VENEZUELA-COLOMBIA: La frontera padece en medio de ilícitos

«Somos ciudadanos de segunda, víctimas de una guerra que no estalla», dice José Duque, al volante del automóvil que lleva pasajeros desde San Cristóbal, en el sudoeste de Venezuela, hasta la línea fronteriza con la zona del nordeste colombiano junto a Cúcuta.

Puente Simón Bolívar Crédito: Humberto Márquez/IPS
Puente Simón Bolívar Crédito: Humberto Márquez/IPS
Por el camino, que serpentea montañas andinas 700 kilómetros al sudoeste de Caracas, los expendios de combustible están sitiados por largas filas de vehículos con conductores resignados a esperar dos, tres o hasta cuatro horas para llenar sus depósitos.

Duque va desgranando sus quejas: "Donde vivo se va la luz varias horas todas las noches, muchos días no llega el agua, uno vive en estas carreteras expuesto a robos, a matraqueros (cobradores de coimas) y, encima, este país que exporta petróleo nos sabotea el trabajo con el racionamiento de gasolina".

Gasolina es la palabra de orden en la frontera. Un contrabando gigantesco, que autoridades de uno y otro país estimaron en más de 10.000 barriles (1,6 millones de litros) ha pasado cada día, en lo que va de esta década, desde Venezuela hacia Colombia, donde se la vende 15, 20 o 25 veces más cara.

"Mafias herederas de los paramilitares (ultraderechistas) colombianos, como Las Águilas Negras, controlan desde hace años el contrabando de gasolina, de alimentos y de plásticos de Venezuela a Colombia, y también de allá para acá", afirmó a IPS un dirigente comunitario de San Antonio que se identifica sólo con su primer nombre, Carlos.
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San Antonio del Táchira, de clima caluroso como su contraparte Cúcuta, ya pasa de los 50.000 habitantes y es una bulliciosa población dedicada al comercio, con centenares de establecimientos que venden productos textiles, de cuero, electrónicos, plásticos, electrodomésticos, de transporte y utensilios diversos.

"Aquí, casi todo el mundo paga vacuna (impuesto) a las mafias de paramilitares. Esta panadería donde estamos tomando un café seguro paga, la heladería de enfrente también, lo mismo las tiendas de esta cuadra", asegura a IPS Roberto, militante en su barrio de un partido que apoya al presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Una de las principales calles desemboca en el puente Simón Bolívar, una angosta vía sobre el fronterizo río Táchira, esmirriado en esta época de sequía, que lleva y trae a Colombia, ininterrumpidamente, automóviles, camiones, motocicletas, ciclistas y peatones, bajo la aparente indiferencia de los guardias en uno y otro lado.

Este puente sirvió en marzo de 2008 de tarima para que artistas iberoamericanos, encabezados por el colombiano Juanes, ofrecieran un "concierto por la paz", motivado por la fricción entre Bogotá y Caracas, a decenas de miles de jóvenes congregados en el lecho del río.

"Esto es nada comparado con hace un año, no se podía pasar con un vehículo sino al cabo de horas, por la congestión de los camiones que venían desde Colombia con toda clase de mercancías, y los venezolanos que iban allá para usar su cupo de dólares. Ahora todo eso se derrumbó", comenta Carlos.

El comercio entre Colombia y Venezuela alcanzó en 2008 un récord de 7.200 millones de dólares, de los cuales 6.000 millones correspondieron a exportaciones colombianas. Casi 90 por ciento se efectuaba por carretera, en su mayor parte sobre el río Táchira.

Durante el primer semestre de 2009 el comercio mermó como resultado de la crisis económica global y los venezolanos, para quienes rige un draconiano control cambiario, ya no pudieron disponer libremente de su cupo de divisas al sobrevaluado cambio oficial.

Desde el pasado julio, el gobierno venezolano aplicó un torniquete severo a las importaciones y al conjunto de las relaciones con Colombia, como represalia porque su vecino abrió siete bases a fuerzas militares estadounidenses.

Chávez acusa a Colombia de prestarse para planes de agresión que atribuye a Estados Unidos, y ordenó a las fuerzas militares y a sus seguidores redoblar las medidas de Defensa, invocando el adagio latino "si quieres la paz, prepárate para la guerra".

El flujo de camiones ha mermado considerablemente, pero se mantiene el pequeño comercio legal en la frontera y el contrabando continúa su viaje camuflado en compartimientos de automóviles y camionetas, a pie, en motocicletas, bicicletas o bestias de carga.

"El contrabando prosigue junto al comercio legal. Docenas de comerciantes colombianos han instalado tiendas en San Antonio, en tierras de frontera han comprado fincas, y muchas familias, con parientes a uno y otro lado de la raya fronteriza, compran lo que necesitan donde lo consiguen mejor o más barato", subraya Roberto.

En La Parada, del lado colombiano del puente, algunas casas, comercios y talleres son telón de fondo para los cambistas, que en plena vía transan fajos de pesos colombianos, bolívares venezolanos y dólares, para taxistas improvisados y para puestos con bidones de gasolina que se expenden informalmente a lo largo de toda la ruta que lleva a Cúcuta.

"Estamos vendiendo a 18.000 pesos (nueve dólares) la pimpina (bidón de 20 litros)", informa a IPS Manuel, un adolescente. "Vendo unas 15 a 20 diarias, me da para comer, pero quisiera otro trabajo, con menos sol y más plata", agrega.

Explica que el precio puede variar cada día, "depende de cómo esté difícil el paso, cuando la Guardia Nacional de Venezuela se pone dura, el precio sube". El suministro de bidones, el llenado, los precios de venta, todo eso "depende de ellos, ellos pues, los jefes de este negocio", sobre los que no ofrece más precisiones.

Según Carlos "todos estos negocios están en manos de redes controladas por antiguos paramilitares. Manejan los hilos del negocio en los dos lados de la frontera, por eso cuando organizaron una protesta, San Antonio la acató, rápido y sin dudarlo".

A comienzos de noviembre, cuando las autoridades venezolanas extremaron medidas de control en los puentes principales, maleteros (porteadores) y otros trabajadores de la zona organizaron una protesta en el puente y el comercio de San Antonio cerró sus puertas durante un día.

Diez individuos que repartían panfletos a favor del paro de actividades fueron detenidos y podrían ser juzgados como integrantes de los paramilitares colombianos.

"Para el choque en el puente, las mafias movilizaron a moto-taxistas de las quince líneas de ese tipo que hay en San Antonio y que son como su caballería", relató Roberto. "Y la inmensa mayoría de los comercios cerraron, porque el que no cerraba tenía que pagarles una multa, y el que no pague la multa se expone a cosas peores", indica.

Carlos opina que "eso muestra que ellos, las mafias de paramilitares y sus cómplices en Venezuela, aquí son la ley y administran justicia. Y no solamente en San Antonio, sino que van avanzando, en los pueblos y entre los propietarios rurales, y ya han llegado con sus reglas de vacuna y multas a San Cristóbal y más allá".

"Esa sensación de que aquí no mandan más las leyes venezolanas afecta todo el trabajo educativo y organizativo que hacemos", dijo a IPS Rosalía, una animadora, en San Antonio y la vecina población de Rubio, de consejos comunales, la organización social de base que impulsa el presidente Chávez.

Pero, por otra parte, "este clima de contrabando en que vivimos significa que aquí siempre alguien encuentra qué hacer para ganarse la vida, siempre puede ir a trabajar en la frontera, para pasar algo de aquí para allá o de allá para acá", agregó Rosalía.

"Siempre hubo y siempre va a haber paso de productos, legalmente o no, según las papas, la carne o el arroz estén más baratos aquí o allá", opinó Duque, "pero lo que pasa con la gasolina que cuesta lo mismo en Venezuela desde hace 10 años es un problema con el que el gobierno no ha podido dar pie con bola".

En las últimas semanas, los despachos de combustible hacia el estado de Táchira, en este extremo sudoeste de Venezuela, se han restringido y las estaciones de servicio prácticamente han colapsado, después que en los últimos años se ha aplicado un racionamiento, pues cada automóvil puede recibir sólo 30 litros cada vez.

"Pero si usted tiene una camioneta que necesita 60 o 70 litros, pues se la venden, pero si paga el doble o más por la gasolina, como una ‘contribución’ para el expendedor y el efectivo de la guardia encargado de la vigilancia", comentó el taxista. "Multiplique cada contribución por 300 o 400 carros (vehículos) en un día", subrayó a IPS.

Según Carlos, "todas estas situaciones que proporcionan mucho dinero con tolerar delitos le hacen creer a uno en los rumores que recoge la gente, como que un guardia nacional raso se compre una gran camioneta todo terreno o que haya quien pague dinero para que lo coloquen en un puesto de frontera y no en el centro del país". Los problemas de suministro de gasolina llevan a protestas. En una de la segunda semana de este mes chocaron estudiantes opositores con seguidores del oficialismo y en la reyerta pereció baleado un joven.

En un expendio, ya en las afueras de San Cristóbal, Rosa Candia, madre de dos niños que recoge de la escuela en su automóvil, coincidió con Duque: "Como en todo el país, sufrimos el racionamiento eléctrico, de agua, la inseguridad, y ahora nos racionan la gasolina aunque a otros países se envía petróleo subsidiado y hasta regalado".

Para Candia, también "antes nos beneficiábamos por vivir en la frontera, íbamos a Cúcuta (a una hora y media de distancia en automóvil) a comprar lo que había allí más barato y el Táchira vivía del comercio, el turismo y la agricultura. Ahora llegan los paramilitares, los guerrilleros, sus problemas y, encima, desde Caracas nos tratan como ciudadanos de segunda".

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