INFANCIA-CHINA: Tiempos difíciles para los hijos de migrantes

La crisis financiera mundial agravó la situación de los 130 millones de trabajadores migrantes en China, que ya padecían bajos salarios, malas condiciones laborales y, en muchos casos, largas separaciones de sus hijos, que quedan en su lugar de origen con familiares, amigos o solos.

La vida nunca ha sido fácil para esta población flotante, pero la crisis internacional acabó con los signos de mejoría que habían surgido en los últimos años.

Las cifras oficiales estiman que en China hay 58 millones de niños dejados atrás por sus padres, al mudarse a las ciudades por motivos laborales, lo que equivale a 30 por ciento de todos los niños y niñas del medio rural.

A partir de 2003, cuando el gobierno central permitió a los migrantes trasladarse más libremente a los centros urbanos, un número creciente de padres se llevó a sus hijos a las ciudades donde trabajan.

Los menores encontraron allí nuevos problemas, como la falta de servicios sociales provistos por el Estado, pero convivieron con sus padres en su etapa de desarrollo.
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La crisis financiera, al menos temporalmente, revirtió esa tendencia y devolvió a multitudes de niños a las provincias rurales. También dejó al descubierto la desigualdad del sistema ‘hukou’, la tarjeta de registro que identifica a cada persona con una zona determinada para tener derecho a servicios básicos, lo que afecta a los niños migrantes, en su lugar rural de origen o en las ciudades.

Aproximadamente 30 millones de trabajadores migrantes chinos perdieron sus empleos al comienzo de la crisis mundial estallada en 2008, que afectó a numerosas economías asiáticas orientadas a la exportación.

Muchos más fueron obligados a aceptar recortes en sus salarios y beneficios. Durante el Año Nuevo Chino (a mediados de enero de 2009), unos 20 millones de trabajadores retornaron a sus provincias de origen y no recuperaron sus trabajos, de los cuales 6,2 millones pertenecían a la norteña provincia de Anhui. Otros trabajadores que permanecieron en las ciudades se vieron obligados a enviar a sus hijos de vuelta a sus provincias, con un aumento para éstas de la demanda de los servicios sociales.

Los gobiernos locales no tienen capacidad para enfrentar la situación. En algunos lugares, las aulas vieron duplicada su asistencia y superan los 100 escolares, mientras mermó la capacidad del Estado de abastecer a las escuelas, según un informe del periódico Boletín del Trabajo en China.

De vuelta a casa, muchos niños se quedan sin una red de apoyo adecuada.

"Contar con personas que te cuiden y puedan apoyarte en momentos de problemas o desafíos es muy importante", dijo Judy Shen, fundadora y directora de CAI, un programa de la estadounidense Fundación Promesa, una organización sin fines de lucro que realiza proyectos de formación para niños migrantes en Beijing y Shanghái.

"Cuando te separas de tus padres, tienes suerte si hay familiares que se preocupan por ti y te quieren, pero algunos niños no están en esa situación. Algunos se quedan solos. Maduran mucho más rápido", aseguró Shen.

En la actualidad, los trabajadores migrantes son cada vez más renuentes a llevar a sus hijos a las ciudades, donde persisten los efectos de la crisis financiera, dijo Zheng Fengtian, profesor del Departamento de Agricultura y Desarrollo Rural de la Universidad de Renmin.

"Si deciden regresar (a trabajar en las zonas urbanas), muchos no se arriesgan a llevar consigo a sus familias. Es posible que no ganen tanto como antes de la crisis, y eso si pueden encontrar un empleo", comentó.

Mientras tanto, los trabajadores migrantes que decidieron quedarse en las ciudades con sus hijos encontraron nuevos problemas.

Sin trabajo, sus familias ya no son elegibles para numerosos servicios sociales, como la educación pública gratuita. Así que llevan a sus hijos a escuelas privadas, que se dedican a atender a migrantes. Muchas de ellas están construidas en terrenos baldíos en las afueras de las ciudades o funcionan en fábricas abandonadas.

Los niños de estas escuelas para migrantes no sólo padecen una desventaja educativa, sino que corren el riesgo de sufrir explotación y abuso. En enero, un pequeño murió en un incendio en un jardín de infantes no habilitado, y un director de escuela fue detenido por quebrarle el brazo a otro niño.

La crisis financiera y sus consecuencias destapó uno de los principales desafíos del sistema ‘hukou’, el de cómo proveer servicios a los trabajadores migrantes fuera de la región en que están inscritos.

En la actualidad, 45 por ciento de la población vive en centros urbanos, pero 17 por ciento no tiene tarjetas de registro local. Algunas ciudades brindan seguro y atención médica básica para la vejez, pero muchos migrantes no reciben servicio alguno, según Hu Xingdou, profesor de economía del Instituto de Tecnología de Beijing.

En los últimos años, se adoptaron cambios para enfrentar los problemas de la población flotante. El gobierno central ordenó que cualquier trabajador migrante con empleo estable tenga seguridad social.

Los que tienen permiso de residencia también pueden acceder a viviendas de bajo alquiler, planes locales de atención médica, asignaciones de subsistencia y beneficios por desempleo.

A partir de 2006 el gobierno permitió la asistencia de niños migrantes a las escuelas públicas, mientras los gobiernos municipales comenzaron a tomar el control de las escuelas privadas dirigidas a esa población.

La Comisión de Educación de Shanghái informó que para este año todos los niños de migrantes asistirán a escuelas públicas o subsidiadas por el Estado.

Sin embargo, en la práctica muchos niños no están matriculados en las escuelas públicas y muchas de ellas no los reciben, sostuvo el profesor universitario Zheng.

Según el Boletín del Trabajo en China, el compromiso del gobierno central con los niños migrantes sigue siendo dudoso.

En diciembre de 2008, el gobierno central adoptó una serie de políticas de ayuda a los trabajadores migrantes, pero pocas medidas específicas para sus hijos.

Las autoridades centrales transfirieron a las administraciones rurales la mayor carga de la responsabilidad de extender los servicios a las familias migrantes, mientras los gobiernos urbanos siguen brindando servicios a los residentes permanentes y a una pequeña cantidad de migrantes capacitados.

Otro problema tiene que ver con el ‘gaokao’, el examen de ingreso a la universidad. Por el sistema ‘hukou’, todos los alumnos deben hacer la prueba donde esté registrado su padre, pese a que la prueba no es universal.

"Es un obstáculo insuperable", aseguró Matthew Ryder, un académico de la Asociación Fulbright de becas, que estudió las ventajas que tienen las escuelas públicas para los niños migrantes.

"Aunque hayan asistido a la escuela primaria y secundaria en la ciudad, tienen que volver a sus comunidades originarias para tomar el examen de ingreso", explicó.

Eso significa que las familias que llevaron a sus hijos consigo a los centros urbanos terminarán por enviarlos de vuelta a sus lugares de origen al final de la escuela primaria, o sufrirán una fuerte desventaja cuando llegue la hora de dar el examen de ingreso.

"La mayoría de los trabajadores migrantes vinieron con la aspiración de mejorar la vida de sus hijos, pero sin el acceso a la universidad, su posibilidad de mejorar es escasa", sostuvo Ryder.

El profesor Hu dice que el sistema ‘hukou’ necesita muchos cambios para nivelar las posibilidades de las familias migrantes.

Los alumnos deben tener la posibilidad de dar el examen de ingreso sin importar el lugar donde están inscritos sus padres, los trabajadores migrantes deben tener acceso a todos los empleos y el sistema de atención médica debe abarcar a la población flotante, aunque esté fuera de su zona de registro, recomendó.

Pero estos son grandes cambios y no sucederán de la noche a la mañana.

"Estamos hablando de más de mil millones de personas. Hay que tener alguna forma de identificación y un sistema enorme para administrarlo", comentó Shen, de CAI. "No existe una solución fácil".

(*Este artículo fue producido por IPS Asia-Pacífico como parte de una serie sobre el impacto de la crisis económica mundial sobre los niños y los jóvenes, en colaboración con Unicef Asia Oriental y el Pacífico.)

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