Desalojo compulsivo de favelas resucita fantasmas

El añejo debate entre desalojo o reurbanización de las favelas recobra bríos en Río, la otrora capital de Brasil, que aún muestra heridas abiertas en sus laderas por los deslizamientos de tierra que dejaron las lluvias de abril.

Construcciones precarias en la ladera de la favela La Rocinha. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
Construcciones precarias en la ladera de la favela La Rocinha. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
La polémica acompaña el plan de desplazamiento compulsivo de las zonas de riesgo diseñado para prevenir desastres como el que causó el temporal de comienzos de abril: 256 personas muertas y miles sin hogar en el sudoriental estado de Río de Janeiro, según datos oficiales.

El decreto de la alcaldía de Río de Janeiro, capital de Brasil hasta 1960, establece la evacuación de los habitantes de estos barrios hacinados ubicados en áreas sujetas a deslizamientos de tierra o inundaciones, aun contra su voluntad y con la actuación, si es necesaria, de las fuerzas de seguridad.

El plan Vivir Seguro es, según el alcalde carioca Eduardo Paes, el "fin de la demagogia", pero el historiador especializado en favelas Mario Brum lo ve como "la reaparición de un fantasma de los períodos más sombríos de nuestra historia". Brum recuerda que la remoción de favelas alcanzó su máxima expresión durante la dictadura (1964-1985), cuando 175.000 personas fueron trasladadas por la fuerza.

En declaraciones a Tierramérica, el historiador señaló que esa práctica "se convirtió en política de Estado" en la década de 1960 y hasta la mitad de los años 70, dando origen a varios conjuntos habitacionales, como Cidade de Deus (Ciudad de Dios), que el director Fernando Meirelles hiciera famosa con su película homónima.
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El plan de trasladar las favelas a esos edificios se abandonó porque los supuestos beneficiados no podían costear los nuevos gastos de vivienda y transporte. Muchos terminaron regresando a sus precarios lugares de origen, agregó.

"El diluvio que nos alcanzó a comienzos de abril nos hace reflexionar", sostuvo el historiador en un artículo publicado en el sitio en Internet del Instituto Brasileño de Análisis y Estudios Sociales.

"¿Toda la desigualdad habrá sido llevada por el agua o por la tierra o, extrañamente, ella parece reforzarse en la ciudad que todavía no terminó de contar a sus muertos?", se preguntó en el trabajo titulado "O Rio e as favelas: futuro e cidadania após o dilúvio" ("Río y las favelas: Futuro y ciudadanía después del diluvio").

También el sociólogo Paulo Magalhães considera que el plan del alcalde Paes no resuelve los problemas urbanos de fondo.

"La principal causa estructural es la desigualdad de la renta en la sociedad brasileña", vinculada a "la ausencia de una política de viviendas para los más pobres" por un "Estado omiso", dijo Magalhães a Tierramérica.

Este experto critica la "penalización" de los pobres, como si fueran responsables de su propia tragedia. Destaca, además, que nadie es loco como para querer quedarse en un lugar donde corre riesgo su vida, como lo demostró la "falta de resistencia" a la desocupación.

Lo movimientos sociales cuestionan la falta de consulta a los eventuales beneficiarios de la reubicación.

"El gobierno llega con este paquete de soluciones ante personas que todavía sufren la tragedia y que no han logrado reorganizarse", indicó Mónica Francisco, líder comunitaria de la favela Morro do Borel.

Nadie les pregunta dónde quieren ser reubicadas ni si tendrán, por ejemplo, problemas de transporte en sus nuevos destinos, puntualizó Francisco, estudiante universitaria de ciencias sociales, ante la consulta de Tierramérica.

Pero el problema más difícil de resolver, destacó, es la especie de exilio al que son sometidos los habitantes de estos barrios, obligados a abandonar "sus raíces" y "la proximidad de sus relaciones afectivas".

El plan de evacuación contempla inicialmente unas 4.000 familias de ocho favelas, según el alcalde Paes, quien explicó que la resolución se tomó después de pormenorizados estudios técnicos. Sin embargo, los líderes de las favelas los consideran insuficientes.

En Morro dos Prazeres, una de las ocho favelas mencionadas por Paes, la Defensa Civil del estado de Río de Janeiro identificó 946 viviendas para desalojar, pero la Asociación de Vecinos asegura que sólo 100 están en área de deslaves.

El símbolo más cruel del déficit de viviendas en ese lugar fue la imagen de un anciano deambulando sobre escombros donde los bomberos buscaban, aún a mediados de abril, los restos de víctimas de los desmoronamientos.

Carlos Minc, quien fue ministro de Medio Ambiente del gobierno nacional hasta fines de marzo, afirmó lo que para muchos no parece tan obvio: "Nadie vive en una favela si tiene otra opción".

Por eso una de las soluciones es mejorar "las ciudades medianas" del estado, para impedir el gran flujo a la región metropolitana, propuso Minc, diputado estadual de Río de Janeiro y aspirante a renovar su escaño en las elecciones de octubre por el izquierdista Partido de los Trabajadores, del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Minc manifestó a Tierramérica que confía en la próxima aprobación de una ley que destina a las personas residentes en zonas de riesgo un mínimo de 10 por ciento de las casas contempladas en los planes oficiales de construcción general.

Una de las dificultades es la falta de infraestructura en las áreas de reubicación.

El error de programas anteriores fue construir conjuntos habitacionales lejos "de las áreas dinámicas de la economía", explicó el sociólogo Magalhães.

Por eso la secretaria estadual de Medio Ambiente, Marilene Ramos, resaltó uno de los puntos del programa Vivir Seguro: la inversión de 1.000 millones de reales (unos 540 millones de dólares).

"Uno de los principales problemas a resolver en las áreas posibles de reubicación es la carencia de infraestructura, como agua potable, cloacas y vías de acceso", dijo la funcionaria a Tierramérica.

El nuevo programa sustituirá todas esas deficiencias antes de empezar a construir las viviendas, prometió.

Pero Magalhães sugirió otras soluciones, como la expropiación de unos 10.000 inmuebles desocupados sólo en el centro de Río de Janeiro.

En este aspecto, apuntó, megaencuentros como los Juegos Olímpicos, que en 2016 se celebrarán en Río de Janeiro, deberían servir para revitalizar algunas áreas centrales y para construir conjuntos habitacionales que después puedan ser destinados a los cariocas más pobres.

* Este artículo fue publicado originalmente el 8 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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