El acopio de semillas de plantas en peligro de extinción y la recuperación de métodos tradicionales de cultivo y pastoreo concentran la atención de los especialistas para contrarrestar la histórica pérdida de especies vegetales y la supervivencia de los humanos.
El profesor César Gómez-Campo, quien falleció en septiembre de 2009, fue uno de los primeros en usar bancos de semillas para conservar especies de plantas silvestres.
"Fue un pionero de la conservación de recursos genéticos de plantas silvestres. Dedicó su vida profesional a la preservación eficiente de semillas endémicas. También fue un profesor inspirador y su legado seguirá alentando a botánicos y científicos", dijo a IPS su esposa, María Estrella Tortosa.
Gómez-Campo es considerado el padre de los bancos genéticos españoles. En 1966 creó en Madrid el primero de ellos dedicado a la conservación de plantas silvestres.
El especialista fue reconocido el sábado de forma póstuma como "Guardián de la diversidad" del mar Mediterráneo, un premio anual entregado por la organización Biodiversity International (BI) a agricultores, científicos y activistas que han dedicado su vida a salvaguardar la diversidad cultural y agrícola.
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BI organizó en Roma la Semana de la Biodiversidad, del 21 al 23 de este mes, para discutir cómo incide el asunto en la agricultura.
Gracias a él, el banco genético de Madrid tiene 354 semillas de especies y subespecies en peligro de extinción, casi 24 por ciento de todas las plantas que están en esa situación en España.
"Muchos de sus históricos colaboradores abrieron otros bancos genéticos, conectados por red con todos los de España, y jardines botánicos que utilizan el método de conservación creado por él", señaló Tortosa.
Tras retirarse en 2003, siguió viajando y dando charlas sobre la importancia de la conservación de las semillas y explicando el uso de la tecnología de almacenamiento ultraseca que creó hace más de 40 años.
"La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación alentó la adopción de su método en todos los bancos de semillas del mundo. Toda esa voluntad mantuvo vivo su trabajo", añadió.
La brasileña Rena Martins Farias es "guardiana", como Gómez-Campo, y también comenzó hace 40 años la conservación de recursos genéticos. De niña le fascinaban los colores y los olores de los alimentos, relató.
Una de las primeras graduadas en recursos genéticos vegetales de la Universidad de Birmingham en los años 70, Farias acopió semillas de cereales, frijoles y otras legumbres de la zona del Mediterráneo y de Portugal, donde trabajó años en la conservación de especies autóctonas.
"Al principio muy pocas mujeres se acercaban a esta profesión", dijo Farias a IPS. "Con los años aumentó, pero se dedicaban principalmente a recoger semillas para los bancos genéticos", añadió.
"No era lo mío. A mí me gustaba viajar y trabajar con la gente. Ahora que estoy jubilada y dedicada a enseñar en la universidad extraño mucho estar en el campo, coleccionando, trabajando con agricultores e investigar por qué conservan un cultivo de determinada forma", apuntó.
"Hay mucho que aprender de los agricultores", remarcó Farias.
La "Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3", divulgado a principios de este mes por la secretaría del Convenio sobre Diversidad Biológica, declara que se pueden perder los servicios básicos si no se preservan las diferentes especies.
El ritmo de extinción es 1.000 veces mayor de lo que debería ser, señala el informe, lo que muestra la incapacidad de los gobiernos para alcanzar una disminución significativa de las pérdidas en 2010.
Pero los agricultores, en especial en los países en desarrollo, siguen preservando la biodiversidad de forma meticulosa.
"Soy hijo de un agricultor y aprendí las características de las especies de pastos y sus usos pastoreando rebaños de ovejas y de cabras con mi padre en la montaña", dijo a IPS Hrou Abouchrif, de Marruecos.
De joven aprendió técnicas tradicionales de pastoreo que favorecen la regeneración natural de pastos. En la actualidad dirige la asociación marroquí Adrar, que promueve el desarrollo sustentable y la protección del ambiente en la cordillera del alto Atlas oriental y de la localidad montañosa de Ifrane.
Hace 20 años que Abouchrif contribuye a la conservación de plantas aromáticas y medicinales.
"Estoy encantando de estar junto a los reconocidos investigadores que recibieron el premio", dijo a IPS.
"Renuevo energías para volver a mis montañas y seguir preservando la biodiversidad con los agricultores de mi aldea. Pertenezco a esa población y debo quedarme allí para preservar nuestra cultura y no dejarla desaparecer", añadió.