Rumania busca introducir un impuesto a las comidas rápidas que varios expertos en salud piden se extienda al resto de Europa. El ex bloque comunista también lucha contra los males derivados del sobrepeso.
De aprobarse, el tributo gravará alimentos como hamburguesas, papas fritas, gaseosas y otros productos con alto contenido de azúcar y grasa, por lo que varios nutricionistas destacan su amplio alcance.
La Alianza Europea Pro Salud Pública, sin fines de lucro, exige que otros estados del continente utilicen impuestos similares en la batalla contra la obesidad.
"Apoyamos esta campaña para desalentar el consumo de productos poco saludables", dijo a IPS un portavoz de la organización.
El gobierno rumano dijo que el gravamen propuesto por el Ministerio de Salud y que se espera sea aprobado este mes en el parlamento haga que la población deje de ingerir comidas repletas de calorías y ayude a combatir el aumento de los problemas de salud relacionados con el peso.
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Según cifras del Ministerio, la mitad de los 22 millones de habitantes del país padecen sobrepeso, y la obesidad de niños de entre tres y nueve años se duplicó en los últimos cuatro años, llegando a 3,5 por ciento.
El secretario de Estado para el Ministerio de Salud, Adrian Streinu-Cercel, dijo a los medios rumanos que es necesario reeducar a la población nacional "sobre cómo comer adecuadamente", para impedir que la obesidad siga aumentando.
Durante la era comunista, en muchos estados del bloque oriental prácticamente no se oía hablar de productos como la pizza, las hamburguesas o las papas fritas. Los gobiernos los ridiculizaban por considerarlos símbolos de un Occidente en decadencia.
Tras la caída del comunismo, en 1989, la popularidad de las comidas rápidas, especialmente las ofrecidas por cadenas occidentales, explotó en Rumania y otros estados de Europa oriental. Quienes todavía recordaban las restricciones de los regímenes comunistas vieron a esos productos como un símbolo de la libertad, un nuevo vínculo con Occidente y un recordatorio de su creciente riqueza personal.
Pero se sugiere que el renovado interés por la comida chatarra es uno de los motivos del aumento de la obesidad en la región.
"La proporción de (los casos de) obesidad va en aumento en toda Europa oriental, y esto se debe a características típicamente occidentales, como una vida más sedentaria, más uso de automóviles y menos caminatas, una falta general de actividad física, gente que juega frente a computadoras, mira televisión, ingiere comidas rápidas, etcétera", dijo a IPS Vojtech Hainer, del Instituto Checo de Endocrinología, con sede en Praga, y ex director de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad.
La continuidad de las históricas tradiciones alimentarias en zonas rurales de Europa oriental tampoco ayuda a combatir la obesidad, según expertos.
En la mayor parte del bloque oriental la gastronomía fue diseñada para llenar, más que para nutrir. Allí son comunes los platos con cerdo y papas. Los más ancianos de la región siguen adhiriendo a esta dieta.
Encuestas y estudios han revelado que algunos estados de Europa oriental tienen los registros más elevados del continente en materia de obesidad.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la mitad o más de la población adulta de Hungría, la República Checa y Eslovaquia padecen sobrepeso u obesidad.
Y un estudio presentado el año pasado por investigadores de la Universidad de Manchester que trabajan con otros científicos en Europa mostró que la proporción de nuevos casos de cáncer causados por estos dos males era superior en las mujeres de países de Europa oriental, como la República Checa, Letonia, Eslovenia y Bulgaria.
Timothy Armstrong, coordinador del Departamento de Promoción de la Salud en la Organización Mundial de la Salud (OMS), dijo a IPS que Europa oriental está tan afectada por la obesidad como cualquier otra región del planeta.
"La obesidad es un problema global. No es sólo un problema en los países occidentales o de altos ingresos. Muchos países de ingresos medio-bajos ahora también tienen una mayor carga sanitaria debido al rápido aumento de la proporción de personas con sobrepeso y obesas y a los consecuentes problemas de salud", declaró.
Los expertos en salud también advierten que los estados más pobres de Europa oriental tendrán que esforzarse para afrontar la carga económica que supone la obesidad, y que no cuentan con los fondos disponibles en estados occidentales para lanzar programas educativos y preventivos en este sentido.
La OMS estima que en el ex bloque comunista hasta cinco por ciento de todo el presupuesto de salud se gasta en tratar problemas de salud relacionados con la obesidad y el sobrepeso.
Pero aunque el impuesto es elogiado por sus partidarios como única manera de ayudar a abordar estos problemas, ha recibido apenas una cauta bienvenida por parte de muchos expertos en salud, entre ellos la OMS.
Ellos sostienen que el gravamen solamente será efectivo si va acompañado por información clara que aliente a las personas a seguir dietas y estilos de vida más saludables.
"Esta clase de impuesto puede ser buena y ayudar a la gente a perder peso, pero tiene que hacerse adecuadamente. Es necesario decirles a las personas exactamente qué es saludable comer y es necesario que los alimentos sean gravados de modo de alentarles a comer productos sanos, como las verduras. Simplemente gravar unos pocos tipos de comidas rápidas y no alentar a la población a comer alimentos saludables no funcionará", dijo a IPS Cristian Panaite, nutricionista de KiloStop Nutrition Clinic, en Bucarest.
"Es necesario que el impuesto esté acompañado de un consejo claro sobre qué es saludable y qué no", enfatizó.
Armstrong agregó: "Es más probable que las políticas de apoyo que brindan al consumidor un entorno en el que la opción saludable es la opción fácil tengan un efecto mayor cuando se las combina con una campaña".
Los críticos del impuesto rumano también señalaron el hecho de que, en su forma actual, la pizza y el kebab (plato a base de carne asada) queden exonerados del impuesto.
Los productores de alimentos sostienen que los rumanos tienen hábitos alimentarios poco sanos porque son pobres, y que elevar el precio de los alimentos solamente empeorará la situación.
El salario mensual promedio en Rumania es de apenas 350 euros (474 dólares), y los rumanos gastan casi la mitad de sus ingresos en alimentos. Se estima que el nuevo tributo hará que los precios suban 20 por ciento.
"Es posible que el impuesto impacte más en las poblaciones vulnerables, y su evaluación debería tener en cuenta esto", expresó Armstrong, de la OMS.
En la industria alimentaria, otros han advertido sobre los riesgos sanitarios que implicaría un mercado negro de la carne, que sostienen surgirá una vez implementado el gravamen.
Mihai Visan, presidente de Romalimenta, la Federación de la Industria Alimentaria Rumana, declaró a los medios nacionales que "la carne saldrá de mataderos sin licencia, y los animales faenados se venderán a pequeños productores".
Pero algunos expertos están convencidos de que las ventajas del impuesto superan cualquier posible inconveniente.
"Introducir un impuesto como éste es una medida muy buena. Necesitamos ver que esta clase de tributos ayuden a la gente a comer de modo más sano", dijo Hainer a IPS.