Los gobiernos occidentales reaccionaron con cautela ante la declaración del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad, de que su país estaría dispuesto a entregarle uranio a Francia y Rusia a cambio de combustible nuclear para el funcionamiento de sus reactores.
Ahmadineyad declaró a la televisión estatal iraní el martes que no habría problemas para el envío. "Nuestros colegas habían propuesto que el intercambio de combustible (enriquecido) al 3,5 por ciento por combustible al 20 por ciento se realizara en tres etapas, pero la opinión de la parte extranjera era que eso no es posible técnicamente y tenían razón", dijo.
Las potencias occidentales realizaron una propuesta a Teherán el pasado otoño boreal, por el cual Irán entregaría a Occidente 75 por ciento de su uranio enriquecido al 3,5 por ciento, y a cambio recibiría combustible nuclear con uranio elevado al 20 por ciento, un nivel útil para alimentar un reactor con fines médicos y experimentales pero insuficiente para armar una cabeza nuclear.
Aunque entonces Irán no respondió positivamente a la propuesta, y en cambio propuso hacerla por etapas, las declaraciones de Ahmadineyad del martes se consideran una aceptación de la propuesta occidental.
El portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Philip Crowley, exigió acciones concretas a Irán para cumplir con las declaraciones de Ahmadineyad.
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"No queda claro a qué se refería el presidente ayer. Creo que desde nuestra perspectiva pretendemos acciones y no solo palabras", declaró Crowley el miércoles.
"Esperamos informarnos acerca de la postura iraní a través de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) buscamos que la AIEA aclare si Teherán ha cambiado su postura actual", agregó.
El gobierno iraní no se extendió sobre los detalles de la propuesta de Ahmadineyad, y no queda claro aún si ésta es una propuesta oficial que Irán presentará a la AIEA, el organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que supervisa la actividad nuclear internacional.
"Nadie sabe si es en serio. Creo que lo que (Ahmadineyad) intenta hacer es aplazar otra ronda de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, y otras sanciones unilaterales que planifican Estados Unidos y los europeos", dijo Barbara Slavin, experta en Irán de la organización de relaciones exteriores Council on Foreign Relations, durante una conferencia en el centro de investigaciones New America Foundation, en Washington.
Los socios europeos de Washington también reaccionaron con escepticismo. El canciller francés, Bernard Kouchner, sugirió que Irán está "ganando tiempo", mientras su colega alemán, Guido Westerwelle, reclamó que Teherán cumpla sus palabras con acciones.
"Si eso no sucede y son sólo tácticas, la comunidad internacional acordará medidas nuevas. Las sanciones no se descartarían", dijo Westerwelle.
Aunque algunos manifestaron dudas de que el gobierno iraní vaya a tomar decisiones efectivas sobre su programa nuclear en las negociaciones con Occidente, las declaraciones de Ahmadineyad parecen obedecer en parte a la necesidad de desafiar a rivales en su propio país.
"Algunos en el país" se quejaron de que Occidente "tomará el combustible (iraní) y no nos dará combustible (nuclear) a cambio Si ellos (Occidente) no cumplen con su compromiso, entonces quedará claro que sus palabras no eran verdaderas y tendremos las manos libres para hacer la tarea por nuestra cuenta", declaró Ahmadineyad en la televisión estatal iraní.
El programa atómico iraní ha sido fuente de controversia para Occidente y los países de Medio Oriente, especialmente Israel. Estos dudan que las actividades nucleares de Irán tengan fines pacíficos y acusan a Teherán de querer obtener la bomba atómica.
El gobierno iraní rechazó sistemáticamente las acusaciones y asegura que sus actividades tienen solamente fines pacíficos, como la producción de electricidad.
La situación aumentó la tensión en la región, ya que los vecinos árabes de Irán temen su influencia. También habría desatado una carrera armamentista, dado que Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos adquirieron armas por valor de 25.000 millones de dólares en los últimos dos años, convirtiéndose en dos de los principales compradores de armamentos en el mundo.
Mientras la incertidumbre domina las negociaciones entre Irán y los países occidentales, Estados Unidos presiona a China para que acepte sanciones contra Teherán. Ambos integran la lista de cinco países con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU, el organismo con capacidad de decidir sanciones multilaterales. Los otros son Francia, Gran Bretaña y Rusia.
Todo esto sucede tras la reciente tensión entre Washington y Beijing por la venta de armas por 6.400 millones de dólares a Taiwan, que China considera parte de su territorio, anunciada la semana pasada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Si Irán no cumple con las condiciones de Occidente, las sanciones parecen ser la consecuencia más factible. Aunque en el pasado Estados Unidos e Israel amenazaron con el uso de la fuerza militar contra las instalaciones nucleares iraníes, muchos analistas consideran esa opción inviable.
Henry Barkey y Udi Dadush, investigadores del Carnegie Endowment for International Peace (Fondo Carnegie para la Paz Internacional), con sede en Washington, sostienen que Estados Unidos no atacará a Irán porque toda ofensiva militar dispararía los precios del petróleo posiblemente hasta los 150 dólares por barril, lo cual provocaría otra recesión de la economía internacional.
También desataría conflictos en Medio Oriente, ya que Irán reaccionaría fomentando el ataque de sus aliados libaneses y palestinos, Hezbolá (Partido de Dios) y el Movimiento de Resistencia Islámcia (Hamás), contra Israel, agregan.
La gravedad de las consecuencias de un ataque contra Irán implica que Israel no puede arriesgarse a desencadenar una represalia de esa magnitud, agregan los investigadores.