Controlar el colesterol no asegura la salud cardiovascular en ciudades contaminadas como la brasileña São Paulo: las partículas suspendidas en el aire alteran la composición molecular del LDL, el «colesterol malo», volviéndolo más peligroso.
La nueva estructura del LDL (lipoproteína de baja densidad) facilita la acumulación de grasa en las arterias, es decir la aterosclerosis, cuyo agravamiento obstruye la circulación sanguínea y puede dañar órganos vitales como el corazón y el cerebro.
El estudio que comprobó ese riesgo fue la tesis de doctorado de la biomédica Sandra Castro Soares, en la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FMUSP). La investigación se hizo con ratones, como es usual, pero colocándolos por primera vez en el ambiente real, respirando el mismo aire que las personas, cerca de una agitada avenida de esa superpoblada ciudad del sur de Brasil.
Un grupo de animales fue expuesto a esa contaminación callejera, principalmente provocada por el tránsito de vehículos, durante sus cuatro primeros meses de vida, que corresponden a 40 años de los seres humanos, edad en que suelen ocurrir infartos. Otro grupo de ratones fue mantenido en cámaras de aire filtrado.
El primer grupo terminó el periodo con las paredes arteriales más gruesas, el LDL alterado y anticuerpos contra esa modificación. Todo apunta a un mayor riesgo de infarto.
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El problema son las micropartículas que "atraviesan las barreras nasales y pulmonares, entrando a la circulación sanguínea", explicó Soares a Tierramérica.
"No alteran la cantidad de grasa, sino su cualidad" de adherirse a las paredes de las arterias, acotó. La alteración atrae más anticuerpos, lo que a su vez atrae más LDL, agravando el cuadro.
En las últimas décadas, São Paulo logró reducir a la mitad la cantidad de partículas contaminantes en su atmósfera.
Pero la investigación reveló que ese aire aún no es saludable, aunque hoy tenga la calidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud, con una concentración menor de 50 microgramos de partículas por metro cúbico de aire, señaló Lucía García, tutora de la tesis de Soares en el Laboratorio de Contaminación Atmosférica de la FMUSP.
Las partículas son oxidantes y el LDL oxidado intensifica la aterosclerosis, aumentando los riesgos de enfermedades vasculares para quienes viven en las grandes ciudades del mundo. Correr por calles contaminadas puede ser muy malo para la salud, advirtió García.
De hecho, hay numerosos y variados efectos de la contaminación urbana, revelados por estudios recientes en São Paulo. Nacen más niñas que niños, aumentan los nacimientos prematuros o con peso inferior al normal, así como la infertilidad masculina y las muertes por enfermedades respiratorias. El cáncer infantil y el hipotiroidismo son otras consecuencias posibles.
Nacer con bajo peso no es sólo una cuestión de tamaño. Se trata de "un feto más inmaduro", con órganos sin desarrollar totalmente, lo que puede dejar secuelas e incluso causar una muerte precoz, explicó el médico Paulo Saldiva, que coordina el Laboratorio de Contaminación.
La Universidad de São Paulo está hoy "entre las cinco del mundo que producen más conocimientos en el área" que relaciona salud y ambiente, se enorgullece Saldiva, si bien lamenta que los hallazgos influyan poco en las políticas públicas brasileñas.
La contaminación como una grave cuestión de salud pública no moviliza a las autoridades sanitarias, más preocupadas por combatir enfermedades infecciosas como la influenza de tipo A, también llamada porcina, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y el dengue, se quejó.
Además, las autoridades ambientales y los ecologistas prestan poca atención a la salud de los seres humanos, agregó.
En cambio, la industria tabacalera parece contenta con las conclusiones sobre los daños causados por la contaminación urbana, pues pretende ganar argumentos para relativizar los efectos del cigarrillo, como el cáncer pulmonar. Pero, de todos modos, "el cigarrillo es peor que el ambiente contaminado", destacó el investigador.
El gran problema es que, mientras el tabaco afecta sólo a los que deciden fumar o convivir con fumadores, de la contaminación "nadie escapa". Además, "los más pobres están más expuestos", por viajar horas en autobuses que transitan calles congestionadas, mientras los ricos disponen de automóviles cerrados, con aire acondicionado, señaló.
La desigualdad social coincide con la injusticia ambiental, ya que los más pobres viven en lugares inadecuados, vulnerables a inundaciones y derrumbes, con más escasez de agua y más contaminación, añadió.
La situación tiende a empeorar en São Paulo, donde miles de automóviles se suman cada día a los seis millones de vehículos que ya circulan por la urbe. Esto enlentece el tránsito y obliga a la población a respirar por más tiempo el aire cargado de residuos, incrementando las posibilidades de contraer enfermedades vinculadas a él, observó.
Las investigaciones del Laboratorio de Contaminación se concentran ahora en examinar los efectos en las personas que pasan más tiempo en los lugares más contaminados de São Paulo, como los controladores de tránsito en las avenidas más congestionadas.
El material particulado y "quizás el ozono" son los elementos que más preocupan en términos de salud, concluyó Saldiva.
* Este artículo fue publicado originalmente el 13 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.