«Somos un país que ama los fines de semana largos tanto como la libertad», dijo quien es desde este lunes el nuevo presidente de Uruguay, José Mujica.
Aunque parezca trivial, la imagen sintetiza bien la vocación democrática y de prosperidad sin estridencias de la sociedad uruguaya, que "Pepe" Mujica intenta plasmar en su programa de gobierno.
Así, el comienzo de la segunda administración de la izquierda en Uruguay marca más continuidad que rupturas.
Aunque la prensa ha dedicado mucho espacio a subrayar los aspectos más llamativos y díscolos de la personalidad de Mujica, un ex guerrillero y cultivador de flores de 74 años, lo cierto es que sus propuestas tienen claros vínculos con la gestión de su antecesor, Tabaré Vázquez (2005-2010).
Eso se reflejó en los discursos que pronunció este lunes: en el Palacio Legislativo, cuando su esposa y presidenta del Senado, Lucía Topolansky, le tomó juramento, y luego en la Plaza Independencia, cuando recibió la banda presidencial de Vázquez frente a unos 1.300 invitados internacionales y a una multitud que lo acompañó en la soleada jornada del verano austral.
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En todo caso, el desafío de la gobernante coalición Frente Amplio (FA) es grande para este pequeño país de 3,4 millones de habitantes, enclavado entre Argentina y Brasil.
Uruguay salió relativamente indemne de la crisis económica mundial de 2008 y retomó enseguida su rumbo expansivo.
Esta nación es "una pequeña empresa", o "una aldea grande" con abundantes riquezas naturales, describió Mujica. La pobreza afecta a 21 por ciento de la población y la indigencia a algo menos de dos por ciento. Tiene, además, una tradición de sociedad sin grandes fracturas sociales. Siempre fuimos "el país más igualitario de la región", agregó.
Por estos motivos, no debería ser una empresa ciclópea alcanzar un grado de desarrollo avanzado "con justicia para todos", según definió el presidente.
Sin embargo, en sus primeros cinco años de gobierno, el FA no consiguió alterar la desigualdad entre ricos y pobres o, dicho de otro forma, el reparto injusto de la riqueza nacional, a pesar de una marcada reducción de la pobreza y de reformas profundas al sistema fiscal y de salud.
Los propósitos que el nuevo gobierno se ha trazado son, en términos de Mujica: "borrar la indigencia y reducir la pobreza en 50 por ciento, masificar el conocimiento y la cultura", sobre todo en el "interior olvidado y segregado".
La deficiente educación es uno de los grandes problemas para dar ese salto de desarrollo, coinciden autoridades y especialistas, en un país de población envejecida donde la mitad de los niños nacen en la pobreza.
"La forma (de conseguirlo) es negociable, no el rumbo", dijo Mujica. Más temprano, ante al Poder Legislativo, había advertido al sistema político y a los influyentes sindicatos que entre todos "vamos a tener que decidir a qué le decimos que no para decirle sí a la educación".
En las palabras cálidas del mandatario y en los aplausos y cánticos de la gente se sintió el clima de sintonías con gobernantes vecinos.
Los presidentes Cristina Fernández, de Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Evo Morales, de Bolivia, Álvaro Uribe, de Colombia, Rafael Correa, de Ecuador, Fernando Lugo, de Paraguay, y Hugo Chávez, de Venezuela, y la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, asistieron a las ceremonias de investidura de Mujica.
Pero el flamante presidente, que pasó 13 años preso en condiciones inhumanas durante buena parte de la dictadura militar (1973-1985), expresó su apego a un rumbo distinto al que siguen otros gobiernos de orientación izquierdista.
"No dejo de soñar con una sociedad donde lo mío y lo tuyo no nos separen", apuntó. "Pero no es poca cosa tener libertad de disentir, respetarnos, multiplicar conocimientos y conciencia", agregó.
El nuevo presidente insistió en la importancia de la renovación en el poder y dijo que las claves de su acción política serán la "convergencia" y la "concertación" con la oposición y los sectores sociales.
También expuso los principios económicos que ha abrazado el FA: una sólida macroeconomía, la necesidad de multiplicar la riqueza y de atraer inversiones, asegurando garantías para el sector privado.
En estos aspectos, el FA también marca sus matices.
"Mujica afirma que su gobierno será más parecido al de Lula que al de Evo Morales o Chávez. De algún modo, el propio Mujica tiene claras las diferencias", apuntó Juan Andrés Moraes, profesor adjunto del Departamento de Ciencia Política de la estatal Universidad de la República.
"Uruguay se encuentra en un cuadrante diferente al de las experiencias de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua", dijo Moraes a IPS.
Mujica fue explícito: en virtud de los cambios de la cultura, de la globalización y del consumo, la sociedad tiene "demandas materiales infinitas" y los recursos fiscales son "finitos".
Por eso resulta "inútil igualar de arriba hacia abajo". "Nadie nos va a regalar la prosperidad", así que, si no "multiplicamos la riqueza", todo lo dicho es "bla, bla, bla", sostuvo.
Pero las sociedades viven en dos velocidades, y mientras una parte se beneficia de inmediato de la prosperidad, "hay otro mundo que, por marginación o atraso cultural, puede quedarse al costado del camino", advirtió. Allí reivindicó el papel del Estado.
Otras prioridades de la administración de Mujica son la reforma del Estado, a cuya burocracia se atribuye un freno importante al desarrollo nacional, y la mejora de la seguridad ciudadana, amenazada por nuevas formas de delincuencia, como el narcotráfico y la corrupción.
FIESTA Y MATICES EN LAS CALLES
Con los colores del Frente Amplio —rojo, azul y blanco— pintados en la cara, y enarbolando un cartel con las imágenes del vicepresidente Danilo Astori, Mujica y Vázquez, María Marichal, una limpiadora de 48 años, resumió su fervor: "Le tengo fe al Pepe".
Ella fue parte de la multitud que en el caluroso mediodía se congregó fuera del Palacio Legislativo para vitorear al nuevo presidente.
El sol no fue obstáculo para que Valeria y Álvaro, arquitectos de 31 y 30 años, se acercaran con su hijo Manuel, de dos, en un cochecito. "Con Mujica va a tener continuidad el gobierno que estaba y mejorarán algunos aspectos, como el productivo", dijo ella a IPS. "Va a seguir apuntando a lo social, y no sólo al desarrollo económico", agregó él.
Matilde, Elisa y Mariana, tres estudiantes de ciencias sociales de entre 18 y 19 años, nacieron en democracia y en 2009 votaron por primera vez. Son militantes del FA que, junto con otros compañeros vestidos con camisetas blancas con la bandera uruguaya y los nombres "Pepe" y "Danilo" estampados, llegaron a la sede legislativa para prestar "seguridad en la asunción presidencial".
El gobierno de Mujica será una manera de "renovar el compromiso del FA con la sociedad uruguaya", dijo Matilde a IPS.
"Estoy llorando desde ayer. Es eso de ver cómo uno más del pueblo pudo llegar", dijo María del Rosario Corbo, de 44 años.
"Yo trabajo al lado de la chacra de él, soy profesora de catequesis en un colegio. Él es uno más: una lo ve en su bicicleta, en su moto, en sus flores", agregó, envuelta en una bandera tricolor.
"Va a reforzar eso de estar al lado del pobre, de levantar al que está muy hundido", agregó.
Una nota de tristeza contenida en medio del júbilo, la aportó una manifestación de familiares de detenidos desaparecidos durante la dictadura militar.
"No tengo mucha esperanza" de que el nuevo gobierno avance en la investigación del destino de los desaparecidos, declaró a IPS Luisa Cuesta, cuyo único hijo, Nebio Ariel Melo Cuesta, fue secuestrado en 1976 a los 31 años.
El gobierno de Vázquez puso en marcha una campaña para hallar los restos de unos 26 desaparecidos en este país, presuntamente enterrados en cuarteles y otros predios militares, de un total de unos 200 con igual destino trágico, la mayoría de ellos secuestrados en Argentina.
Hasta ahora sólo se pudieron identificar los restos de dos personas. El año pasado, una consulta popular para anular la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que operó como una amnistía para los delitos de lesa humanidad, no alcanzó los votos necesarios.
Pese a la vigencia de esa norma, casi 20 represores uniformados y ex jerarcas dictatoriales están presos y sometidos a la justicia.
"Mujica nos dijo muchas veces que esto se arreglaría cuando nos muriéramos todos, él y nosotros", recordó Cuesta. "Y yo no lo creo posible".
* Con aportes de Julieta Sokolowicz.