HAITÍ: El fracaso de la asistencia – Parte 2

Es improbable que las personas enfermas, heridas y sin vivienda de Puerto Príncipe se ilusionen con el pequeño ejército de expertos en desarrollo y empresas de construcción que está por desembarcar en Haití tras el terremoto de enero.

Sólo una estatua quedó en pie en una de las calles más devastadas por el terremoto en Puerto Príncipe Crédito: UN Photo/Marco Dormino
Sólo una estatua quedó en pie en una de las calles más devastadas por el terremoto en Puerto Príncipe Crédito: UN Photo/Marco Dormino
¿El motivo? No es la primera vez que ven cómo la ayuda llega y pasa de largo.

A través de su historia, el país más pobre del hemisferio occidental ha visto aparecer —y desaparecer— miles de millones de dólares de la asistencia externa. Sus habitantes fueron testigos presenciales de la interrupción de programas de ayuda, en gran medida cargada con la ideología política de turno en Estados Unidos.

También vieron cómo los gobernantes corruptos de Haití acumulaban fortunas mientras el pueblo subsistía con uno o dos dólares por día.

La familia Duvalier gobernó Haití entre 1957 y 1986. François ‘Papa Doc’ Duvalier fue elegido por la mayor cantidad de votos en la historia del país. Una vez en el poder, se transformó en dictador y fundó una violenta fuerza paramilitar conocida como los Tonton Macoutes.
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El hijo de Papa Doc, Jean-Claude ‘Baby Doc’ Duvalier, sucedió al padre en el poder. En 1986, una rebelión popular lo hizo huir a Francia, pero con millones de dólares robados de las arcas del Estado.

Jubileo Estados Unidos, parte de una organización mundial que impulsa la condonación de la deuda externa a los países más pobres, calcula que tan solo Baby Doc se apoderó de al menos 500 millones de dólares de fondos públicos, y que 45 por ciento de la deuda de Haití en las últimas décadas es herencia de la corrupta dinastía Duvalier.

"Desde 1804, Haití pasó por 30 golpes de Estado y tuvo 20 constituciones", dijo Robert Muggah, director de investigaciones de la organización independiente Small Arms Survey (Informe sobre Armas Pequeñas), con sede en Ginebra.

No es de sorprender que el cinismo se apodere del haitiano común, a la hora de analizar la posibilidad de que la ayuda otorgada al país tras el terremoto del 12 de enero tenga un destino sustancialmente diferente al del pasado.

Para la mayoría de los expertos, la historia del país como destinatario de asistencia lo convirtió en un caso modelo de cómo no hay que gestionar la ayuda al desarrollo.

El informe de 2006 de la Academia Nacional de Administración Pública de Estados Unidos, titulado "Por qué fracasó la ayuda extranjera a Haití", señala las deficiencias de la asistencia al desarrollo haitiano a largo plazo.

A pesar de que Haití ha recibido aproximadamente 9.000 millones de dólares en ayuda, sigue ocupando los últimos puestos mundiales en los índices de pobreza y desarrollo.

Por ejemplo, figura en el lugar número 146 del último Informe de Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas.

La fuga de cerebros también perjudicó a Haití. La población con más nivel educativo suele emigrar, para después ayudar a las familias que deja atrás con el envío de remesas, cuyo monto anual se calcula entre 1.500 millones y 1.800 millones de dólares.

Pero incluso muchos emigrantes que carecen de estudios prosperaron en el exterior, lo que para algunos observadores revela la fuerte voluntad de sobrevivir del pueblo haitiano.

Según la Red de Relaciones Internacionales y Seguridad, un programa público suizo con sede en Zurich, las remesas tienen un impacto mayor porque los fondos se destinan directamente a los haitianos pobres, mientras gran parte de la ayuda al desarrollo se canaliza por vías oficiales corruptas.

¿Qué función cumplirá la ayuda al desarrollo en el Haití posterior al terremoto? Para comprender qué rumbo debe tomar el desarrollo en el país, es importante saber cuál ha sido en el pasado.

En general, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) ha sido la principal fuente de ayuda al desarrollo en Haití. Un informe de Jess T. Ford, un ex alto funcionario del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense, analizó en 2000 el impacto que tuvo esa ayuda de Washington en el sistema judicial haitiano.

"En los últimos seis años fiscales, Estados Unidos proporcionó unos 97 millones de dólares de asistencia para ayudar a fundar en Haití la primera fuerza policial bajo control civil, y mejorar aspectos de su sector judicial, que incluye diversas instituciones, trámites y códigos jurídicos", señaló Ford.

A pesar de algunos pequeños logros, "la fuerza policial no cumplió con eficacia sus responsabilidades básicas de aplicación de la ley, y hechos recientes sugieren que la politización la ha infiltrado, según funcionarios de Estados Unidos y otros donantes", agregó.

Para Ford, el sector judicial "no realizó reformas profundas y, en consecuencia, carece de independencia del Poder Ejecutivo y tiene códigos legales obsoletos y procedimientos judiciales engorrosos".

La justicia haitiana padece de "falta de personal e infraestructura, y tiene equipos insuficientes, escasez de vehículos y textos jurídicos, y una ineficaz organización de contraloría interna, incapaz de contener la corrupción", agregó.

En general, los servicios de justicia se prestan sólo a un pequeño segmento de la población porque las instituciones judiciales utilizan el francés en sus procedimientos y no el creole, el idioma hablado por la mayoría de los haitianos, detalló Ford.

La clave del fracaso de la ayuda estadounidense ha sido la falta de compromiso del gobierno haitiano para resolver los principales problemas de sus instituciones policiales y judiciales, sostuvo.

El año 2005 fue fundamental para la Usaid, tras el golpe de Estado de febrero de 2004 que acabó prematuramente con la segunda Presidencia de Jean-Bertrand Aristide. El mandatario abandonó Haití en un avión estadounidense, acompañado por militares de ese país, y aún no está claro si Washington lo obligó a dejar el poder, tal como denunció el mandatario.

Entre los objetivos de la Usaid ese año estaban la reducción del narcotráfico, el fortalecimiento de la democracia, la asistencia humanitaria, la contención de la emigración ilegal a Estados Unidos, la lucha contra el virus del sida, la generación de empleos y el empoderamiento de la sociedad civil para resistir el autoritarismo.

El organismo también pretendía apoyar al gobierno interino en sus esfuerzos de estabilizar el país como paso previo a las elecciones generales que se celebrarían ese año, así como brindar asistencia sanitaria, educativa y humanitaria, y ayuda de emergencia frente a huracanes y otros desastres naturales.

La Usaid ejecutó programas para la paz y la seguridad, gobierno justo y democrático, desarrollo social, acceso a los servicios médicos básicos y prevención de VIH/sida, educación a distancia, programas de alimentación escolar y de emergencia alimentaria.

En total, en 2005 la Usaid destinó a Haití unos 51 millones de dólares.

Pero incluso los amigos más generosos de Haití reconocen que no hay mucho para mostrar de ese año —o de cualquier otro— sobre la huella que dejó la ayuda internacional.

De hecho, muchos expertos sostienen que parte de la ayuda hizo más daño que bien. Por ejemplo, los préstamos del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Interamericano de Desarrollo impusieron condiciones de "ajuste estructural" a Haití, abriendo su economía a los productos agrícolas baratos de Estados Unidos.

Los agricultores, incapaces de competir, dejaron de cultivar arroz y se trasladaron a las ciudades donde ganaban ínfimos salarios, si tenían la suerte de conseguir uno de los escasos empleos disponibles, en condiciones de explotación.

Muchos se vieron obligados a deforestar las colinas, convirtiendo la madera en carbón para vender, lo cual generó una crisis ecológica que hizo muy inestables las laderas de las montañas, agravó la capacidad destructiva de los terremotos y provocó deslizamientos de tierras en la temporada de lluvias.

La interrogante ahora es si la ayuda tendrá un destino diferente tras el terremoto, y si el presidente René Préval podrá administrar los enormes recursos que recibirá su país en los próximos meses.

"Préval es el presidente de Haití elegido legítimamente, y la obligación de la comunidad internacional es ayudarlo a él y al primer ministro, Jean-Max Bellerive, a cumplir su papel de liderazgo", dijo Mark Schneider, del Grupo Internacional de Crisis, una organización con sede en Bruselas, dedicada a impedir los conflictos armados.

Pero el gobierno de Préval también tiene sus detractores.

"No puedo pensar en otro país que hubiera manejado tan pésimamente la situación tras el terremoto", afirmó Larry Birns, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos, un centro de investigación con sede en Washington. "Es una caricatura de lo que debería ser un gobierno", sostuvo.

*La tercera y última entrega de esta serie analizará las estrategias para lograr una mayor eficacia de la ayuda a Haití.

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