Negril, una faja de 11 kilómetros de arenas blancas en el extremo oeste de Jamaica, estuvo durante siglos aislada del resto de la isla gracias a caminos intransitables y a un gran pantano.
Permaneció casi ignorado hasta los años 60 y 70, cuando algunos hippies y veteranos de la guerra de Vietnam empezaron a rondar la tranquila aldea marítima.
Los visitantes estadounidenses siguieron llegando en abundancia, y a fines de los años 70 Negril floreció como lugar de vacaciones. Con una creciente población y una infraestructura ampliada, las bellezas naturales del tercer mayor centro turístico de Jamaica empezaron a sufrir un visible deterioro.
"Cuando visité Negril desde Kingston en 1960, con un primer camino hasta la playa, no había una sola edificación en la costa. Las aguas eran transparentes como el cristal", sostuvo en un artículo de 1992 Thomas J. Goreau, presidente de la no gubernamental Global Coral Reef Alliance (Alianza Mundial por los Arrecifes de Coral), con sede en Cambridge, Estados Unidos.
"Ahora es la zona turística de mayor crecimiento, desaparecieron todos aquellos altos cocoteros, las playas están atestadas de gente y edificios", continuó.
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Dieciocho años después, la muerte ambiental de Negril es puesta nuevamente sobre la mesa, esta vez por la División de Evaluación y Alerta Temprana del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El experto Pascal Peduzzi, que dirige la División de Alerta Temprana, pronosticó en marzo que varias playas del oeste jamaiquino van a desaparecer en 10 años si las autoridades y residentes no actúan antes.
Su advertencia se basa en datos de un estudio de su autoría, publicado por el PNUMA, sobre el papel que juegan los ecosistemas para reducir los riesgos de desastres naturales.
"Los datos indican que las playas de Negril retroceden entre medio metro y un metro por año", dijo Peduzzi.
La evidencia científica muestra que en las últimas cuatro décadas Negril experimentó una erosión costera severa e irreversible, afirma el estudio "Risk and Vulnerability Assessment Methodology Development Project – The Case of Jamaica" (Proyecto para el desarrollo de una metodología de evaluación de riesgos y vulnerabilidad El caso de Jamaica), publicado en marzo.
"El mayor ritmo de erosión se notó a partir de 1991, cuando se hizo más lenta la recuperación de las playas luego de las tormentas, y es probable que esa tendencia continúe", dijo Peduzzi.
Las malas prácticas de construcción y el vertido ilegal de residuos contaminantes al océano están liquidando la vegetación marina y los arrecifes de coral, que juegan un papel protector de la erosión costera, afirma el trabajo del PNUMA.
Para Maxine Hamilton, directora ejecutiva del no gubernamental fondo de protección ambiental de Negril, el informe del PNUMA puede servir para determinar soluciones para el frágil ambiente.
"Nos ayudará a estructurar un programa de conservación y a mejorar la resiliencia ante desastres naturales de las comunidades vulnerables. Nos da armas para avanzar en la dirección correcta", dijo Hamilton a Tierramérica.
En abril de 2000, la Cámara de Comercio de Negril invitó a visitar la zona al profesor Edward Maltby, que presidía la Comisión de Manejo de Ecosistemas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, para que sugiriera cómo salir del atolladero.
Maltby fue categórico: el único remedio era revitalizar el Negril Great Morass, un pantano de 2.289 hectáreas que constituye un quinto de los humedales jamaiquinos.
El Great Morass rodeó alguna vez la playa de Negril de tal forma que impedía el acceso. Pero la actividad humana lo redujo y afectó sus funciones hidrológicas y su capacidad como hábitat silvestre.
"La codicia es lo que funciona. Se han construido hoteles en el pantano. Allí estaban los manglares, donde desovaban los cangrejos y los peces", dijo a Tierramérica la ecologista y hotelera Sylvie Grizzle, que vino a vivir aquí en 1981 desde su nativa Francia.
El mangle rojo (Rhizophora mangle) de la zona crece ingresando al mar y fijando la arena. "Eso nos daba un poquito más de tierra cada año, pero ahora ha desaparecido", sentenció.
"Creo que fui la única que protesté: les dije que pusieran los hoteles un poco más lejos, que era el único resto de selva costera que nos quedaba", añadió.
"Uno de estos días ya no tendremos playa", lamentó Grizzle, propietaria del hotel Charela Inn y una de las pioneras del movimiento ambientalista de este país.
"Nunca hubo planificación en Negril ni en toda Jamaica. Estamos destruyendo nuestras costas. Esta es una pequeña isla, y los jamaiquinos están siendo expulsados. Es terrible", dijo.
Uno de los problemas, apunta, es la violación de las normas. "Los que instalan un hotel en el mar deberían pagar terribles multas de por vida por violar la ley y se los debería obligar a desmantelarlo", sostuvo.
* Este artículo fue publicado originalmente el 3 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.