El líder socialcristiano Rafael Caldera, presidente de Venezuela de 1969 a 1974 y de 1994 a 1999), fue sepultado este sábado mientras se difundía su testamento político, en el que llama a luchar por la democracia cristiana frente al socialismo.
"Vemos en la América Latina la propaganda de nuevas manifestaciones de socialismo, que sólo han traído dictadura y miseria allí donde han sido gobierno, como en la hermana nación cubana", escribió poco antes de morir la madrugada del día 24, a la edad de 93 años.
Caldera nació el 24 de enero de 1916 en la noroccidental ciudad de San Felipe y abrazó la causa política de la democracia cristiana ya en 1933, en un congreso en Roma de jóvenes católicos al que también acudió su amigo Eduardo Frei Montalva, quien luego sería presidente de Chile de 1964 a 1970 y asesinado por la dictadura en 1982.
Hasta su último mensaje lo presentó como el ideólogo que fue al señalar la "vigencia de las ideas que alentaron el surgimiento de los partidos demócrata cristianos".
"Nuestros pueblos volverán a valorar las soluciones propuestas por la democracia cristiana en la medida en que la línea seguida por quienes la propugnan sea capaz de interpretar a la gente sencilla e inspirarle confianza en su rectitud de intenciones", sostiene en el texto difundido en Caracas.
Caldera es considerado uno de los "padres de la democracia" venezolana, junto a los también ya fallecidos Rómulo Betancourt (1908-1981), un socialdemócrata que fue presidente de 1945 a 1948 y de 1959 a 1964, y el tribuno liberal Jóvito Villalba (1908-1989).
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, promotor del "socialismo del siglo XXI" para América Latina y crítico de la democracia representativa construida por los partidos que lideraron Betancourt, Villalba y Caldera, expresó las condolencias a sus familiares.
Disgustados con la situación actual en Venezuela, los parientes de Caldera rehusaron aceptar honores de Estado para su deudo, velaron su cadáver en un instituto democristiano de estudios, y el cardenal Jorge Urosa presidió las exequias.
"Es necesario retomar la lucha para sacar a la República del triste estado en que la ha sumido una autocracia ineficiente", escribió Caldera, y remarcó que "es preciso detener el retroceso político que sufrimos y poner remedio a la disgregación social".
Caldera fue político, jurista, sociólogo, parlamentario, orador impecable, académico de la lengua y profesor de Derecho del Trabajo. Su pasatiempo favorito fue jugar dominó. A los 19 años ganó un concurso literario con una biografía del filólogo Andrés Bello (Caracas 1781-Santiago de Chile 1865), que aún se estudia en escuelas y liceos.
En 1936, pasada la larga dictadura (1908-1935) de Juan Vicente Gómez, los jóvenes de izquierda crearon una Federación de Estudiantes de la que se desmarcó Caldera, quien con alumnos católicos creó la Unión Nacional Estudiantil.
Ese núcleo dio paso, en 1946, al partido Copei (Comité de Organización Política Electoral Independiente), que en 1948 se declaró socialcristiano y fue abriéndose campo entre las masas hasta elegir a Caldera presidente en diciembre de 1968.
"Fue el líder que hizo posible el consejo del papa León XIII a los creyentes de aceptar la república, es decir, capaz de hacer aceptable la democracia por quienes la aborrecían por ser igualitaria o socialista y laica o atea. Le dio aliento de masas al planteamiento político de la democracia moderada", dijo a IPS el historiador Manuel Caballero.
Teodoro Petkoff, durante décadas líder socialista opuesto a Caldera y luego uno de sus ministros en 1996-1999, dijo que el fallecido "fue un gran venezolano, un estadista, arquitecto de esta democracia que se niega a morir, así serán de sólidas sus bases".
En 1958, derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), Betancourt, Villalba y Caldera, en la casa de éste último, firmaron el Pacto de Punto Fijo, para crear un gobierno de unidad nacional sustentado en el sistema de partidos con apoyo de las cúpulas católica, castrense, empresarial y sindical. En el poder se alternaron los partidos Acción Democrática (socialdemócrata) y Copei (con Caldera de 1969 a 1974 y Luis Herrera de 1979 a 1984).
Pero el pacto de Punto Fijo se evidenció agotado cuando en febrero de 1989 el estallido social llamado el Carachazo, que dejó centenares de muertos durante la segunda presidencia del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (el primer mandato lo cumplió de 1974 a 1979), alejó a las clases populares de ese esquema de gobernabilidad.
Durante los años 60 se presentaron intentonas militares y pertinaces guerrillas izquierdistas, y Caldera durante su mandato dirigió un proceso de "pacificación" para reinsertar en la lucha política legal y de masas al Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda. Ya en los años 80, dentro de Copei y a regañadientes Caldera dio paso a sus "delfines" Eduardo Fernández y Fernando Álvarez Paz, fue a la "reserva" dentro de la organización y finalmente la abandonó, creando un nuevo grupo, que llamó Convergencia.
Fernández dijo a IPS que Caldera "nos enseñó que la política no es vanidad sino servicio al prójimo, al país, con principios e ideales. Ahora que Venezuela ha perdido a este gran estadista, nuestra convocatoria es a la reconciliación". En términos semejantes se han expresado otros dirigentes de la agrupación que lideró durante décadas.
La rebelión militar que dirigió el 4 de febrero de 1992 el entonces teniente coronel Hugo Chávez representó una oportunidad para que el viejo líder resucitara como Ave Fénix. Mientras el resto de la clase política condenaba el alzamiento, Caldera lo censuró pero mostrando las llagas que dejaba abiertas el sistema imperante.
"Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y la democracia cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer, dijo en la sesión que efectuó el parlamento para condenar el golpe que dirigía Chávez.
Desde entonces, todas las encuestas de opinión le señalaron como el favorito para obtener la presidencia en las elecciones de diciembre de 1993, lo que en efecto ocurrió y le permitió gobernar por segunda vez a sus compatriotas, pero ya con sus fuerzas disminuidas y un adverso entorno político, económico y social.
Caldera indultó a Chávez y otros jefes de las asonadas militares de febrero y noviembre de 1992, y confesó a sus íntimos que trataba de sostener los esquemas de gobernabilidad democrática, mientras los partidos tradicionales resultaban impotentes para contener la popularidad de Chávez, quien ganó la presidencia en 1998.
Al cabo de casi 11 años de gobierno de Chávez, el ex mandatario expuso en su testamento político que Venezuela enfrenta un reto que sintetizó en tres objetivos, el primero de los cuales sería "la paz política y social, para superar la angustia y la zozobra, y encontrar convergencia profunda a la pluralidad democrática".
Como segundo objetivo colocó "la promoción del hombre, a través de la libertad, para realizar la justicia", y sostuvo que "el instinto certero de las masas desconfía de la revolución sin libertad, de la revolución que menosprecia la libertad. Queremos libertad para lograr la justicia y ejercer la solidaridad".
El tercero sería "el desarrollo económico y social, para impulsar la marcha vigorosa del país y vencer la marginalidad", y destacó que "los esfuerzos por la justicia social dentro de cada país se estrellan ante las dificultades derivadas de la falta de justicia social en las relaciones internacionales".
Para todo ello "necesitamos un resurgimiento de los partidos políticos, necesarios como instituciones de formación y de expresión de los programas políticos, como vehículos para establecer en doble vía la comunicación entre pueblo y gobierno".
A las exequias acudió el ex presidente conservador colombiano Andrés Pastrana (1998-2002), hijo de Misael Pastrana, presidente en 1970-1974 y amigo de Caldera, en tanto se recibían condolencias del Vaticano y de los presidentes Álvaro Uribe, de Colombia, y Felipe Calderón, de México.