«Quería hacerme un autorretrato y pensé en poner cara seria, pero quedó una imagen extraña, de brazos largos», comenta Liliana Cabrera respecto de la foto que se tomó con una cámara construida por ella misma con una caja de dulce en el taller que funciona en una cárcel de Argentina.
El Taller de Cámara Estenopeica se dicta en el Centro Penitenciario Federal de Detención de Mujeres de la Unidad 3 de Ezeiza, una localidad de las cercanías de la ciudad de Buenos Aires.
Son alrededor de 15 las reclusas que toman el curso y hay más de 80 en lista de espera. Aprenden a armar la cámara, a tomar las fotos y a revelarlas.
"Es un tipo de fotografía mucho más artesanal que la convencional. Es como volver al origen", explicó a IPS Alejandra Marin, una de las dos coordinadoras del curso. "Hay que pasar por una etapa de aprendizaje teórico, pero después el proceso es mucho más creativo porque estas cámaras no tienen visor", relató.
Las mujeres construyen la cámara a partir de una pequeña caja de fósforos rectangular o una cilíndrica de dulce de leche y utilizan papel fotográfico. "Se obtienen fotografías de calidad muy buena porque el foco, a diferencia de las cámaras convencionales, toma toda la imagen", comentó.
[related_articles]
La cámara estenopeica es una caja sin objetivo, pintada de negro, y con un orificio hecho con una aguja (estenopo) por donde pasa la luz. Está cubierto con una cinta aisladora hasta el momento de la exposición, cuando se destapa durante un minuto. "Uno tiene que imaginar un poco lo que va a salir", anticipa Marín.
El curso de fotografía comenzó en 2007 como parte de los talleres de artes y oficios que ofrece la Asociación Civil y Cultural Yo No Fui, dirigida por María Medrano. "El objetivo es hacer un acompañamiento de las mujeres adentro y fuera del penal, porque nos dimos cuenta que el momento de la salida es clave", declaró a IPS.
"Muchas de ellas no tienen nada, ni familia ni trabajo ni nadie que las espere. Y desde el Estado los mecanismos que existen para el momento de la libertad están colapsados", reveló. Por otro lado, dice, está el prejuicio social que hace que les resulte casi imposible conseguir un trabajo.
La Asociación brinda dentro del penal talleres de serigrafía, bibliotecología, tejido, encuadernación, carpintería, poesía y diseño textil. Y algunos de estos cursos se ofrecen también afuera, en un local de la Asamblea ubicado en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, para las mujeres que ya salieron en libertad o que tienen salidas transitorias.
"Nuestro enfoque está en lo artístico, porque creemos que el arte es una herramienta de transformación personal, por eso, aun cuando enseñamos oficios para que tengan una salida laboral, buscamos que sea siempre con un enfoque artístico, creativo", resumió Medrano.
El taller de fotografía tiene mucha demanda desde que comenzaron con la propuesta de la cámara artesanal. El primer año habían trabajado con una donación de cámaras analógicas y mandaban los trabajos a revelar a un laboratorio afuera del centro.
Ahora en el curso aprenden a hacer todo, desde la cámara hasta el revelado. "Tienden a hacer retratos y eso no sale tan nítido porque hay movimiento. Las fotos con estas cámaras salen perfectas si el objeto está fijo", explica Marín.
De todos modos dice que a las alumnas les gusta el resultado. "Les parece más artístico, más pictórico", reconoce.
Unos 36 trabajos seleccionados en el taller fueron presentados en diciembre en una exposición en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la capital argentina. Algunos se vendieron.
"Nunca pensé que íbamos a terminar presentando nuestras fotos en una exposición", confiesa Liliana Cabrera al ser consultada por IPS.
Según cuenta, hubo artistas de la fotografía que se interesaron en la técnica y apreciaron las tomas. "Nos dicen que parecen sacadas en distintos lugares, pero todas son hechas en un patio chiquito de dos por tres" metros, revela esta mujer de 29 años que desde hace tres está detenida y a la que todavía le queda un tiempo en prisión.
"En dos años ya tengo salidas transitorias. Parece mucho, pero no es tanto. Con este taller se me hace todo más corto. Lo esperamos con ansia cada semana. Las chicas (se refiere a Marín y a su colega Guadalupe Faraj) nos escuchan, no nos tratan como a internas, con distancia, sino como a personas", rescató.