países africanos de superar su dependencia de la exportación de materias primas y avanzar hacia la industrialización.
Tiene sentido que China invierta en África, añadió el primer ministro, ya que sus enormes reservas extranjeras están en su mayoría en dólares, y necesita diversificar sus activos. "Está en sus intereses gastar decenas de miles de millones de dólares en África, y está en nuestros intereses tener acceso a esas decenas de miles de millones de dólares", afirmó.