Cuba no debió dejar morir al disidente Orlando Zapata Tamayo ni debió llegar al extremo de fusilar a tres secuestradores de una lancha de pasajeros en 2003 y, siete años antes, tampoco debió dejarse provocar al punto de derribar dos avionetas que habían violado su espacio aéreo en una escalada de incidentes similares.
Todo esto puede ser cierto. Independientemente de las pruebas de que se hizo lo imposible por salvar la vida del prisionero en huelga de hambre durante 85 días, cualquier argumento defensivo se vuelve contradictorio cuando se habla de la muerte de personas, sea cual sea su filiación política o sea preso común, político o de conciencia.
Para un país que, como Cuba, ha vivido asediado por décadas y ha sido víctima de no pocos ataques terroristas, nada debería justificar el uso de la fuerza y, mucho menos, la aplicación de la pena de muerte como castigo ejemplarizante, independientemente de que esta sea una práctica bastante extendida en otros países.
Pero, más allá de los hechos, quienes suelen seguir el curso de los acontecimientos desde adentro, empiezan a intuir la presencia de un esquema que se ha repetido una y otra vez en la historia cubana de las últimas décadas: el círculo vicioso y, al parecer inevitable, de distensión-tensión y/o crisis-endurecimiento.
¿Los protagonistas? El gobierno de Cuba, Estados Unidos, la Unión Europea y, por que no, los medios de comunicación. ¿Las víctimas?, como casi siempre, la verdadera víctima será la población cubana, golpeada por una crisis económica que se extiende ya por casi dos décadas, y esas familias que viven fragmentadas entre esta isla caribeña y Miami.
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De un lado, se hablará de la tendencia cubana de generar un incidente cada vez que las aguas empiezan a fluir a favor de una distensión en el viejo conflicto con Estados Unidos. La misma tendencia que fundamenta la tesis de que La Habana necesita del bloqueo para afianzar la posición de plaza sitiada y mantener determinadas políticas.
Del otro, se manejará la conveniencia de una oposición política que ha sustituido la necesidad de tener una base social en la isla por la legitimación externa, tanto de gobiernos como de bloques o asociaciones civiles, y vive, en toda la extensión de la palabra, de la existencia de esas tensiones. Cuanto más se agudicen, mejor.
Como consecuencia lógica, si el círculo vicioso se repite y las partes involucradas ceden a la tentación de caer en él, el gobierno estadounidense de Barack Obama se replegará y, con suerte, tendrá la justificación que necesita para no avanzar en una mayor flexibilización del cada vez más obsoleto bloqueo a Cuba y, mucho menos, en su levantamiento.
La Unión Europea seguirá firme en su "posición común", asumida tras la crisis de las avionetas en 1996. Una posición que si para algo sirve es para impedir mayores relaciones de cooperación con los países miembros del bloque europeo, relaciones que podrían mejorar la vida cotidiana en la isla y favorecer espacios de intercambio.
¿Qué pasará con los vecinos de América Latina y el Caribe? Salvo posibles excepciones y quizás determinadas condenas políticas, es probable que en la práctica la balanza se incline en contra del aislamiento y a favor de mantener la presencia activa de Cuba en los proyectos integracionistas que se impulsan en la región.
Por su parte, el gobierno de Raúl Castro se atrincherará, reiterará su posición de no ceder jamás ante presiones externas, invitará a sus acusadores a mirarse al espejo y responderá con un eco de declaraciones de apoyo de diferentes organizaciones que, véanse como se vean desde el exterior, son tan sociedad civil como pueden ser los grupos opositores.
Ese eco ya comenzó. "Es imprescindible detener esta nueva agresión contra un país bloqueado y acosado sin piedad", aseguró una declaración del 16 de marzo del secretariado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas y la dirección nacional de la Asociación Hermanos Saíz, agrupación de jóvenes creadores.
En tanto, la Red En defensa de la Humanidad lamentó "profundamente" el fallecimiento de Zapata, pero se opuso a que "su muerte, la primera en casi cuarenta años según el propio Parlamento (Europeo), sea tergiversada con fines políticos, muy distintos y contrarios a los de la defensa de los derechos humanos".
"Nos pronunciamos por la inmediata e incondicional liberación de todos los presos políticos, en todos los países del mundo, incluidos los de la Unión Europea", contraatacó el texto y exigió el fin de la intervención estadounidense en Iraq y Afganistán, el cierre de la prisión de su Base Naval de Guantánamo, en Cuba, y la devolución por parte de Gran Bretaña de las islas Malvinas a Argentina.
Mientras, el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. que "deplora la muerte de cualquier ser humano", aseguró que "una vez más los centros de poder hegemónico concertadamente, emplean sus recursos y esfuerzos en función de imponer al pueblo cubano un modelo que responde a sus intereses y no a los de nuestra nación".
En su defensa, Cuba esgrime ya el argumento de "la guerra mediática" y coloca así a los medios de comunicación masiva en el papel de responsables de "construir personajes", legitimar "movimientos mercenarios" y generar con su bombardeo de noticias y "manipulación del caso cubano" la condena exterior.
Y, en cierta medida, no deja de tener razón. La historia del presente cubano, que se escribe por medios de prensa extranjeros y nacionales, suele estar plagada de ausencia de matices, antecedentes, voces y opiniones diversas, mucho más diversas y plurales que las que llegan de la reconocida, sobre todo fuera de la isla, oposición política.
Pero más allá de este itinerario, recorrido una y otra vez en los últimos años, lo cierto es que, difícilmente, cualquier medida de origen externo incidirá en una mayor apertura del gobierno de Castro o en una mejoría real de las condiciones de vida de la población de 11,2 millones de habitantes. Todo lo contrario.
El cerco político y económico sólo conducirá a la búsqueda oficial de nuevas fuentes de ingresos que, como sucedió con el gravamen del 10 por ciento impuesto al cambio del dólar en 2004, pueden afectar en primer lugar a un número importante de personas que cuentan con las remesas familiares del exterior para enfrentar la cotidianeidad.
La población, la misma de siempre, buscará las vías de "arañar" o "inventar" para sobrevivir, "resolverá" su problema y esperará en calma, salvo aisladas excepciones, la llegada de tiempos mejores o la proclamación de determinadas medidas coyunturales que alivien el día a día, aunque no resuelvan los problemas de fondo.
Al final, mientras las personas que trabajan por transformaciones reales y promueven el debate sobre la sociedad cubana actual sufrirán las consecuencias de la "amenaza del enemigo", ganarán los sectores radicales de ambos lados: los que lejos de favorecer cambios, apuestan por el inmovilismo que les garantiza sus privilegios y estatus quo.