El nuevo gobierno de Kirguistán aseguró este jueves que Washington podrá seguir usando la estratégica base aérea de Manas para apoyar sus operaciones militares en Afganistán.
La jefa del gobierno interino, Roza Otunbayeva, dijo a periodistas en Biskek que "se mantendrá el estatus quo" en lo que refiere a esa instalación.
Otunbayeva hizo estas declaraciones cuando crecía la preocupación en Washington tras el derrocamiento del presidente kirguís Kurmanbek Bakiyev.
No obstante, la nueva gobernante señaló que habría que considerar otros temas referidos a la base militar, aunque no detalló cuáles.
Otunbayeva pudo haber aludido a que su gobierno interino pedirá un aumento en el arrendamiento de las instalaciones, que actualmente asciende a 60 millones de dólares anuales.
Funcionarios estadounidenses confirmaron que, a pesar de la turbulencia política en Kirguistán, la base aérea sigue operando.
"Actualmente se desarrollan operaciones limitadas en Manas", dijo a la agencia de noticias Reuters el portavoz del Departamento de Defensa, Bryan Whitman. "Nuestro apoyo a Afganistán continúa y no ha sido afectado seriamente. Tenemos esperanza en que podremos reanudar pronto las operaciones plenas".
Manifestantes opositores derrocaron a Bakiyev luego de una breve pero violenta asonada. La ex canciller Otunbayeva confirmó a la cadena estadounidense CNN que ahora estaba a cargo de un gobierno interino y que se dedicaría a elegir nuevos ministros.
Todavía se desconoce el paradero exacto de Bakiyev, pero según el servicio ruso de la cadena británica BBC estaría en su hogar en la provincia meridional de Jalal Abad. El mandatario le dijo a ese medio que se negaba a "reconocer una derrota", pero admitió que ahora carecía de "reales palancas de poder".
Miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades de Kirguistán en los últimos dos días, protestando contra la corrupción y los crecientes costos de los servicios públicos.
Cerca de 40 personas murieron y otras 400 resultaron heridas en enfrentamientos, según fuentes del Ministerio de Salud. Por su parte, líderes del movimiento contra Bakiyev aseguraron a la agencia Associated Press que el número de víctimas fatales ascendía a 100.
Los opositores habrían tomado control de las principales oficinas de seguridad del Estado, así como de la televisión pública y otras instituciones. Hablan de una "nueva revolución".
Bakiyev había llegado al poder en 2005 tras la llamada Revolución de los Tulipanes, que derrocó al gobierno de Askar Akayev luego de unas disputadas elecciones parlamentarias.
Akayev, a su vez, gobernaba desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, y su administración era acusada de corrupción y autoritarismo.
Washington hasta ahora se ha abstenido de hacer comentarios sobre la legitimidad del nuevo gobierno, aunque su embajada en Biskek dijo el miércoles estar "profundamente preocupada" por los "disturbios civiles".
Alertando que la situación era "todavía muy incierta", el presidente del Comité del Senado sobre Relaciones Exteriores de Estados Unidos, John Kerry, expresó su "pesar por la pérdida de vidas" y llamó a la "calma y a evitar la violencia".
Además, exhortó a las partes a "priorizar temas políticos, económicos y sociales" en un "proceso transparente que traiga estabilidad y derechos fundamentales para todos".
Había preocupación en el gobierno estadounidense por el destino de Manas.
El año pasado, el parlamento de Kirguistán, en el que los partidos de oposición tenían poderosa presencia, aprobó el cierre de la base. Reportes sugieren una influencia rusa en esta decisión: Moscú habría prometido un importante paquete de ayuda a Biskek.
En Rusia ha crecido la preocupación por la presencia prolongada de militares estadounidenses tan cerca de su territorio.
Pero tras la intervención personal del presidente Barack Obama, Washington aceptó un aumento de la renta de la base, de menos de 20 millones de dólares por año a 60 millones.
Kirguistán renovó el contrato pero pasó a considerar la instalación como "centro de tránsito", e impuso la condición de que Estados Unidos sólo pudiera utilizarla para trasladar bienes "no letales" a Afganistán.
Analistas especulan sobre el papel de Rusia en la actual inestabilidad política de Kirguistán. Moscú ya había provocado un aumento en los precios de los combustibles en ese país imponiendo nuevos impuestos a productos petroleros exportados a territorio kirguís.
"Expertos políticos en Biskek creen que Moscú está castigando a Bakiyev por no haber sacado a las fuerzas estadounidenses de Manas", señaló David Trilling, del sitio web de noticias y análisis EurasiaNet.
La política exterior del presidente Bakiyev, inicialmente considerado pro-estadounidense, osciló entre Moscú y Washington. Aunque llegó al poder con la promesa de una administración democrática y transparente, pronto fue llevando al país al unipartidismo. Kirguistán era controlado por una camarilla de seguidores y familiares de Bakiyev. En los últimos meses, su gobierno había agravado la mano dura contra la oposición y medios de comunicación.