EEUU-AFGANISTÁN: Más de ocho años bombardeando a ciegas

Un fallido bombardeo contra el presunto campamento de un dirigente del Talibán en Afganistán demostró que, tras ocho años de guerra, el ejército estadounidense sigue sin entender el comportamiento tribal y otros conflictos sociopolíticos locales.

En el ataque del 12 de febrero, fuerzas especiales estadounidenses mataron a tres mujeres y a dos funcionarios afganos y a ningún combatiente del movimiento islamista.

Cuando se trata de atacar objetivos del Talibán, los comandantes del ejército se ven obligados a confiar en informantes de dudosa credibilidad cuyas motivaciones desconocen.

Las fuerzas especiales de Estados Unidos "no saben quién es el enemigo y quién no", señaló un integrante del consejo provincial de Gardez, cerca del lugar del fallido ataque.

Cuando el comandante de las operaciones especiales, William McRaven, fue hasta el lugar de los hechos a disculparse, el jefe de la familia afectada, Hajji Sharibuddin, que perdió a cinco parientes, pidió al ejército estadounidense que le entregara al "espía que les suministró la información falsa".
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El general Stanley McChrystal, que fue comandante de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), reconoció en una evaluación de agosto de 2009 que su comando debía "comprender mejor Afganistán y a su gente".

Por su parte, el jefe de inteligencia, general Michael Flynn, admitió a la radio nacional pública de Estados Unidos que "lo que no hemos hecho como debiéramos es comprender realmente a la población, la dinámica y las redes tribales y el funcionamiento étnico".

La dinámica varía de "un valle al otro", añadió.

"No quiero decir que no tenemos ni idea, pero no la tenemos", reconoció Flynn en un documento publicado en octubre por el Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense. "Apenas entendemos el funcionamiento superficial", añadió.

Flynn se cuidó de sugerir que la profunda ignorancia de la sociedad afgana podía afectar la efectividad de los ataques al Talibán. Los problemas de inteligencia no se refieren al movimiento islamista, según él, sino a cuestiones de gobernanza y desarrollo.

Pero una fuerza militar extranjera que ignora cuestiones fundamentales del funcionamiento sociopolítico de los actores en juego permite que las fuentes locales actúen en su propio beneficio.

Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han dependido mucho de sus vínculos con líderes tribales y señores de la guerra, lo que sistemáticamente ha resultado desastroso.

El coronel David Lamm, jefe de personal del general David Barno mientras fue comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán entre 2003 y 2005, dijo que para ellos estaba claro que no debían establecer acuerdos con grupos tribales para obtener información sobre el Talibán.

Este movimiento político islamista sunita ayudó a expulsar a la Unión Soviética de territorio afgano en 1989 y controló buena parte de ese país entre 1996 y fines de 2001, cuando fue puesto en fuga por las tropas estadounidenses de ocupación.

Solía suceder que un grupo identificado por un líder tribal como talibán era en realidad una tribu rival, describió Lamm en una entrevista con IPS en septiembre de 2008.

Barno había ordenado a sus hombres evitar a la policía local como fuente de inteligencia sobre el Talibán. "La policía local estaba muy próxima a la elite local", dijo Lamm.

Pese a tales advertencias, los operativos de inteligencia militar y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) siguieron confiando en patriarcas tribales y señores de la guerra como fuentes.

En diciembre de 2008, personal de espionaje de Estados Unidos le decía al diario The Washington Post que en sus acciones usaban píldoras de sildenafilo, un fármaco contra la impotencia conocido por su marca comercial Viagra, entre otros incentivos para conseguir datos de los líderes locales.

También se les ha pedido a los señores de la guerra seguridad para las bases y la logística estadounidense, como documentó en septiembre un estudio del Centro de Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva York.

Con frecuencia, estas relaciones se convertían en canales de inteligencia.

El ejemplo más escandaloso fue el uso que la CIA hizo de información provista por Ahmed Wali Karzai, hermano del presidente afgano Hamid Karzai, gobernador y hombre más poderoso de la sureña provincia de Kandahar.

El Washington Post informó en septiembre que diplomáticos canadienses y estadounidenses no presionaron al presidente Karzai para que destituyera a su hermano del cargo, porque éste había suministrado "valiosa inteligencia" al ejército de Estados Unidos.

La incapacidad estadounidense para desarrollar sus propias redes de espías confiables condujo a la voluntad de emplear fuerza letal sobre la base de datos de fuentes dudosas.

En agosto de 2008, un ataque aéreo a la aldea de Azizabad, en la occidental provincia de Herat fue, según oficiales afganos, causada por información engañosa proporcionada por un rival del jefe local Timor Shah, quien había muerto unos meses antes.

Una investigación del incidente efectuada por la Comisión Independiente de Derechos Humanos reveló que un ex socio de Timor, que todavía sostenía una enemistad personal hacia su familia y que había participado en varios delitos, convenció a las fuerzas ocupantes de que en Azizabad habría una numerosa reunión de combatientes talibanes.

Estados Unidos efectuó un bombardeo devastador sobre lo que en realidad era una ceremonia fúnebre en honor de Timor Shah. Murieron al menos 90 civiles, 60 de ellos niños.

El relator de las Naciones Unidas, Philip Alston, sostuvo en mayo del año pasado que "muchos funcionarios del gobierno" le habían asegurado que "datos falsos" causaban con frecuencia bombardeos y operativos nocturnos en los que eran asesinados civiles inocentes.

Un gobernador provincial le aseguró que "en su provincia había gente haciendo negocios como intermediarios de inteligencia falsa para las fuerzas de ocupación. Les pagaban individuos con rencores personales que buscaban venganza", dijo Alston.

El relator también informó de un "alto oficial" que respondió a su informe sin negar que los "feudos" dirigían buena parte de la identificación de jefes locales del Talibán.

En lugar de admitir que esta inteligencia no tenía arreglo, el comando militar estadounidense adoptó la justificación de que en realidad no necesitaba comprender realmente a la sociedad afgana.

McChrystal ha lamentado tanta ignorancia, pero sigue autorizando bombardeos que se basan en el tipo de información que ésta genera.

* Historiador y periodista de investigación especializado en política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, "Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam" (Peligro de dominación: Desequilibrio de poder y el camino a la Guerra de Vietnam), se editó en 2006.

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