La costumbre tailandesa de empezar a especular sobre la posibilidad de que esta monarquía de Asia sudoriental sufra otro golpe de Estado está en su máxima expresión.
Artículos y análisis periodísticos alimentan el juego de adivinanzas sobre si el poderoso ejército nacional prepara, o no, el golpe de Estado número 19, desde que este país se convirtió en una monarquía constitucional en 1932.
La coyuntura actual se plantea tres años y medio después del anterior golpe, ocurrido el 19 de septiembre de 2006, cuando fue depuesto el primer ministro elegido en las urnas Thaksin Shinawatra.
En aquella oportunidad ocurrió lo mismo que ahora. La prensa comenzó a especular a principios de año sobre la posibilidad de una intentona golpista, los comandantes lo negaron hasta que los tanques retumbaron por las calles de Bangkok.
"Debate golpista se niega a morir", rezaba el lunes en mayúsculas el titular del periódico tailandés en idioma inglés The Nation. El artículo hacía alusión a lo inevitable.
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"Muchos observadores todavía ven en el horizonte el golpe militar. La cuestión es cuándo va a ocurrir, más que si va a suceder", señaló el jefe de edición Thanong Khanthong.
Por su parte, el ejército contribuyó a avivar las llamas con una serie de extraordinarios episodios.
Unos 22 camiones con efectivos armados circularon en la noche del 25 de enero por las calles de Bangkok, un símil de lo ocurrido aquel el 19 de septiembre.
Su misión esta vez era de carácter más mundano: trabajos de reparación y mantenimiento. Pero las disculpas de los comandantes por sembrar el pánico en un clima político delicado no lograron frenar la ola de rumores.
Poco después, el ejército logró sembrar más dudas mediante una demostración de fuerza más típica de un partido político que de una fuerza de combate profesional.
Cientos de efectivos uniformados dejaron sus cuarteles dentro y fuera de Bangkok para hacer una demostración pública de lealtad al poderoso jede del ejército Anupong Paojinda.
Esa demostración de fuerza "sin precedentes", como la calificaron algunos periódicos capitalinos, pretendió servir de advertencia para los soldados en actividad y los generales retirados que respaldaron el movimiento de protesta contra el gobierno actual y leal a Thaksin.
El ex primer ministro reside en el extranjero para evitar cumplir con la sentencia de dos años de cárcel por corrupción, emitida por un tribunal tailandés en 2008.
Son pocos los analistas que se preguntan por qué el gobierno encabezado por el primer ministro Abhisit Vejjajiva, quien asumió hace un año, tendría motivos para temer al ejército. Después de todo, la coalición fue creada en diciembre de 2008 mediante acuerdos tras bambalinas con altos funcionarios castrenses más que por mandato popular.
"No hay ningún conflicto entre el gobierno y el ejército, por lo que es poco probable que haya un golpe de Estado", dijo a IPS, Panitan Wattanayagorn, portavoz de Bangkok. "No hay caos ni inestabilidad, que son las condiciones normales que llevan a una intervención militar", explicó.
Ese análisis deriva de los acontecimientos que precedieron al anterior golpe de Estado. El gobierno de Thaksin, quien ganó las elecciones de 2001 y 2005 por amplia mayoría, fue asediado durante meses por manifestaciones en Bangkok que reclamaban su partida.
La oposición a Thaksin, conformada por las clases acomodadas de Bangkok, la elite conservadora y partidarios de la monarquía, crearon un clima de tensión política, que según opinaron entonces algunos analistas, llevó al ejército a oficiar de "cortacircuitos" y evitar un posible baño de sangre.
Pero en la rica historia de golpes de Estado de esta monarquía, algunos de ellos siguieron una excepcional lógica con un típico "estilo tailandés": autogolpes militares para rediseñar el paisaje político.
El 17 de noviembre de 1971, el dictador Thanom Kittikarchorn (1911-2004), derrocó a su propio gobierno. Otro autogolpe similar ocurrió en octubre de 1958 y en noviembre de 1951.
Pero este año, un quiebre institucional podría agregar un nuevo elemento a la especialización que tiene el ejército en la realización de golpes de Estado.
Líderes del Frente Democrático Unido contra la Dictadura, el movimiento favorable a Thaksin, que se conoce como "camisetas rojas" porque usan esa prenda, señalaron que ellos y sus partidarios, importante fuerza de oposición, podrían llegar a ser blanco del ejército si éste decide intervenir.
"El propósito del próximo golpe de Estado no es derrocar al gobierno actual, sino eliminar a la oposición que crítica el sistema de elite burocrática y a la aristocracia", dijo a IPS Jaran Ditapichai, ex comisionado de derechos humanos y líder de las camisetas rojas. "Protestamos para desacreditar el sistema elitista", apuntó.
Un posible punto de inflexión reside en el fallo que emitirá la Corte Suprema el 26 de este mes sobre la suerte de los 2.200 millones de dólares de activos de Thaksin que fueron congelados por la junta militar que asumió el gobierno tras su expulsión en 2006.
Partidarios del ex primer ministro advirtieron de un conflicto con el gobierno antes del veredicto. Los jueces que deben expedirse en la causa también fueron amenazados, lo que obligó al gobierno de Abhisit a reforzar la seguridad de los magistrados.
El fallo ayudará a aclarar cuán serios son los rumores de golpe de Estado, dijo Chaturon Chaisang, ex ministro de Thaksin, en entrevista con IPS. "El ejército no necesita hacerlo ahora. Pero no podemos decir qué pasará después del 26 de este mes", apuntó.
De concretarse el golpe de Estado número 19 se confirmará la creencia tradicional del ejército de que en tanto que "guardianes de la nación" deben "intervenir" y "salvar al país" del caos político, señaló Michael Nelson, especialista alemán en política tailandesa. "Ellos creen que tienen una posición de privilegio como protectores del país", añadió.
"Ése es el punto de partida desde el que ven la política de este país", explicó. "Según su esquema, no importa la soberanía popular. Se trata de controlar a la población, es una forma de paternalismo", sostuvo.