A más de un mes del terremoto de Haití, la gente lucha por comprender qué ha sido y qué será de su vida, y la ONU recurre a la «vasta e influyente red» de 60.000 sacerdotes de vudú para asistir a los damnificados.
El vudú es la religión dominante en Haití, y sus rasgos proceden de la cultura animista de un pueblo africano, los yorubas, provenientes de Nigeria, Benín y Togo.
"Por mucho tiempo esta fe se ocultó bajo el manto del misterio. Pero en el Haití posterior al terremoto, los practicantes del vudú han asumido una función más práctica, reclutados por el gobierno para ayudar a contar los muertos, atender a los heridos y calmar a quienes sufrieron daño psicológico", reportó el diario Boston Globe.
Mientras la ONU (Organización de las Naciones Unidas) recurre a la ayuda de la comunidad religiosa para hacer frente a las devastadoras consecuencias del sismo del 12 de enero —más de 200.000 personas muertas y al menos un millón sin vivienda— los expertos en desarrollo consideran otros tipos de recursos.
Dos veteranos de la ayuda a Haití, Robert Maguire y Robert Muggah, propusieron crear un cuerpo nacional de servicio civil de 700.000 integrantes para dar impulso a la reconstrucción, en un artículo de opinión publicado por el diario Los Ángeles Times el 31 de enero.
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Maguire es profesor de la Universidad Trinity Washington y preside el Grupo de Trabajo de Haití del United States Institute of Peace, una organización financiada por el Congreso legislativo estadounidense y dedicada a promover la solución pacífica de los conflictos armados.
Muggah, del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo, con sede en Ginebra, es un ejecutivo de SecDev Group, una empresa canadiense que ofrece consultoría sobre países y regiones con riesgo de violencia e inseguridad. Actualmente asesora a organizaciones bilaterales y multilaterales en la recuperación de Haití.
Ambos sostienen que ese cuerpo de 700.000 servidores públicos podría ocupar rápidamente a la mano de obra ociosa de Haití e infundirle orgullo y confianza en su país.
"Un cuerpo de servicio civil sacaría a los jóvenes de los campamentos precarios de Puerto Príncipe y los pondría a trabajar. Podrían comenzar con el otrora icónico centro de la capital, pero también podrían plantar árboles, trabajar en los campos y brindar servicios en la campiña haitiana. Como mínimo, esto acabaría la histórica e injusta estigmatización de los jóvenes", escribieron.
La creación de este cuerpo "sería un primer paso simbólico hacia la renovación del contrato social con el pueblo" haitiano, agregaron Muggah y Maguire.
Otro especialista, Mark L. Schneider, director del Cuerpo de Paz en la Presidencia de Bill Clinton (1993-2001), puso énfasis en restablecer y mejorar el sistema educativo.
"Tomemos como ejemplo al Ministerio de Educación. Lo que hay que hacer ahora no es sólo colocar los mismos ladrillos. Hay que construir una nueva política educativa en Haití", sostuvo.
"Cuarenta por ciento de los niños no iban a la escuela antes del terremoto. Y 80 por ciento de quienes asistían iban a escuelas privadas donde tenían que pagar, y las escuelas no eran muy buenas", señaló.
"La educación pública es muy escasa. Hay que comprometerse con un sistema público que ofrezca una enseñanza digna a la infancia de Haití. Se necesita construirlo. Hay que traer a expertos en educación de todo el mundo para que trabajen con el nuevo Ministerio de Educación", dijo Schneider.
El diario The New York Times, en su edición del 17 de enero, difundió la opinión de varias autoridades sobre distintos aspectos de la reconstrucción y la gestión de gobierno.
El arquitecto John McAslan dijo que el "impulso de reconstruir rápidamente debe ser atenuado por un profundo análisis de los nuevos diseños para obtener estructuras más seguras, más eficientes en el consumo de energía y menos caras".
Robert Neuwirth, autor of "Shadow Cities: A Billion Squatters, a New Urban World" (Ciudades en sombras: Mil millones de ocupantes clandestinos, un nuevo mundo urbano), señala que hoy aproximadamente 1.000 millones de personas ocupan viviendas de manera ilegal.
"En lugar de instalarse en campos para refugiados, la gente puede tomar la iniciativa y ocupar sus antiguas comunidades, sin que las organizaciones de asistencia le caigan encima Estas comunidades nacientes —organizadas por su cuenta y provisorias al principio— pueden ser los cimientos de los nuevos vecindarios", sugiere.
Steven Solomon, autor de "Water: The Epic Struggle for Wealth, Power and Civilization" (El agua: La lucha épica por la riqueza, el poder y la civilización), sostiene que hoy sólo siguen en pie dos por ciento de los bosques de Haití.
"Cuando hay tormentas, la lluvia se desliza con fuerza por las laderas yermas, obstruyendo los arroyos con tierra y aguas residuales, y desapareciendo antes de poder reabastecer las menguantes reservas subterráneas de Haití", explicó.
"En consecuencia, casi la mitad de los haitianos carecen de un acceso satisfactorio al agua potable, y más de dos tercios viven sin saneamiento adecuado. La pobreza hídrica es el principal motivo de los abismales índices de enfermedad y mortalidad temprana", sostuvo.
"La red de cañerías de agua y saneamiento debe construirse con materiales flexibles que puedan enterrarse a poca profundidad y repararse con facilidad", agregó Solomon.
Jonathan M. Hansen, que está escribiendo un libro sobre la historia de Guantánamo, sugiere que esta famosa base militar que Estados Unidos mantiene en Cuba contra la voluntad de La Habana podría participar en el renacimiento de Haití como hospital de campo, campamento de refugiados o almacén para la distribución de víveres, medicinas, ropa y otras provisiones de emergencia.
Queda claro que, fuera de Haití, no faltan ideas para el desarrollo de ese país caribeño con 10 millones de habitantes.
Sin embargo, estos profesionales del desarrollo hacen hincapié en la necesidad de contar con coordinación central, rendición de cuentas, una estrategia a largo plazo y una participación mucho mayor del pueblo y de consultores haitianos.
También señalan la necesidad de despolitizar la asistencia y poner fin a las frecuentes interrupciones que caracterizaron las donaciones y los préstamos en el pasado.
El profesor Maguire dijo a IPS que la historia de la ayuda a Haití está marcada por una combinación tóxica de corrupción en el gobierno y la elite empresarial del país, los intereses políticos de Estados Unidos y el egoísmo de inversores extranjeros que "quieren mantener el statu quo" y sólo ven a Haití como una "dictadura de bajos salarios y estable", capaz de manufacturar prendas básicas y otros textiles.
"A Haití se le prestó gran atención en el período anterior y posterior a la caída de la dictadura de la familia Duvalier en 1986", señaló Maguire en el informe de 2003 "U.S. Policy Toward Haiti: Engagement or Estrangement?" (La política de Estados Unidos hacia Haití: ¿compromiso o distanciamiento?).
También recibió atención "tras la elección presidencial en 1990 de Jean-Bertrand Aristide, su posterior remoción del cargo en 1991 por un violento golpe de Estado militar, y su restitución" debida a "una intervención militar aprobada por la ONU y dirigida por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos", agregó.
La proximidad geográfica de Haití, la diversidad de hechos que allí suceden vinculados a los intereses de Washington, y la presencia en Estados Unidos de una numerosa y creciente población de origen haitiano se combinaron para transformar al país caribeño en uno de los temas intocables de la política estadounidense.
Por más que en ocasiones funcionarios y políticos de Estados Unidos quisieran que Haití "simplemente desaparezca", eso "no sucederá, salvo que se produzca un movimiento geológico muy improbable que desplace o sumerja a la isla que Haití comparte con República Dominicana", escribió proféticamente Maguire en 2003.
Haití no ha sido desplazado ni sumergido. Pero está quebrado, lo que implica que la ONU, Estados Unidos y otros donantes deben decidir cuánta energía están preparados para dedicarle a su recuperación.
*Esta es la tercera y última entrega de una serie sobre proyectos de desarrollo llevados a cabo en Haití y el futuro de la reconstrucción en ese país.