Tribus originarias del norte de Australia se oponen a los planes del gobierno de construir una planta de almacenamiento de desechos nucleares en sus tierras.
Diane Stokes, de las tribus warumungu y warlmanpa, en el Territorio del Norte, no quiere que se viertan desechos radiactivos en las tierras de su clan en la Muckaty Station, ubicada unos 200 kilómetros al norte del pueblo de Tennant Creek.
La cuestión de qué hacer con los residuos del material nuclear que Australia usa en hospitales, industrias, agricultura e investigación está presente desde hace décadas y dista de resolverse.
Actualmente esa basura se almacena en numerosos sitios de todo el país. Parte también se traslada a Escocia y Francia.
Tanto el gobierno del primer ministro Kevin Rudd como el de su predecesor John Howard (1996-2007) han considerado que estos sitios son temporarios, buscando construir una planta permanente en la que poder alojar los desechos radiactivos.
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Un proyecto de ley que actualmente estudia el parlamento descarta la posibilidad de usar uno de los tres sitios previamente designados en tierras de la Fuerzas de Defensa de Australia, en el Territorio del Norte, lo que efectivamente dejaría a la Muckaty Station como el único sitio potencial a considerar.
Aunque el ministro de Energía y Recursos, Martin Ferguson, dijo que el proyecto "significa que un sitio ya no puede imponerse automáticamente a una comunidad en ningún estado o territorio", la legislación propuesta también reconoce el nombramiento "voluntario" del sitio de Muckaty que en 2007 efectuaron miembros del clan ngapa.
Ese clan es uno de los varios grupos familiares indígenas que son los dueños tradicionales de las tierras de Muckaty Station.
"Hemos tomado una decisión: nominamos nuestra tierra porque queríamos una vida mejor para nuestros hijos", dijo la portavoz ngapa Amy Lauder en una audiencia sobre el proyecto que tuvo lugar el 30 de marzo en el Senado.
Se prevé que Lauder y sus familiares recibirán una compensación de unos 12 millones de dólares australianos (11,14 millones de dólares estadounidenses) a cambio de que se construya la planta de desechos radiactivos en sus tierras.
"Estamos satisfechos de que los residuos puedan almacenarse de modo seguro, siempre que se haga según el proceso de impacto ambiental a seguir en los próximos años. El clan ngapa está unido en esta decisión", dijo Lauder al comité del Senado.
La suya es una posición apoyada por el Consejo de Tierras del Norte (NLC, por sus siglas en inglés), que representa a los terratenientes aborígenes de la región septentrional del Territorio del Norte.
En 2007, el NLC nominó al sitio de Muckaty en nombre del clan ngapa.
"El pueblo ngapa ha adoptado una posición valiente al poner a consideración sus tierras tradicionales como sitio potencial para una central que albergue los desechos radiactivos de la nación", dijo Kim Hill, presidente del NLC.
Hill sostuvo que "nadie discute que el área en cuestión pertenece al clan de Lauder".
Sin embargo, es exactamente eso lo que parece estar disputándose. Una carta emitida en conjunto por miembros de los clanes milwayi y wirntiku, así como por otros del clan ngapa, se leyó en la segunda audiencia del Senado, el 12 de este mes.
La misiva señaló que el sitio propuesto en realidad se encuentra en tierra milwayi y no perteneciente a la familia de Lauder, reclamando que antropólogos se pronuncien al respecto.
El senador del Partido Verde Scott Ludlam solicitó que se descarte a Muckaty para instalar la planta porque en el proceso de nominación de ese sitio no se consultó a los aborígenes involucrados.
El activista Dave Sweeney, de la Fundación Australiana para la Conservación, criticó al ministro Ferguson por apartarse de los principios establecidos por su propio partido en relación a los desechos radiactivos.
Según él, en 2007 el Partido Laborista prometió "un nuevo estudio de selección del sitio basado en la inclusión y el consentimiento de la comunidad", que además estuviera "basado en procesos y principios robustos y transparentes".
Sweeney sostuvo que hay mucho en juego "con unos desechos radiactivos que duran miles de años, que pueden causar cáncer y cambios genéticos, que pueden transmitirse hacia el ambiente externo" y también afectar "la percepción de las personas sobre su relación con la tierra".
El presidente de la Asociación Médica para la Prevención de la Guerra, Bill Williams, dijo que una filtración de una planta de desechos radiactivos fácilmente podría llegar a los seres humanos a través de los alimentos y el agua, afectando directamente los pulmones al respirar el aire contaminado.
"No existe una dosis segura de radiación ionizante para ninguno de nosotros", advirtió.