Parece improbable que el presidente de un gobierno débil y dependiente de la presencia militar y económica de Estados Unidos, como el de Afganistán, desafíe a la superpotencia en las negociaciones de paz con los líderes de la insurgencia Talibán.
Sin embargo, el conflicto entre el presidente afgano Hamid Karzai y altos funcionarios del gobierno estadounidense de Barack Obama llegó a un punto crítico en la Conferencia de Londres, cuando el mandatario afgano se negó a retirar su propuesta de invitar a los líderes del movimiento extremista islámico Talibán a participar en una conferencia nacional de paz.
El objetivo de la Conferencia de Londres, que se realizó el jueves, era buscar una estrategia común para el futuro de Afganistán, con representantes de unos 70 países y bajo la presidencia del primer ministro británico Gordon Brown, Karzai y el secretario general de la Organizaciones de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon.
Sin embargo, la reunión cambió de signo con la propuesta de Karzai de iniciar conversaciones de paz con los talibanes para integrarlos a la vida política de su atribulado país centroasiático, usando como instrumentos una "Loya Jirga" o asamblea de notables con exclusiva participación afgana.
La propuesta del mandatario afgano no es nueva, pero adquirió notoriedad bajo el nombre de "reconciliación" y por el solemne escenario elegido para replantearla.
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Rodham Clinton, respondió presionando a Karzai para que exija amplias concesiones al movimiento Talibán antes de las conversaciones propuestas, incluidas la renuncia a la violencia, la ruptura de los vínculos con Al Qaeda y la aceptación de la Constitución afgana, condiciones imposibles de aceptar para los líderes de la insurgencia si se interpretan literalmente.
Karzai no especificó en la Conferencia de Londres si impondría esas condiciones al invitar a los talibanes a las conversaciones de paz.
Clinton evitó entonces aprobar de forma explícita la invitación y usar la palabra "reconciliación", que es el término reservado para las negociaciones con líderes insurgentes, pero admitió que "hay que estar dispuesto a entablar una relación con los enemigos" en la conferencia de prensa que ofreció al término de la cita de Londres.
Karzai, por su parte, se mostró determinado a hablar con los talibanes sin condiciones. Dos días después de la Conferencia de Londres, anunció que convocaría la conferencia de paz en menos de seis semanas, y sólo pidió a los insurgentes que no condicionen las negociaciones a la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán.
El mulá Omar, líder máximo de los talibanes, anunció que su movimiento tomaría una decisión "a corto plazo" sobre si asistir o no a la conferencia.
La iniciativa de Karzai está inmersa en un conflicto profundo por la estrategia bélica de Estados Unidos para combatir a la insurgencia Talibán.
Karzai no está tan entusiasmado como la administración Obama con la propuesta de debilitar a los talibanes con incentivos económicos para que abandonen la insurgencia, y de hecho le parece contrapuesta a su propia iniciativa de la conferencia de paz.
En una entrevista concedida a principios de enero a la cadena internacional de noticias Al-Jazeera, Karzai dijo que no pediría más dinero para integrar a combatientes talibanes al gobierno.
En cambio, el presidente afgano dijo que buscaría contener a las fuerzas militares estadounidenses. "Le vamos a pedir a la comunidad internacional que (el ejército estadounidense) ponga fin a las redadas nocturnas en casas de los afganos, que deje de detener afganos y que deje de causar víctimas civiles", declaró.
Estos reclamos públicos de Karzai coinciden con los de algunos dirigentes talibanes, quienes declararon que plantearían precisamente esas demandas en eventuales conversaciones de paz.
El compromiso de Karzai con un acuerdo de paz con el grupo Talibán está influido por sus propias sospechas sobre las motivaciones de Estados Unidos en Afganistán, opinó el analista político afgano Haroun Mir.
Mir fue asesor del comandante Ahmed Shah Massoud, de la Alianza del Norte (guerrilla formada por diferentes grupos armados que tenían como objetivo en común derrocar el régimen talibán), quien fue asesinado por Al Qaeda en septiembre de 2001.
En una entrevista con IPS, el analista expresó su convicción de que la oposición de Karzai a la estrategia estadounidense se intensificó por la hostilidad declarada por la administración Obama hacia él a principios de 2009, y que el mandatario afgano cree que Washington tiene motivos ulteriores en su intervención militar en el país.
Karzai "cree que Estados Unidos está aquí no para combatir a los talibanes, sino por otra cosa", y "quiere convencer a todos de esto", afirmó Mir.
El ejército estadounidense llegó a Afganistán en octubre de 2001, casi un mes después del atentado del 11 de septiembre contra el World Trade Centre de Nueva York, y derrocó al régimen Talibán, al que Washington acusaba de albergar a Osama Bin Laden, principal sospechoso de ese atentado.
Hasta ahora, Bin Laden no ha sido hallado y los insurgentes talibanes parecen ganar cada vez más fuerza.
Ante el deterioro de la situación de seguridad, Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte anunciaron que enviarán 37.000 militares adicionales para apoyar a los 110.000 soldados ya desplegados en Afganistán.
* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en 2006.